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Josep María Flotats: “Necesitamos ‘voltaires’ en las cumbres de Davos”

El actor interpreta junto a Pere Ponce 'La disputa', sobre la riña entre Rousseau y Voltaire

El actor y director Josep María Flotats.
El actor y director Josep María Flotats.Jaime Villanueva
Juan Cruz

Josep María Flotats (Barcelona, 1939) es Voltaire contra Rousseau en La disputa, de Jean François Prévand, hora y media de riña filosófica entre la razón del primero y el sentimiento y la pasión del autor de Cándido, que en el escenario interpreta el también catalán Pere Ponce. La obra sigue en el María Guerrero. En esta entrevista quien hace de Voltaire da cuenta de sus propias opiniones sobre lo que ambos seres contradictorios de la historia de la filosofía tienen que decir sobre las dudas de la vida.

Pregunta. Dos gallos frente a frente, sin respiro.

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Respuesta. Se la juegan en tiempos de Inquisición. Todo es a vida o muerte en ese periodo, te queman por pensar. Voltaire estuvo dos veces en la cárcel, a Rousseau lo echaron de su país, Suiza, y luego de Francia. Me es difícil encontrar hoy gente con ese coraje. Esa fuerza y esa convicción que les lleva a jugarse la vida nacen porque son enfermos de pluma, prefieren morir antes que rendir la pluma. Y tienen algo que contar. Yo me siento muy volteriano, pero guardo enorme ternura por Rousseau, al que le debemos el contrato social en un momento muy difícil. Fueron profundos pensadores, hombres honrados. No quiero decir bobadas, pero para mí Voltaire hoy en día representaría un socialismo democrático ideal.

P. Pero Rousseau hizo cosas intolerables, y es lo que le decía Voltaire…

R. Sí, probablemente estaba un poco loco… Era un momento en que el interés de la colectividad pasaba por encima de las ideas más aparentemente generosas o extremas. Y es lo que Voltaire no le tolera… Tabla rasa con todo, no, querido Rousseau, le viene a decir, ¡porque así vamos a echar a Platón a la hoguera!

P. Voltaire era partidario de la tolerancia, estaba contra la censura, pero su obligación era hacer callar la sinrazón de Rousseau…

R. Porque permitir ideas como las de Rousseau convertiría la tolerancia en un vicio… “Antes que ser culpables o inocentes”, le decía, “somos responsables”. Y esa es una frase de enorme peso en la obra, y ahora en el mundo. Hemos de llevar la responsabilidad a todos nuestros actos.

P. ¿Y usted mismo, hoy, como hombre contemporáneo, dónde ve la necesidad de intolerancia? ¿Qué no se puede tolerar?

R. Hay que darse normas y respetarlas. Voluntad de diálogo, empatizar. Voltaire hizo abolir la servidumbre en la región donde vivía. Era un rico, un progre privilegiado, en contacto con los campesinos, un hombre de un socialismo democrático avant la lettre, un ejemplo para el hombre moderno del siglo XXI. Lo intolerable es violentar las normas que se dan los hombres libremente.

P. Voltaire le reprocha a Rousseau que cuando la cultura está amenazada su oponente la denigre… Ahora la cultura vive un tiempo parecido…

R. ¡Y Voltaire está contra Rousseau porque a este se le saltan las neuronas y quiere abolir el teatro porque dice que crea ateos! ¡Y proclama la ignorancia como bondad! Es cuando Voltaire le contesta que él es el cantor de la igualdad, del progreso, mientras que Rousseau desprecia las mujeres, propugna quemar los libros y prohibir el diálogo… Voltaire se revuelve en nombre de la cultura y la educación. Quizá así solo no se mejore el mundo, pero es la única manera que conocemos hasta ahora de mejorar la sociedad: la cultura y el conocimiento.

P. La obra es un manifiesto, un grito vigente hoy contra el actual asesinato de la cultura, ¿o no?

R. Contra el asesinato de la cultura y contra la manipulación de la información. Dentro de nuestras democracias no del todo sanas se nos da la oportunidad de manifestarnos, de ir a votar, pero no es buena la información, está en manos de entes oficiales. Tengo la sensación de que otra vez nos venden un enemigo, en este caso Rusia, y nos hacen ver, otra vez, que América es la que lo hace bien. Nos han engañado simplificando lo que pasó con Crimea y con Ucrania, nos ocultaron las pretensiones de la OTAN con respecto a Ucrania. Estados Unidos pone cañones donde quiere, pero cuando los cañones los pone otro se indigna el mundo. Como ciudadano me indigno y me hago preguntas. No me extraña que cuando la gente escucha a Voltaire gritar en La disputa sienta esas ganas de manifestarse.

