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Solo detalles en el cierre del certamen de novilladas nocturnas en Las Ventas

David Salvador y André Lagravére El Galo fueron ovacionados ante insulsos novillos

David Salvador fue ovacionado tras su labor ante el quinto de la noche.
David Salvador fue ovacionado tras su labor ante el quinto de la noche.Plaza1

Los tres novilleros que hicieron el paseíllo en la cuarta nocturna del mes de julio en Las Ventas dejaron esperanzadores detalles, cada uno en su estilo, ante una muy desigual e insulsa novillada de La Ventana del Puerto.

Largo como un tranvía pero vareado de carnes y amable de cara, el primero de Alejandro Gardel salió abanto y con escasas fuerzas. Un trámite fue el castigo en varas, y un calvario el tercio de banderillas.

Hubo gusto en el prólogo. También encaje y torería. Y una primera tanda también de cierto pellizco por el derecho. Otras dos posteriores todavía mejores, más asentadas, más templadas y por abajo, con notable pulso para que todo saliera limpio y compactado. Y a todo esto, el novillo embistió con mucha calidad.

VENTANA DEL PUERTO/GARDEL, SALVADOR, EL GALO

Cuatro novillos de La Ventana del Puerto y dos -cuarto y quinto- de Puerto de San Lorenzo, desiguales de presentación y juego. El mansito y blando primero tuvo calidad en la muleta; rebrincado y sin clase, el segundo; flojo y sin recorrido, el tercero; noble y sin celo, el cuarto; sosote, el quinto; flojo y desclasado, el sexto.

Alejandro Gardel: pinchazo y bajonazo (silencio); y pinchazo y bajonazo (silencio).

David Salvador: dos pinchazos y bajonazo (silencio); y pinchazo y estocada ligeramente tendida (ovación).

André Lagravére El Galo: pinchazo y media atravesada (silencio); y pinchazo, estocada trasera entrando sin muleta y dos descabellos (ovación).

En cuadrillas, Raúl Cervantes saludó tras banderillear al cuarto.

Plaza de Las Ventas. 27 de julio. Último festejo del Certamen de Novilladas de Promoción. Un cuarto de entrada (7,723 espectadores, según la empresa).

Buena impresión la del madrileño. Cuatro detalles por el izquierdo y otros tantos adornos fueron el corolario a una labor malograda finamente con los aceros.

Más bajito y regordío, el cuarto, al que Gardel recibió con elegantes verónicas, a la postre, lo único destacable, pues al utrero, muy justo de fuerzas, le faltó celo en sus nobles acometidas. Gardel volvió a dejar fogonazos de su buen estilo dentro de un conjunto que no llegó nunca a tomar vuelo.

David Salvador dejó su carta de presentación con un garboso saludo a la verónica al segundo, un novillo más serio por delante. Se dejó pegar (poco y mal) en el caballo, y se dolió e hizo hilo en banderillas. Milagroso el quite del propio Salvador a su peón Jesús Fernández antes de brindar al público.

No tuvo clase el utrero en el último tercio, rebrincado y con la cara muy suelta. El novillero aragonés, aunque salmantino de adopción, lo entendió a la perfección y, si bien en lo artístico no pudo resolver, al menos se vio que le funciona la cabeza. La espada, en cambio, debe pulirla.

Al quinto, más basto de hechuras, le costó desplazarse, y Salvador, que volvió a dejar retazos del buen corte que atesora, no pasó nuevamente de los detalles sueltos.

El primero de El Galo era guapo de verdad. Y serio. Pero lo bueno que tenía por fuera le faltó por dentro; sobre todo, fuerzas. Espectáculo y facultades exhibió el franco-mexicano con los palos, entre los que se desenvolvió con desparpajo. Variado y certero. Primera ovación de la noche. Otra más en el brindis. Faena de pases de uno en uno con cierto encaje en la distancia corta, mas al conjunto le faltó redondez, limpieza y, sobre todo, ligazón.

Un final entre los pitones, rodillazos incluidos, volvió a despertar a los tendidos, que agradecieron el esfuerzo desordenado de El Galo, que, tras fallar a espadas, acabó silenciado.

Con más alegría que ninguno de sus hermanos acudió al caballo el sexto, al que el Galo quitó por vistosas zapopinas. Nuevamente exhibió músculo con los rehiletes, aunque su forma de clavar se antojara un tanto burda; como su quehacer con la muleta, que apenas interesó más que en la estocada que agarró entrando sin muleta ante un novillo que tampoco se prestó lo suficiente, sin fuerzas, sin clase, sin humillar...

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