La madurez exitosa de Love of Lesbian
La banda celebra dos décadas de carrera con ‘El gran truco final’, un disco en directo grabado hace un año en un abarrotado WiZink Center en Madrid
De los años del prueba y error al éxito abrumador. Love of Lesbian celebran su vigésimo aniversario como banda viviendo el mejor momento de su carrera y celebrando con la publicación de El gran truco final, un disco en directo grabado en noviembre de 2017 durante el concierto que ofrecieron en un abarrotado WiZink Center. “Teníamos los medios, las ganas y la madurez profesional para hacer un disco así. El riesgo es que nos jugamos todo a una noche y esto se lleva jodidamente mal”, reconoce Santi Balmes, cantante y compositor del grupo, quien el día de la presentación del trabajo –el pasado 17 de mayo- rompió a llorar como una magdalena. “No era consciente de la tensión acumulada que seguía llevando después de un año”.
El gran truco final supone el colofón a 20 años de trayectoria, pero también el agradecimiento a la lealtad a su público que les acompaña también en los discos. El Poeta Halley, publicado en 2016, les valió un disco de oro. Sucedió lo mismo con La noche eterna. Los días no vividos, editado en 2012. “Los primeros años fueron una prueba-error. Una búsqueda de identidad. Es como la pubertad en la que deseas ser otra cosa. La edad adulta la alcanzamos con 1999”, explica Balmes. Su compañero, el guitarrista Julián Saldarriaga, coincide: “Con el Poeta Halley alcanzamos el punto de madurez. Parecía un disco complicado, de escucha lenta, porque tiene temas largos y mensajes cargados de metáforas y trampas, pero la gente lo ha entendido. Es muy bonito porque el artista tiende a creer que tiene que darle las cosas mascadas al oyente para que las entienda y con este trabajo descubrimos que hay un público ávido de un reto, que agradece el desafío intelectual”.
En estas dos décadas, la banda, que este fin de semana ofrece conciertos en el Circo Price de Madrid para celebrar su trayectoria, ha vivido en primera persona cómo la transición hacia la dictadura de lo políticamente correcto trae consigo una amenaza: la de poner vallas a la creatividad de artistas a los que hoy se explota como modelos de conducta involuntarios. “Si quisiera dar ejemplo o aleccionar, en vez de a la música o la escritura, me hubiera dedicado a la política o al profesorado”, apunta Balmes, que continúa: “Artísticamente no deberíamos ponernos límites jamás. Lo que cantas o escribes no tiene por qué ser necesariamente lo que piensas. Lolita es una obra de arte y trata un tema que en estos momentos no se atrevería a publicar ninguna editorial. No deberíamos valorar al artista como persona, sino la calidad de su obra”.
Cuando Love of Lesbian empezaron, las redes sociales no dominaban la vida la forma de relacionarse del mundo. Hoy el anonimato que ofrecen envalentona a cualquiera con ánimo de hacer juicios rápidos. Uno de los últimos en convertirse en cabeza de turco de esta peligrosa tendencia ha sido Mikel Izal. El cantante de Izal fue señalado en Twitter como acosador por varias personas anónimas que no aportaron ningún tipo de prueba que validara las fuertes acusaciones. “Es una sensación de vulnerabilidad tan atroz que lo único que provoca es fobia a las redes sociales. Dan ganas de un exilio 2.0. Se sacan de contexto cosas y difama que algo queda… Esperemos que todo vuelva al cauce del sentido común y que dejen de usarse las palabras de una manera capciosa para destruir a una persona”, opina el cantante barcelonés. “Las redes sociales son una trituradora del perfil de una persona. Luego se demuestra que no es cierto pero el daño ya está hecho”, apunta Saldarriaga.
Antes de que las redes sociales se instalaran en las vidas y en los teléfonos móviles de la población, apenas se conocían aspectos de la vida personal de los artistas. Había que indagar en la biografía para descubrir algo más. Hoy, casi sin buscarlos, los trapos sucios de cualquier persona salen a la luz. Antes de WhatsApp, Facebook, Twitter e Instagram, las cotas de productividad eran mucho más altas. “La mayoría de escritores del siglo pasado no hubieran escrito ni la mitad si hubieran tenido WhatsApp. Te descentra todo el rato. Estás físicamente en los sitios pero nunca estás del todo. No tener WhatsApp es la nueva libertad”, afirma Balmes, que abandona su teléfono encima de una mesa del hotel madrileño donde acontece la entrevista para hacerse las fotografías.
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