P. Cuando los atentados terroristas contra periódicos en Francia Eduardo Arroyo publicó en Babelia un retrato de Voltaire para significar su indignación...

R. Voltaire es el hombre que se hubiera levantado indignado. Es el que en su momento ataca a la Iglesia y ataca al Gobierno. Como cuando a aquel pobre protestante de Toulouse lo acusan de haber colgado a su hijo porque iba a casarse con una católica… Voltaire, indignado, abre un proceso sobre este asunto y lo consigue rehabilitar… pero ya lo habían torturado… Lo mismo hace con un joven aristócrata que cuando pasa una procesión con la sagrada forma no se quita el sombrero o sonríe. ¡Quemado en la plaza pública! Voltaire se indigna y escribe panfletos extraordinarios. Son como el periodismo comprometido de hoy, contra la Inquisición y contra el gobierno corrupto…

P. Rousseau interpela a su profesión, nada más empezar la obra. “¿Qué es la profesión de actor sino un oficio por el que pone a su propia persona en venta como una prostituta, porque se ofrece por dinero?” ¿Qué es un actor hoy, Flotats?

R. Puede ser muchas cosas, pero un actor con ética es un artista, un creador, un poeta, al menos es el vehículo del poeta. En ese sentido, creo que somos sacerdotes laicos al servicio del pensamiento.

P. En el mundo del arte se ve hoy cada vez mayor capacidad de respuesta. Estalla la revuelta de las mujeres, por ejemplo, la mecha ha sido incendiada primero por actrices. ¿Encuentra por estos mundos un voltaire o una voltaire?

R. Yo no encuentro voltaires, debería haberlos. Los necesitamos, como intelectuales y pensadores, pero también como hombres de acción. ¡Necesitamos unos cuantos voltaires en las cumbres de Davos, ja ja ja! No los hay y los que hay están o un poco censurados, un poco apartados o no se les da el protagonismo que deberían tener. Estamos en una sociedad de consumo exacerbado, la palabra no se usa como denuncia sino como soporte del ocio entendido como reír y beber. ¿Reír de qué? ¿Beber de qué? Se abarata la calidad. Y no solo la calidad del espectáculo, sino la de las ideas.

P. Voltaire le advierte a Rousseau que hay que distinguir el bien y el mal. ¿Dónde los distingue usted hoy?

R. La educación y la cultura han de ser la base de la ética. Aquella escuela republicana de Francia. Dar a todos la misma instrucción. A partir de ahí se aprende por igual a buscar el bien para el otro, a no matar al otro, a no robar, a no insultar. A entender lo que es el bien y el mal.

P. ¿Cómo está viviendo, Flotats, lo que se vive en su propia tierra?

R. No he hablado nunca de ello porque creo que es muy difícil hablar de una manera clara. Soy demócrata, creo en el diálogo, en el respeto al otro. Hay una situación evidentemente podrida por culpa –y no me digan que esto lo digo por ser catalán— del no, no y no del Gobierno de España. Durante diez años la gente salió a la calle y Madrid dijo que no importaba. Y así se llegó adonde se ha llegado. Ahora se hicieron elecciones y no se ha resuelto nada. La patata caliente está en manos del Gobierno de España y creo que tendría que encontrar una solución: es su problema y es su responsabilidad.

P. ¿Cómo le gustaría que se resolviera?

R. Con tranquilidad, con felicidad, con armonía y como debería ser: respetando la diferencia que hay entre un gallego y un andaluz, un vasco y un extremeño, un catalán y un madrileño…, pero al mismo tiempo trabajando en común. Estamos hablando de una Europa unida. Pues podría haber una España unida. Pero, ¿qué voluntad hay?

P. Decía antes que necesitamos voltaires en las cumbres de Davos…

R. El Voltaire ideal conseguiría una cena con el presidente chino, el ruso, el americano y el europeo… De esa cena saldría una unidad mundial, estoy seguro.

P. ¿Y si cenara con un catalán y alguien de otra región?

R. ¡Los haría entrar en razón, seguro!

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