_
_
_
_
DIOSES Y MONSTRUOS
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Más años malos y todos ciegos

Recuerdo de un encuentro con Rafael Sánchez Ferlosio, un escritor que no se parecía a ninguno

Carlos Boyero
El escritor Rafael Sánchez Ferlosio.
El escritor Rafael Sánchez Ferlosio.JORDI SOCÍAS
Más información
Muere Rafael Sánchez Ferlosio, maestro singular de las letras españolas, a los 91 años
En la muerte de Rafael Sánchez Ferlosio
Diez libros de Ferlosio vistos por Ferlosio
Rafael Sánchez Ferlosio, una vida en imágenes

No recuerdo exactamente la fecha, pero sí la estupefacción, el rubor y el estremecimiento que me asaltaron cuando me reveló su identidad la persona con la que estaba hablando por teléfono. Tal vez fuera el año 93 o el 94. Me encontraba en la redacción de El Mundo reponiéndome de la intensidad y el tono incendiario de un debate sobre la televisión en un programa en Telemadrid que presentaba y dirigía Victoria Prego. Creo que salieron de mi indignada y sarcástica boca opiniones tan convencidas como destroyers sobre el estado y los contenidos de las televisiones y las respuestas de productores y ejecutivos de esos medios mostraban lógicamente su escándalo ante lo que yo expresaba. El único que parecía divertirse con esa batalla dialéctica era el irónico y muy sabio Chicho Ibáñez Serrador. Atendí con desgana inicial la llamada de ese desconocido. La voz era la de un señor mayor. Me comentó que estaba de acuerdo con lo que había contado en ese programa y que leía con notable interés los artículos sobre la televisión (en realidad nunca han sido, ni son, ni serán sobre lo que emite ese aparato) que escribía en el periódico.

Y me sugirió con timidez y mucha educación si podríamos conocernos y hablar un rato. Extrañamente, ya que no acostumbro a quedar con desconocidos, le contesté que sí. Y le pregunté su nombre. Me contó que se llamaba Rafael Sanchez Ferlosio. En ese momento la cabeza me empezó a dar vueltas, temí que se me cayera el teléfono de la mano, me pasaron cosas muy extrañas Él representaba mi mitomanía con causa, admiraba profundamente (aunque a veces me costara esfuerzo entenderle) su obra, me sentía deslumbrado por su inteligencia, su cultura, su heterodoxia, sus conclusiones demoledoras, la libertad de su pensamiento y de su espíritu. Su escritura es un género. Al que se acude con fervor. Sean novelas, relatos, ensayos, o artículos publicados en la prensa. Los dos que me han impresionado y deleitado siempre como lector de periódicos son uno de Ferlosio, publicado en EL PAÍS y titulado corrosivamente “La cultura, ese invento del Gobierno”, y otro de Fernando Savater, publicado en la fenecida revista Cuadernos para el diálogo, que tituló “La cultura como forma de hastío“.

Cuando me repuse del maravilloso susto de conocer su identidad creo haberle dicho que para mí era un honor conocerle y que a su disposición quedaba. Me citó en el café Comercial. Me sentía muy nervioso. Apareció con aire de despiste y en zapatillas. Eran las cuatro de la tarde y nos despedimos de noche. Al presentarnos me conmovió que me dijera: “Discúlpeme, pero me he permitido el atrevimiento de traerle un par de libros míos y fotocopias de los artículos que he escrito sobre la televisión. Esos libros eran el imprescindible Ensayos y artículos y otro que amo especialmente Vendrán más años malos y nos harán más ciegos. Ya los tenía en un lugar privilegiado de mi biblioteca, por supuesto, pero me dio vergüenza decírselo. Y hablamos de muchas cosas, incluido el amor común que sentíamos por la literatura negra y detectivesca, y de cuestiones personales, también de las adicciones que habíamos tenido a diversas sustancias en algún momento de nuestras vidas. La interminable, divertida e inolvidable conversación a lo largo de cuatro o cinco horas era fluida, maliciosa, humorística, cálida y natural. Al despedirnos me invitó a visitar un fin de semana Coria, para enseñarme el pino más antiguo de España. No volvimos a vernos. Mejor. Quedé tan agradecido como fascinado. Guardo como oro en paño aquel encuentro. Y se me pone un nudo en la garganta al saber que jamás volveré a leer nada nuevo de un escritor y pensador que no se parecía a ninguno, de este hombre libre.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_