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¿Son más pesados los que reniegan de ‘Juego de tronos’ o sus fans? Una explicación científica

Varios mecanismos psicológicos explican por qué la serie se ha convertido en un fenómeno irresistible

Una proyección de un capítulo de 'Juego de tronos' en un cine de Tokio en abril
Una proyección de un capítulo de 'Juego de tronos' en un cine de Tokio en abrilKAZUHIRO NOGI (AFP)
Javier Salas
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"Yo no veo Juego de tronos". Es bastante habitual ver declaraciones como esta en las redes sociales, porque el fenómeno que rodea a la serie es tan formidable que arrastra a opinar incluso a quienes no la siguen. "Es una cosa muy curiosa, la cantidad de gente que se ha lanzado a decir que no la ven, que no han visto ni un capítulo. No recuerdo algo como esto", asegura Mariola Cubells, analista de televisión. "Juego de tronos inaugura esta especie de necesidad de posicionarse, a favor o en contra, como una salida del armario", afirma Cubells.

Usuarios de redes, también en conversaciones cotidianas en el trabajo o el bar, se definen ya sea por no verla, por amor a un personaje o por odiar a otro. Se trata de una tensión muy habitual que se vive en los grupos sociales, que la psicóloga social Marilynn Brewer trató de explicar hace tres décadas. Las personas buscan satisfacer, en sus identidades sociales, la necesidad de integrarse en el grupo, pero también la de diferenciarse dentro de él. No queremos ser demasiado distintos, para seguir disfrutando del calor del grupo, pero tampoco queremos diluir por completo nuestra personalidad, y así señalamos rasgos específicos que nos dan un punto de distinción. Si en la oficina o el grupo de WhatsApp todos los lunes no se habla más que de Juego de tronos, señalar que no lo ves te hace especial.

"Empezó siendo para entendidos, algo parecido a lo que pasó con Twin Peaks, que si decías que no la ves dejabas de ser cool", explica Cubells

Por eso es probable que quien publica con orgullo que no lo ve, en Twitter o Facebook, crea que la gente que le sigue sí lo hace y les dice: "Soy único". Pero también se lo grita al mundo, porque la atención excesiva que le dedican los medios la ha convertido en un fenómeno de masas ante el que distinguirse. El propio carácter de la serie produce este fenómeno: es de culto y de masas a la vez. "Empezó siendo para entendidos, algo parecido a lo que pasó con Twin Peaks, que si decías que no la ves dejabas de ser cool", explica Cubells. Al convertirse en una serie omnipresente, lo cool ahora es no verla, como quien dice que no tiene tele aunque no se lo hayan preguntado. "El fenómeno ahora tiene un punto reivindicativo, de reacción frente al mainstream", explica Héctor Pérez, especialista en narrativas audiovisuales de la Universitat Politècnica de València, en el campus de Gandía.

A Pérez le llama la atención que esos posicionamientos radicales se estén dando en estos momentos también con cada capítulo. "La gente te dice los capítulos que no le gustan, que detestan, reduciendo un trabajo de enorme complejidad, minuciosamente orquestado, a un tajante 'no me gusta", afirma este experto en los procesos cognitivos asociados a series como esta. "Apostaron por una narración multiprotagonista, que tiene mucha fuerza, es muy poderosa", asegura Pérez, "pero es un juego que tiene sus peligros". Si muere el protagonista con el que te habías identificado, o se comporta de forma insatisfactoria, el capítulo pasa del sobresaliente al cero en cuestión de minutos. Desde el punto de vista de este especialista, HBO ha sabido movilizar una ola social a partir de los fans que ya tenían los libros de George R. R. Martin hasta producir "un impacto mediático de este calibre, que se retroalimenta en foros de fans, que recogen los blogs, de ahí a los medios y a las redes sociales, y viceversa".

Es en esa esfera pública en la que se produce el debate entre los que dicen "tienes que verla" —que puede ser contraproducente, como vemos— y los que dicen "paso de verla". "Somos animales sociales y nos definimos por los grupos con los que nos identificamos. Y en este caso casi se produce un conflicto intergrupal entre quienes ven y no ven la serie", bromea Juan José Igartua, catedrático de la Universidad de Salamanca y especialista en psicología de los medios. 

