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Feria de Albacete

Los toros también tienen mala suerte

Seria y noble corrida de la ganadería de La Quinta y nueva puerta grande para Rubén Pinar

Rubén Pinar, en un derechazo, ante el primer toro de su lote.
Rubén Pinar, en un derechazo, ante el primer toro de su lote.María Vázquez

En el toreo, como en la vida, la suerte juega un papel fundamental. Por la mañana, en el sorteo, y por la tarde, antes de salir al ruedo, a los toreros, de oro y de plata, se les desea suerte. “¡Suerte torero!”, “¡suerte maestro!”. Y eso está muy bien, pero, ¿y los toros?, ¿quién se acuerda de su fortuna? Sí, los toros también pueden tener buena o mala suerte. Todo depende de en qué manos caigan, a qué toreros corresponda su lidia.

Por ejemplo, en la novena de la Feria de Albacete podríamos decir que los toreros tuvieron buena suerte y, sin embargo, los toros, mala. A los de luces les correspondió una corrida de gran nobleza, que tuvo calidad y opciones claras de lucimiento; a los de cuatro patas, en cambio, les tocó ser lidiados por tres toreros muy limitados -en distintos sentidos- y que no supieron aprovechar sus virtudes.

LA QUINTA/PALACIOS, PINAR, GARRIDO

Toros de La Quinta, muy bien presentados -salvo el tercero-, serios, astifinos y en tipo; de buen juego en conjunto por su nobleza y calidad. Les faltó casta y fiereza.

Andrés Palacios: estocada corta tendida y contraria (saludos); tres pinchazos _aviso_, dos pinchazos más y un descabello (saludos).

Rubén Pinar: bajonazo recibiendo (oreja con petición de la segunda); estocada atravesada y un descabello (oreja).

José Garrido: estocada tendida, desprendida y algo contraria (aplausos); pinchazo y estocada (saludos).

Plaza de toros de Albacete. Domingo, 16 de septiembre. 9ª de la Feria de la Virgen de los Llanos. Menos de tres cuartos de entrada.

Un encierro de La Quinta que, en otras manos, probablemente, habría sido de lío. En mayor o menor medida todos embistieron y no hicieron ni un extraño. En contra de lo esperado, la corrida no desarrolló peligro ni complicaciones y puso en bandeja el triunfo. Eso sí, el tremendo trapío que lució no era apto para todos los corazones (ni braguetas).

Muy en tipo de Santa Coloma, finos y bonitos de lámina, y serios y astifinos de cuerna, los pupilos de la familia Martínez Conradi devolvieron la categoría a la plaza de Albacete y fueron recibidos con aplausos según fueron saliendo de chiqueros. Una corrida de plaza de primera en la que, claro está, no había figuras de por medio.

En su lugar, tres toreros modestos necesitados de oportunidades y contratos. Pero sólo uno de ellos la aprovechó. Rubén Pinar, que ya salió a hombros en la corrida de Torrealta del miércoles, volvió a abrir la puerta grande tras una templada actuación. El de Tobarra, inteligente y capaz, dio una lección de oficio, aunque anduvo por debajo de su primero.

Ese segundo, un precioso cárdeno muy claro que no terminó de emplearse en el caballo, albergaba en su interior temple y ritmo extraordinarios. Con un punto más de casta y fiereza, ‘Jilguerito’, que así se llamaba, habría sido de bandera. Frente a él, Pinar anduvo muy templado y ligó de principio a fin las tandas de muletazos, pero siempre citó al hilo y despidió hacia afuera las embestidas. Un cambio de mano, profundo y al ralentí, fue lo mejor. Quiso apostar el manchego matando en la suerte de recibir, pero se le fue la mano y dejó un bajonazo.

Más meritoria fue su labor ante el quinto, un animal gazapón y más deslucido al que llevó siempre muy tapado en un alarde de técnica y temple. En esos hipnóticos redondos, casi infinitos, sobrevoló el recuerdo del llorado Dámaso, ‘rey del temple’.

Como cabeza de cartel y en sustitución de Fortes, el local Andrés Palacios tuvo una nueva oportunidad y demostró lo de siempre: que es un torero de clase muy justo de valor. Si bueno fue el que abrió plaza, mejor aún fue el cuarto, de gran clase, recorrido y humillación. Dos toros para bordar el toreo que se fueron con las orejas. Muy al final, y tras mostrarse precavido, Palacios dejó detalles de su buen concepto en un puñado de naturales de excelente trazo que ejecutó muy de frente y de uno en uno.

En preocupantes horas bajas, José Garrido dijo poco con la muleta, aunque demostró su facilidad y buen estilo con el capote en dos recibos a la verónica -el primero rodilla en tierra- de enorme gusto y cadencia.

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