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Crónica
Texto informativo con interpretación

En la hora de los adioses

Haydn "organizó" una sinfonía para que los músicos pudieran volver a casa con sus familias

La mejor manera de conocer a Joseph Haydn (1732-1810) es su propia música, pero merece la pena apurar el retrato del compositor austriaco con la biografía que escribió su amigo Georg August Griesinger el mismo año de la muerte.  No es exhaustiva en cuanto a fechas ni a documentación histórica, pero se antoja irremplazable para acercarse a la personalidad inquieta e ingenua de Haydn, afable y sencilla, también reflexiva y trascendente porque el maestro era consciente de haberse garantizado la posteridad.

El mérito de Griesinger consiste en exponernos a Haydn desde la naturalidad. No se trata de una hagiografía ni de un panfleto fanático. Se trata de un caleidoscopio desordenado, incluso caótico del que se desprende la picardía inocente del compositor y del que emana un equilibrio asombroso entre la academia adquirida y el genio innato.

Partiendo de un desmentido: la ingente obra de Haydn podría sobrentender que las musas lo acunaban a su antojo, pero es el autor de La creación -nunca mejor dicho- quien puntualiza el esfuerzo que le suponía escribir una ópera o una sinfonía. Le asistían la "ponderación y la diligencia". Y se atenía a un esquema compositivo que Griesinger resume en la fluidez de la melodía, la interrelación de las ideas, la ausencia de los aspectos superfluos y el descarte de los acompañamientos aturdidores.

La receta supo desarrollarla Haydn desde una posición de privilegio. No sólo por cuanto el mecenazgo del príncipe Esterhazy y la fertilísima experiencia londinense le permitieron escribir con libertad y garantías pecuniarias. También porque Haydn, entonces y ahora, tanto atrae al espectador cultivado como a las audiencias populares. Es un compositor asequible y complejo al mismo tiempo, de forma que los únicos requisitos para escucharlo con sensación de plenitud radican en la sensibilidad... y en el sentido del humor.

De otra forma no se explicaría la anécdota de la Sinfonía de los adioses, es decir, cuando el maestro Haydn concibió un movimiento epidémico en cuyo desarrollo los músicos de la orquesta iban abandonando el atril hasta quedarse en cuadro el concertino.

Ha circulado la versión según cual Haydn pretendía reivindicar ante el príncipe Esterhazy la precaria economía de sus músicos y conjurar el riesgo de que fueran licenciados, pero Griesinger recurre a la fuente directa para recordar que la mascarada era una manera de pedir vacaciones, de forma que los instrumentistas pudieran reunirse con sus mujeres. Volver a casa. Y saber cómo y cuándo hacerlo.

Georg August Griesinger, preceptor y diplomático, fue un testigo excepcional de la época. Trató a Beethoven personalmente y tuvo la oportunidad de intimar con Haydn cuando el compositor era tan famoso como anciano. De hecho, el libro se resiente de la memoria selectiva del compositor, pero resulta emocionante cuando Haydn admite y exalta la genialidad de Mozart en la cima del panteón: "Porque si yo pudiera imprimir en el alma de todos los amantes de la música, pero especialmente de los grandes, las obras inimitables de Mozart, tan profundas y con una tal inteligencia musical, con un sentimiento tan grande como con el que yo las comprendo y las siento, las naciones competirían por poseer semejante joya dentro de sus fronteras".

Como recompensa de la Historia, Haydn es uno de los compositores más interpretados. No sólo en las salas de concierto. Suya es la paternidad del himno de Alemania, de forma que los actos oficiales y los partidos de fútbol representan una oportunidad para llegar a la esencia de la música entre las páginas del cuarteto del Emperador.

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