¿Pero por qué son tan pesados los que sí la ven? Hay distintos mecanismos psicológicos que explican esa necesidad de compartir la experiencia. Por un lado está el obvio narcisismo de las redes. Un estudio reciente mostró que al publicar en redes se activan las regiones del cerebro que suelen evaluar la imagen que transmitimos a los demás. Y en el caso de Juego de tronos, se trata de una estrategia de autorrepresentación muy clara: transmites el mensaje de que consumes un producto cultural (es una serie compleja y sofisticada), lo cual te hace parecer interesante, pero también apelas a la complicidad de mucha gente que la disfruta contigo.

"Apostaron por una narración multiprotagonista, que tiene mucha fuerza, es muy poderosa, pero es un juego que tiene sus peligros", asegura Pérez

Conexión social

Las plataformas de consumo de series y películas a demanda no han cambiado tanto la manera de afrontar su visionado: "Ver series en grupo es muy común. Configura el grupo y las afinidades, es una práctica social, enriquece la vida social", afirma Pérez. Es más, se ha sugerido que en parejas que no comparten círculo de amistades o relaciones, el consumo compartido de series ayuda a compensarlo aumentando la conexión entre ambos. Pero incluso cuando se disfruta en soledad, se sabe que este tipo de productos narrativos generan el calor de la pertenencia, como sentirse rodeado por la familia durante el tiempo que se disfruta. Quizá por eso se tiende a consumir más televisión cuando estamos de peor humor. "Poder vivir situaciones heroicas y gratificantes, vividas por otros, mejora nuestra autoestima", señala Igartua.

Los procesos que nos llevan a disfrutar de una forma tan intensa esta serie están claros y tienen su raíz en la riqueza con la que están construidos los héroes, los villanos y los entornos en los que se desarrolla la acción. "El nivel de detalle de los personajes y de los escenarios ayuda a transportarse e incrementa esa sensación de identificación", apunta Igartua. Según explica este especialista, hay dos procesos mediadores que tienen lugar durante el mismo momento del visionado y que sirven para conectar profundamente a las personas con estos productos narrativos. Por un lado, estaría este transporte narrativo, el viajar a otro lugar que produce en el espectador un cambio significativo. "Se da cuando hay una inmersión, cuando no quieres que nada interrumpa, y al producirse una implicación emocional, esa sensación de vivirlo", explica el catedrático.

"En Juego de tronos todos encarnan de algún modo el ideal del héroe, que potencia la identificación. Y al tener un mosaico tan coral de personajes el efecto se multiplica", razona Igartua

Además, es necesaria la identificación con los personajes al empatizar con sus emociones (gracias a las neuronas espejo), al ponerse en sus zapatos adoptando su perspectiva y alcanzado lo que se llama un estado alterado de conciencia. "No es nada raro, es muy habitual llegar a ese estado de fusión total con el personaje", asegura Igartua. "En Juego de tronos todos encarnan de algún modo el ideal del héroe, lo que potencia la identificación. Y al tener un mosaico tan coral de personajes el efecto se multiplica", razona el experto.

El nivel de identificación con la serie lleva a que en España, por ejemplo, haya 279 niñas llamadas Arya, con dos años y pico de media de edad (y 358 llamadas Aria de tres años), según el INE. Millones de seguidores se enganchan cada lunes a sus tramas. Pero son más millones los españoles que nunca han visto un capítulo. Por lo que ni los unos ni los otros son singulares, pero a todos, de algún modo, les puede hacer sentirse especiales.

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Sobre la firma

Javier Salas
Jefe de sección de Ciencia, Tecnología y Salud y Bienestar. Cofundador de MATERIA, sección de ciencia de EL PAÍS, ejerce como periodista desde 2006. Antes, trabajó en Informativos Telecinco y el diario Público. En 2021 recibió el Premio Ortega y Gasset.

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