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Blogs / Cultura
El toro, por los cuernos
Por Antonio Lorca

Ministra, partidos, taurinos..., ¿por qué todos se empeñan en utilizar los toros?

La tauromaquia, en la picota y sin rumbo, por la ofensiva de unos y la pasividad de otros

Morante de la Puebla, en la Maestranza de Sevilla.
Morante de la Puebla, en la Maestranza de Sevilla.Paco Puentes
Antonio Lorca

Primero, fue Vox, el partido político que ha conseguido un inesperado triunfo en las pasadas elecciones andaluzas. Algunos andan empeñados en demostrar que el sector taurino del sur ha tenido una influencia capital en esta sorpresa porque la formación dice defender la fiesta, Morante se presentó como ferviente chófer de una furgoneta de reparto publicitario electoral, y su líder, Santiago Abascal, visitó la tumba de Joselito el día de las elecciones junto al torero de La Puebla.

Después, la ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, acudió a Onda Cero, le preguntaron su opinión sobre la fiesta de los toros y su respuesta antitaurina encendió los ánimos.

Y, por último, los taurinos -las figuras más reconocidas, los grandes empresarios, los ganaderos de postín y las asociaciones que los representan-, callan, fieles a su política de silencio y a su tradicional apego a guarecerse bajo un gran paraguas cuando diluvia.

En fin, que el patio taurino anda revuelto e inmerso en una vana polémica; los toros, otra vez, utilizados políticamente por unos y otros, y entre todos los van a matar.

Teresa Ribera, aunque inoportuna, tiene derecho a expresar su opinión sobre los toros

¿Quién ha dicho que Vox es un partido taurino? ¿Qué dice su programa? Defiende la tauromaquia como ampara el jamón, la paella, el sombrero cordobés o la jota; defiende los toros como lo hace con todos los supuestos signos nacionales de este país. Y hace bien, pero esa característica no lo convierte en partido taurino.

En uso de su libertad como ciudadano, Morante de la Puebla puede apoyar al partido que su corazón le dicte, pero, a efectos taurinos, su único escenario posible es el ruedo. Intentar erigirlo en representante del toreo en el partido de Abascal es, cuando menos, una insensatez.

Si fuera verdad, como mantienen algunos, que quienes comen y disfrutan con los toros han elevado a las alturas a Vox, habría que concluir que ya ha tardado el sector y la afición en aclarar las ideas; nada menos que 36 años, que son los que ha gobernado el PSOE en Andalucía. No. No están los aficionados tan vertebrados y concienciados como para un cambio de timón de ese calibre.

Teresa Ribera, ministra de Transición Ecológica.
Teresa Ribera, ministra de Transición Ecológica.Uly Martín

En suma, no hay constancia científica alguna de que el partido sorpresa haya recibido un voto masivo de taurinos. Y, además, ¿no estaba claro hasta ahora que la tauromaquia no es propiedad de ninguna sigla y que sus seguidores se reparten entre las distintas clases sociales y credos políticos? Pues, eso; que no es imaginable que un votante inteligente cambie el sentido de su voto porque Morante se fotografíe al volante de una furgona con publicidad de Vox. El cambio se produce por razones más serias.

Por cierto, a renglón seguido, Pablo Casado, presidente del PP, se ha aprendido unos cuantos datos taurinos, ha salido a la palestra pública y solo le ha faltado fotografiarse vestido de luces. A buenas horas…

La ministra.

Ni la ministra es el problema ni Vox la solución

Teresa Ribera acude a Onda Cero, le preguntan por los toros y responde textualmente lo siguiente:

“Me gustan los animales vivos, y no soy partidaria de los toros ni de la caza. Ninguno de los dos forma parte de mi responsabilidad, o sea, que soy prudente. Y desde el punto de vista personal tengo mi opción, y es disfrutar de los animales vivos, y siempre me ha resultado llamativo que haya gente que disfrute con ver morir o sufrir a los animales. La verdad es que no lo entiendo. Creo que eso está cambiando rápidamente, y que los patrones culturales y valores sociales lo hacen a ese ritmo. Por tanto, sin interferir con lo que no me toca, simpatizo con ese planteamiento”.

El periodista aprovecha la circunstancia y le hace la pregunta del millón:

-A nivel personal, ¿prohibiría la caza y los toros?

La ministra se lo piensa, titubea, guarda silencio por un instante y, finalmente, balbucea.

-“Bueno…, efectivamente”.

También son ganas de molestar…, ciertamente, pero la señora Ribera está en su derecho de expresar libremente lo que considere sobre la caza y los toros. Es decir, no tiene que ser aficionada por formar parte del Gobierno. Además, su declaración es tan inoportuna para los aficionados como coherente y acertada para quienes no lo son. Y ella pensaría, quién sabe, que es más rentable y políticamente correcto manifestarse en contra de la caza y los toros que mantenerse al margen de la polémica, a pesar de que se le supone un vasto conocimiento sobre las bondades medioambientales de la caza y la ganadería brava. Pero el medio ambiente no vota.

Porque no está claro cuál es el problema. ¿Qué es más grave? ¿Qué la ministra exprese su opinión y avive la porfía o que guarde silencio? Porque son legión los políticos de todo el arco ideológico que mantienen la boca cerrada y no votan nunca a favor de una iniciativa taurina (el PSOE, por ejemplo), o aprueban leyes taurinas y las encierran en un cajón (el caso del PP).

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Mientras tanto, los taurinos callan, cuando son ellos los llamados a defender su pan de cada día, a levantarse contra el olvido y el maltrato de las administraciones públicas (recuérdese el tiempo que hace que TVE dio la espalda a los toros con gobiernos de unos y otros), y luchar de verdad, por el respeto debido a un patrimonio cultural que interesa a millones de españoles.

Todo lo demás es una vil utilización, una milonga, echar balones fuera, culpar a otros de los males propios y perder el tiempo que otros ganan.

La fiesta de los toros no necesita a Vox ni a partido político alguno porque solo es propiedad de quienes disfrutan con el toro en la plaza.

La fiesta no tiene que contentar a todos.

La fiesta exige seriedad, compromiso y respeto.

Precisamente por ello, lo más grave no es que una ministra exprese una opinión contraria, sino que muchos políticos no digan ni pío y permitan que la tauromaquia se desangre.

Debiera preocupar más que el taurinismo al completo hiberne al margen de la actualidad, alejado y despreocupado de los problemas reales.

La fiesta de los toros no la salvará Vox ni la hundirán los antitaurinos; morirá de inanición el día que los enemigos proclamen la victoria final por la cobardía, la huída y la ineptitud de quienes tienen la obligación de velar por ella.

Ese sí es el drama. Ni la ministra es el problema ni Vox la solución.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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