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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Trece razones para no ver la segunda temporada de ‘Por trece razones’

¿Era necesario volver otra vez sobre una historia que ya estaba contada? La respuesta es no

Natalia Marcos

La primera temporada de Por trece razones sorprendió: no solo consiguió su objetivo de generar conversación sobre unos temas tan complicados como el suicidio juvenil, el acoso escolar o el abuso sexual; también sorprendió la forma de contar la historia. La excusa de las 13 cintas en las que Hannah Baker repasaba los que para ella eran los motivos de su decisión funcionaba y enganchaba bien con los flashbacks que mostraban lo ocurrido desde el punto de vista de Hannah. La historia quedaba contada al final de la primera temporada. Pero el éxito es lo que tiene y Netflix encargó una segunda entrega. ¿Tenía sentido seguir dando vueltas a algo que ya había terminado? Una vez vistos los 13 capítulos de la segunda temporada, la respuesta es sencilla: no.

Igual que Hannah tuvo 13 razones para acabar con su vida, nosotros tenemos otras 13 por las que no era necesaria la segunda temporada de la serie (ojo, a continuación hay detalles del contenido de la segunda entrega de Por trece razones).

Por trece razones, bienvenida a tu cinta:

- El fantasma de Hannah Baker

Aunque en la serie haya un buen puñado de personajes, quizá la cara más reconocible ha sido la de la debutante Katherine Langford con su buena interpretación de Hannah. Pero una vez que ya había contado su historia, ¿cómo podemos justificar mantenerla en pantalla? Como los flashbacks ahora no iban a estar tan centrados en ella como en la primera entrega, la solución que se les ocurrió fue convertirla en un fantasma que acompaña a Clay y que hace visible que el chico no ha superado su muerte. Sin embargo, lo que a alguien le pareció una buena idea sobre el papel, en la ejecución no ha funcionado y el fantasma de Hannah se ha hecho cansino y, sobre todo, innecesario.

- La historia ya estaba contada

Argumentalmente, esta historia ya no daba más de sí. Por trece razones contaba la historia del suicidio de Hannah Baker. Ahora lo que se ha hecho es dar más vueltas todavía sobre lo mismo una y otra vez. Es un error frecuente en las series eso de estirarlas hasta que el chicle no da más de sí. No pasa nada si una serie termina con una sola temporada si la historia ya está contada.

- Sin cintas no hay razones 

Las grabaciones que dejó Hannah antes de morir servían de hilo conductor para vertebrar toda la primera temporada. Ese recurso se agotó con la cinta número 13 y en la segunda entrega no han sido capaces de encontrar un nuevo recurso que funcionara igual de bien. El juicio de los padres de Hannah contra el instituto y la declaración de los chicos y algunos profesores pretendía mantener esa estructura, cambiando el punto de vista al de cada uno de los declarantes, pero no ha sido igual de efectivo que escuchar la voz de Hannah contando su propia historia. Sin las 13 cintas, la serie se ha quedado sin sus 13 razones.

- De nuevo, demasiado capítulos y demasiado largos

A la primera entrega ya le sobraba duración. Los 13 capítulos había que mantenerlos para que tuviera sentido el título y para encajar las cintas, pero a los episodios les sobraban muchos minutos. Y en esta temporada ha vuelto a ocurrir lo mismo. No es necesario que cada episodio dure una hora y que alguno pase de los 60 minutos. A cada capítulo le sobran por lo menos 15 o 20 minutos.

- Clay, ¡pero qué haces!

Ver Por trece razones es pasarse todo el capítulo gritando a la pantalla "¡¿pero por qué haces eso?!". Desespera la acumulación de malas decisiones que toman sus protagonistas, demasiadas incluso para justificarlas por su edad. El caso más claro es el momento en el que Clay decide que es buena idea publicar en Internet las cintas. Lo que en la primera temporada había circulado de forma clandestina entre los implicados, ahora estaba al alcance de todo el mundo, incluyendo descripciones de violaciones. Qué más da, total...

- Las polaroids, el club... ¿Y?

