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Su trayectoria es un ejemplo de divulgación, compromiso y abnegación melómana

Oficial y misionero: Antonio Moral

El Estado francés premia al carismático, generoso y pionero "agitador" musical

Se alegra mucho uno de que Antonio Moral haya sido elevado a la categoría de Oficial de las Artes y las Letras. Voy a escribirlo en francés porque adquiere la titulación mayor empaque y solemnidad: Officer des Arts et des Lettres. Viene a reconocérsele su implicación en la divulgación de la cultura francesa. Y sorprende al mismo tiempo que hayan escaseado en su propia patria los premios institucionales en honor a su implicación en el enriquecimiento cultural de España.

Peor aún, tengo entendido que, por razones de edad y dogmatismo burocrático, expira en breve su misión al frente del Centro Nacional para la Difusión de la Música (CNDM). Insisto en la idea de la misión porque siendo Moral un "officier" y mereciéndose los entorchados de brigadier que evoca la habanera de Luisa Fernanda, ha sido sobre todo un misionero. Ha convertido el gran público a la música con la perseverancia de un pastor mormón. Y ha satisfecho al pequeño público -la comunidad melómana- con la obstinación de un pionero.

Moral puso en órbita nuestra revista musical por excelencia -Scherzo-, hizo de Mozart una religión que necesitaba actualizarse, nos trajo a los mejores pianistas y liederistas, concibió enormes ciclos sinfónicos, introdujo la música de cámara como un hábito, y hasta recurrió al don de la ebriedad celtibérico para transformar el convite de un vermut en un señuelo para llegar a Bach, sin menoscabo de otras iniciativas "populistas" que abarrotaron el Auditorio Nacional y sus aledaños como si Beethoven o Tchaikovsky fueran ídolos de masas.

No se explica la pluralidad de la vida musical española sin Antonio Moral. Y sin Alfonso Aijón. Quiero decir que nuestra prosperidad de melómanos ilustrados parece provenir de estos personajes patriarcales y de aspecto intemporal. Gentes de barba blanca y de sabidurías autodidactas que fueron mayores cuando eran jóvenes y que son jóvenes cuando van cumpliendo años.

Moral siempre ha tenido la misma edad. Ha cambiado de coche y de Vespa, acaso, pero ha conservado la curiosidad y la ingenuidad de un niño. Se ha gastado por la música mucho más dinero del que nunca ha ganado. Jugador de dominó.  Aficionado a los toros, incorregible partidario de un equipo de la capital que viste de blanco. Ha sido y es Moral un hombre generoso. Por eso le adoran los artistas, sin excepción de los más excéntricos. Hasta Sokolov ha departido con él una pizza y un partido de fútbol. Igual que Brendel ha compartido chez lui la filmografía de Víctor Erice.

Carismático, simpático, excesivo y más ético que moral. Moral es un evangelista de nuestra vida cultural, un agitador de las costumbres, un tipo instintivo entre cuyas virtudes siempre ha destacado la fertilidad. Cualquier iniciativa que ha emprendido -el Festival Mozart, la Semana de Cuenca, el Teatro Real, los ciclos de Scherzo- adquieren una extraordinaria capacidad multiplicatoria.

Véase, si no, la gestión del Centro Nacional para la Difusión de la Música, no ya pródigo en sus fronteras musicales -del flamenco al jazz, del barroco a la vanguardia- sino característico de una proyección territorial que rectifica el incorregible jacobinismo cultural español -Madrid, Madrid, Madrid, dice el chotis-  y que ha perseverado en el empeño divulgador, misionero de Moral. Misionero y "offiicier", tal como ha venido a reconocer la France en un acto que enfatiza la dimensión transfronteriza del propio galardonado, pues fue Moral también un viajero prematuro, cruzó en cuanto pudo las montañas del otro lado y observó los prodigios -Salzburgo, Aix, Bayreuth...- que sucedían en Europa para luego asmilarlos en su inquieta naturaleza de gestor cultural.

Suena demasiado prosaico lo de gestor cultural.  Parece uno de esos latiguillos o latigazos burocráticos que amenazan ahora su propia ubicación como patrón del CNDM. Y no digo que le pongan una medalla, pero sí pido que le dejen trabajar. No anda sobrada la Administración de "gestores" tan honestos y cualificados, aunque no va a faltarle trabajo a Moral.  Entre otras razones porque ha currado casi siempre desde la iniciativa privada o desde el compromiso de la sociedad civil, contribuyendo a ese papel tan intangible y tan necesario como pueda serlo la formación de los espíritus, la armonía, la sensibilidad de una sociedad que aprende a escuchar.

Merci beaucoup, donc, cher Antoine.

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