Vancouvers, el regreso del ‘punk-pop’ de Malasaña
La banda, muy querida en la escena alternativa madrileña de los noventa, se vuelve a reunir en una gira
Solo Malasaña pudo concebir una rareza musical en nuestro país como Vancouvers, el cuarteto admirado por Alex Chilton (The Box Tops, Big Star) y una de esas pocas formaciones que, por su destreza instrumental, parecían salidas de Estados Unidos o Reino Unido. Una estupenda anomalía de la que se dejó de saber hace más de dos décadas. Parecía incluso como que no hubiesen existido, sólo recordados por los más melómanos o borrachos del lugar. Pero lo hicieron, con sus canciones como píldoras explosivas. Y ahora regresan.
No lo hacen por un ejercicio de nostalgia -tan de nuestros días-, ni siquiera por una cuestión de pasta -¿alguna vez la vieron?-. Lo hacen por un amigo fallecido: Rafa Fustes, insigne dueño del icónico Flamingo Bar de la Malasaña. Su concierto homenaje volvió a reunir sobre el escenario a Marta Romero, Juan Santaner, Ángel Cubero y Kiki Tornado. Y, tras 21 años sin tocar juntos, saltó el chispazo. “Nos reunimos sin presión, de forma natural, para volver a divertirnos”, comenta Santaner, quien se dedica a la promoción musical después del fin de la banda. “Fue un reencuentro con gente que quiero mucho y me llenó mucho volver a pensar en Vancouvers”, confiesa Romero, cantante del grupo y dedicada desde su fin a trabajar en una oficina administrativa.
Fundados en 1988 en la Facultad de Filología por Marta Romero y Juan Santaner, Vancouvers se separaron en 1997 tras años sobreviviendo en la carretera. La ruptura se precipitó tras el fin de la relación sentimental entre Marta y Juan, ahora amigos. Hoy, su regreso ha pasado de anecdótico a coger fuerza. A principios de enero tocaron en Bilbao y este viernes 18 lo harán en la sala Joy Eslava. “Si me lo dices hace cuatro meses, ninguno nos lo pensábamos”, apunta Santaner, quien cuenta que este año tienen programada una gira con paradas en distintos festivales y esperan sumar más bolos.
Antes de que la gentrificación, el turismo low-cost y la locura de los airbnb devorase el espíritu original de Malasaña, el barrio fue un caldo de cultivo de grupos de rock, en todas sus variantes, bajo el ambiente canalla y alternativo de sus mejores bares como La Vía Lactea, El Tupperware, Free Way, Moloko, Angie, Louie Louie o Nueva Visión. Y, entre todos, el Flamingo, lugar de encuentro de muchos activistas culturales de la escena Malasaña. “Allí nos reuníamos Los Enemigos, Sex Museum, Def Con Dos…”, explica Santaner.
Entonces, Malasaña no era lo que hoy es. Quizá tampoco lo que los cronistas más románticos quieren que hubiese sido. Pero durante mucho tiempo, entre el final de la movida y la eclosión del indie español, fue una escena musical tan viva y variada que marcó a la noche madrileña, sirviendo de espejo a muchos fuera de la capital. “Tengo muy claro que hubo una escena de Malasaña pero el problema es que no teníamos un estilo definido. Cada uno hacía una cosa distinta. Eso sí, el sonido Malasaña era el rock and roll. Y había comunidad”, dice Santaner. Romero apunta lo mismo: “No era muy homogénea porque cada uno tirábamos para un lado. Todos nos caíamos muy bien y quedábamos a tomar cervezas. Cada banda era muy personal. No era como el indie actual, donde algunos son copias de lo demás”.
En esa efervescencia, Vancouvers tenían su sello de identidad. Su rock and roll malasañero suponía una bisagra entre el proto-grunge o derivado de la música alternativa de gen americano y el power-pop. “Había un fanzine de la época que nos llamaron ‘los enanos intelectuales del rock”, cuenta Santaner entre risas. “Éramos demasiado pop para el punk y demasiado punk para el pop. Se puede decir que estábamos en tierra de nadie, pero las canciones creo que han perdurado”, añade Romero. En discos como No Particular Place (1990), Quintessential (1992), Assorted Cookies (1994) o Up To You (1996), planeaban influencias tan fascinantes como Big Star, Replacements, R.E.M., Hüsker Du, Saints, Neil Young, Green Day, Posies o Radio Birdman. Un explosivo combo interpretado con rabia juvenil. “Todo muy loco. Era punk-pop. Actitud punk con melodías pop”, sentencia Santaner.
Consiguieron llamar la atención de grandes en la sombra de la música norteamericana como Alex Chilton, Young Fresh Fellows o el productor Mike Mariconda. “Alex Chilton tocó en Madrid y le entregamos una maqueta. Tocó una canción nuestra en directo en Manchester. Nos lo tuvimos que creer cuando una tercera persona nos lo confirmó. Nos mandó una carta manuscrita para pedir producirnos. Fue maravilloso”, cuenta Santaner, quien reconoce que Chilton, adicto a las drogas, era un tipo muy peculiar, que no recordaba haber grabado con el guitarrista de soul Steve Cropper, piedra base del sello Stax. “Había mucha diferencia generacional. Yo creo que nos veía como cuatro niñatos españoles y tal vez no éramos tan rockeros como tal vez pensaba. No aprovechamos tanto con él como deberíamos, pero nos dejó mucha libertad. Hizo todas las mezclas. Hablábamos mucho con él. Aprovechamos más con Mike Mariconda y, sobre todo, con Paco Loco. Estar con él era siempre espectacular”, señala Romero.
Vancouvers. El regreso. Con gira y nuevas canciones. O como afirma Marta Romero: “Aquellos años de juventud sirvieron para algo”.
Babelia
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