Según lo habían vendido en los avances, parecía que las cintas iban a ser sustituidas ahora por polaroids, lo que podía ser una buena idea para seguir usando material vintage para contar una historia del siglo XXI. Pero las fotos solo sirvieron para que los personajes iniciaran una investigación sobre un lugar, el club, en el que se habían producido más violaciones y que tampoco ha aportado mucho más.

- Hannah y Zach

La mayoría de los acontecimientos sobre los que se vuelve en esta temporada ya los conocíamos. Entre las novedades, una de las cosas que más llama la atención es la larga relación que mantuvieron Hannah y Zach y sobre la que no se había dado ninguna pista antes. Otra muestra más de que la historia ya estaba contada y que, para tener contenido para otra tanda de capítulos, había que sacarse de la manga cosas, traicionando lo que ya se había contado antes.

- La narración ya no es novedosa ni interesante

Una de los aspectos mejor conseguidos en la primera temporada era la forma de hilar la narración, con esos flashbacks en los que el color de la imagen cambiaba ligeramente. Ahora ese recurso se ha querido mantener, pero al perder su originalidad, ya no funciona igual de bien que en la primera temporada y la narración no ha cuajado. Por otra parte, a muchos espectadores al arrancar la segunda tanda de capítulos les costaba recordar en qué punto había quedado cada uno y costaba entender qué estaba pasando, quizá por culpa de la cantidad de personajes que hay.

- Remarcar y hacer evidente el mensaje

El fondo de la serie es importante, visibiliza temas tabú de los que no se suele hablar y en los que muchos adolescentes se pueden ver reflejados, aunque la forma en la que se recogen puede ser discutible y, de hecho, ha provocado reacciones en contra. En la segunda temporada se refleja en parte ese debate. En una conversación entre Clay y Mr. Porter se plantea el efecto contagio del suicidio y si es positivo hablar de ello o no. La serie defiende que sí es importante hablar de ello, y lo defiende de forma reiterada en más ocasiones.

- La trama no avanza

Un ejemplo: la primera temporada terminaba apuntando a una posible matanza con armas de fuego en el instituto por parte de un personaje como gancho para el futuro. La segunda temporada termina volviendo a ese punto. ¿Y en medio qué ha pasado? Efectivamente, hemos seguido dando vueltas. Algo parecido ocurre con otros personajes, que saben que deberían hacer algo pero deciden callar hasta que se acerca el final de la temporada, desesperando al espectador.

- Justificar lo injustificable 

Posiblemente la escena más dura y gráfica de la segunda temporada tiene lugar en el último capítulo, con el pertinente aviso al comienzo del mismo. La tremenda violación que sufre Tyler es el detonante de su decisión de acudir al baile del instituto dispuesto a hacer una matanza en una especie de venganza. Puede parecer que de esta forma se está tratando de justificar lo injustificable.

- Un final abierto para continuar. ¿Más aún?

El final de temporada ha dejado a muchos insatisfechos por concluir de forma abierta y apuntando claramente a una continuación que ya no contará con Hannah (menos mal). ¿Es posible seguir estirando más el chicle aún? ¿Cómo lo harán, siguiendo con la misma historia o poniendo el foco en las razones de un nuevo acto con consecuencias dramáticas? ¿Volverán reenganchar a los espectadores decepcionados con esta segunda temporada?

Solo un motivo que sí la justifica: #MeToo

El testimonio de Jess sobre su violación que se enlaza en pantalla con los de otros personajes de la serie es uno de los momentos más emocionantes de la temporada y uno de los pocos que justifican los nuevos capítulos. En la era del #MeToo, Por trece razones también tenía que sumarse a esa ola de mujeres valientes que han salido a contar en primera persona casos de abuso o acoso sexual. Una lástima que la temporada haya sido en total tan fallida y no haya lucido el mensaje que se quería enviar. 

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Sobre la firma

Natalia Marcos
Redactora de la sección de Televisión. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS, donde trabajó en Participación y Redes Sociales. Desde su fundación, escribe en el blog de series Quinta Temporada. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y en Filología Hispánica por la UNED.

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