Las mujeres también luchan contra la diferencia salarial en la televisión
Actrices como Ellen Pompeo o Robin Wright han exigido el mismo sueldo que sus compañeros de reparto hombres
La disparidad salarial entre Michelle Williams y Mark Wahlberg fue la comidilla de los Globos de Oro. La actriz cobró 80 dólares al día mientras que el actor se embolsó 1,5 millones de dólares cuando volvieron a rodar Todo el dinero del mundo sin Kevin Spacey. Pero en la misma alfombra roja se discutió otra desigualdad igual de flagrante aunque menos conocida. La presentadora Catt Sadler, de la cadena E!, había dejado su trabajo al conocer que su compañero en antena, Jason Kennedy, llevaba varios años cobrando el doble. “Me hicieron sentir minusvalorada y relegada a segundo plano”, declaró a la prensa la también actriz. La productora arguyó que el trabajo no era el mismo, que no era comparable. Pero en los Globos, Sadler pudo escuchar el apoyo de todas las estrellas detrás del movimiento Time’s Up, desde Reese Witherspoon hasta Eva Longoria pasando por Debra Messing. “Es inaceptable”, resumió Amber Tamblyn.
La televisión no es inmune a la falta de equidad del resto de Hollywood. Como le dijeron a Priyanka Chopra, protagonista de Quantico, mientras no se escriban mejores papeles para las mujeres, sus trabajos son prescindibles y sus actrices, intercambiables, lo que hace que su valor disminuya. Tracee Ellis Ross, intérprete y productora de Black-ish además de hija de Diana Ross, lo está viviendo en sus carnes. Su sueldo está muy por debajo del de su compañero de reparto, Anthony Anderson. El razonamiento de la productora es que el papel del intérprete masculino es más importante que el de su esposa en la serie y que Anderson fue uno de los motores que hizo posible esta ficción.
No todos los casos son iguales. Hay series paritarias como Juego de tronos donde Emilia Clarke y Lena Headey cobran igual (500.000 dólares por episodio) que Kit Harington, Nikolaj Coster-Waldau o Peter Dinklage. Lo mismo ocurre en Shameless con Emmy Rossum y William H. Macy (350.000 dólares, aunque durante años él cobró más que ella) o en Ozark entre Jason Bateman y Laura Linney (300.000 dólares), por citar algunos de los intérpretes mejor pagados además de equitativamente recompensados. Pero en ocasiones esa misma equidad se vuelve erróneamente contra las intérpretes. Así lo confesó Ellen Pompeo, en estos momentos la actriz de una serie de drama mejor pagada de la televisión estadounidense. “Como mujer no puedo decir que no me lo merezco o que los demás se van a enfadar”, declaró la protagonista de Anatomía de Grey en una entrevista en The Hollywood Reporter. Haciendo referencia a su compañero de reparto hasta 2015, Patrick Dempsey, la protagonista recordó que “los tíos no tienen problemas” a la hora de pedir un aumento para cobrar lo mismo que ellas. “Yo pedí 5.000 dólares más porque la serie se llama Anatomía de Grey”, subrayó la actriz encargada del personaje central, Meredith Grey.
Los 20 millones de dólares al año que cobra Pompeo tras 14 temporadas son la excepción porque la regla paga mejor a los actores. La actriz se lo agradece en parte a la presencia de otra mujer, Shonda Rhimes (máxima responsable de la serie), en una posición de poder. “Alguien que no solo está empoderada sino que es generosa”, describe en la misma entrevista. Sus palabras recuerdan al poder de Oprah Winfrey, que años atrás tuvo que pedir un aumento para sus productoras. La petición fue recibida de entrada con un despectivo “son chicas” hasta que la gran comunicadora se plantó y exigió la subida salarial.
La actriz Robin Wright también contó en 2016 cómo llegó a dar un ultimátum a los responsables de House of Cards para que su sueldo se equiparara al de su marido en la ficción, interpretado por Kevin Spacey. La petición fue aceptada.
Lo que está cambiando en esta revolución es el acceso a la información. El sueldo, como la religión o la orientación sexual, eran temas tabúes en Hollywood de los que nadie hablaba. Hasta ahora. El caso de Michelle Williams dejó claro que es mejor hablar que callar a la hora de poner sobre la mesa las desigualdades y poder buscarles soluciones.
Una nueva legislación
El pasado 1 de enero California puso en práctica una nueva legislación laboral pensada para favorecer la igualdad salarial. La ley prohíbe que los empresarios pregunten la historia salarial del contratado. Trabajo nuevo, sueldo nuevo. Esa es la idea detrás de esta ley que se aplica en cualquier contrato, ya sea el empleado de correos o la mayor estrella de la televisión. Como reconoció a la prensa el abogado Bob Darwell, en Hollywood “el primer paso en la contratación es llamar al representarte, preguntarle por dónde está el sueldo de su cliente, comprobarlo y hacer una oferta”. No todos ven las ventajas de la nueva normativa. “Si la información no fluye será mucho más difícil acabar con la desigualdad”, añadió Darwell consciente de que la mejor arma contra la falta de paridad es sacar a la luz las desigualdades.
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