Berlín
‘Dogs of Berlín’ permite acercarse a una sociedad políticamente reunificada y socialmente dividida, en la que las diferencias de clase se complementan con una población multiétnica y multicultural


Pocas series más autocríticas con la nacionalidad de origen que Dogs of Berlín. Aparece el cadáver de un futbolista germano-turco brutalmente asesinado la víspera de un partido crucial de la selección alemana, de la que era la estrella. Dos inspectores radicalmente diferentes serán los encargados de resolver el caso: uno, Kurt Grimmer, con un pasado neonazi. El otro, Erol Birkan, también germano-turco, homosexual. Los diez capítulos que exhibe Netflix serán un paseo por los submundos más sórdidos de la capital.
Mafias berlinesas, mafias turcas y bandas neonazis irán alternándose en una trama en la que la violencia es la punta de un iceberg en el que se entremezclan las apuestas deportivas y sus correspondientes amaños, los chantajes, la xenofobia y la brutal defensa de los territorios de las bandas. En un ambiente así, los inspectores traspasarán las ya de por sí difusas fronteras de la legalidad, además de superar sus propias diferencias.
Un aspecto importante de algunas series es su información sociológica. Dogs of Berlín permite acercarse a una sociedad políticamente reunificada y socialmente dividida, en la que las diferencias de clase se complementan con una población multiétnica y multicultural. El distrito de Marzhan, que controla el clan Tarik-Amir, nada tiene que ver con las bandas de moteros turcos o los neonazis, y todo ello influye en la personalidad de los protagonistas: ser homosexual entre islamistas o policía con los de las cruces gamadas imprime carácter.
Christian Alvart es el director de la serie, con Sigi Kammi al frente de la producción. Es la segunda incursión de Netflix en Alemania tras la enorme aceptación popular y crítica de Dark, una sorprendente historia de terror, drama y toques sobrenaturales.
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