Pederastas
Han descubierto el pecado después de cientos de años. Qué hipócritas. El Vaticano hace un cónclave para denunciar la pederastia
Descubrí el significado, los atributos y los desmanes cotidianos del poder en el internado de un colegio religioso, en esa edad, entre la infancia y la adolescencia, en la cual el protagonismo de la incertidumbre, las dudas, el miedo, pueden marcar el final de la inocencia. Y no he olvidado el olor de algunas sotanas, el aliento halitoso y frecuentemente aguardentoso de sus portadores, gentuza que alimentaba su neurosis, su vacío, su frustración o su sadismo cebándose con esos niños a los que presuntamente debían educar, utilizando como norma el castigo físico y mental. Lo hacían porque querían y podían, sabiéndose impunes, con la bendición de su dios, pretendiendo adoctrinar, machacando a los débiles.
Y como estaban obligados al celibato, pero estaban expuestos a los ardientes deseos de la carne, violaron ancestralmente a incontables críos, convirtieron la pederastia en algo cotidiano, protegida por las sombras y por los jefes del tinglado. Y si se pasaban demasiado en su vicio y las sospechas se tornaban escandalosas evidencias, los pastores de la Iglesia les cambiaban de diócesis o de parroquia para que siguieran encontrando carne fresca y renovada. Los lobos nunca pisaron las mazmorras. Morirán en sus camitas. Incluso es probable que vayan al cielo. La comprensión y la piedad son virtudes que distinguen al Altísimo.
Y cómo no ser escéptico ante la “tolerancia cero” que ahora proclaman los jefes del rebaño. Han descubierto el pecado después de cientos de años. Qué hipócritas. Y el Vaticano hace un cónclave para denunciar la pederastia. Asegura un arzobispo que “ha llegado el momento de la verdad, aunque dé miedo y nos humille”. Que le pregunten a las víctimas por el miedo y la humillación. Su sabiduría debe de ser enciclopédica. Y a perpetuidad. Pero entiendo que el gran negocio de la Iglesia está en crisis. Se necesitan estrategias humanistas y justicieras, actos de contricción, pintar la fachada.
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