Esa alegría llamada Vampire Weekend
El grupo de Nueva York, que regresa tras seis años sin disco, publica 'Father of the Bride' y da rienda suelta a su estilo tan ecléctico como luminoso
Decía recientemente Ezra Koenig en una entrevista que el nuevo álbum de Vampire Weekend busca ser un “disco río”, al más puro estilo The River de Bruce Springsteen. Un disco ambicioso en la inclusión de canciones –hasta 18 en el caso de Vampire Weekend-, pero también en el desarrollo de las mismas, con un caudal sonoro que, a medida que avanza, explora distintas temáticas dentro de un mismo espíritu. Afirmar que Father of the Bride es el The River de Vampire Weekend sería demasiado simplista, aunque en las palabras de su creador se entienda esa relación conceptual con una de las obras magnas de Springsteen.
Con su colorida y ecléctica visión sonora, la banda de Nueva York, formada en 2006, siempre ha estado más cerca de Paul Simon que del Boss y, aún con todo, Father of the Brid se eleva por sí mismo, antojándose desde ya como uno de los grandes discos de 2019. Pocos podrán conseguir transmitir unas vibraciones tan positivas y vivas bajo la capa distinguida de un pop tan desprejuiciado y delicado.
Seis años han tenido que pasar desde que Vampire Weekend publicaron Modern Vampires of the City, otro disco notable donde el grupo ya consolidó su estilo. Un estilo arraigado en una gozosa mezcla de géneros, sin mirar el lugar de procedencia ni el carnet de identidad. Fluían por igual el ritmo sincopado de The Police como el indie melódico de Belle and Sebastian, el pop intelectualoide de la Costa Este con las músicas afrocaribeñas. El estilo Vampire Weekend se asienta en la confluencia de referencias hasta crear una atmósfera personalísima. Siempre reconocible, siempre sugerente, siempre bella y frágil, como el pop más exquisito.
Comparte con referentes generacionales como Wilco, Surfan Stevens o The National esta capacidad de otorgar su sello a cada obra, aunque esta se adentre en desvíos con cada nueva entrega. Father of the Brid es ese disco río arrastrando al oyente hasta momentos de plenitud vital desde que se abre con la espiritual Hold You Now, una especie de góspel blanco moderno que gana alma con la voz de Danielle Haim.
Todo parece liviano y, sin embargo, como en el mejor Paul Simon, todo está pensado hasta el detalle, está lleno de volumen y sentido artístico. Como una obra maestra del expresionismo, la paleta cromática de la banda, que tanto le debe Ariel Rechtshaid –clave en Modern Vampires of the City-, refulge con fuerza, sus trazos nacen de una poderosa intuición para combinar folk, soul, R&B, rock y todo lo que ayude a moldear un paisaje tan rico.
Father of the Brid transcurre como si la vida fuera una dulce contemplación, colándose por los surcos, dejándote llevar mientras suenan pequeñas gemas como Harmony Hall, Bambina, This Life, Married in the Gold Rush o Sympathy. Durante sus 18 cortes, a veces baja el listón y se hace irregular como con Unberebley White. Quizá deberían haber hecho algo de criba, pero, entonces, a lo mejor el disco río que late por lo bajo sería otro. No deja de sorprender que los neoyorquinos, siempre impolutos y como jóvenes del Manhattan gentrificado y de Louis Vuitton al que pertenecen, sean creadores de un universo tan humanista.
A veces, existen casualidades que son tan tontas como gloriosas. Por eso, reconforta encontrarse con este disco de Vampire Weekend justo en el preámbulo del verano, como si trajese consigo la promesa de los mejores días soleados. Father of the Brid es ya mi disco del verano.
Babelia
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