_
_
_
_
en portada

Bailar el museo

Las prácticas escénicas y 'performativas' son habituales en los centros de arte contemporáneo

Aimar Pérez Galí en 'Sudando el discurso'.
Aimar Pérez Galí en 'Sudando el discurso'.mara arteaga

Hace unas semanas, tres bailarines ocupaban las salas del Centro de Arte Dos de Mayo de Madrid (CA2M) encadenando performances y piezas coreográficas. Interpretaban las partituras e instrucciones escritas por artistas como Fia Backström y Roman Ondák, bajo la mirada del comisario Mathieu Copeland, un experto en tensar los límites de lo que puede llegar a ser una exposición, si es que los hay. Esta duró sólo un mes y todo estaba coreografiado en el tiempo en el que el centro estaba abierto, hasta los descansos. Una cadena de movimientos se convertía en formas abstractas que vagaban por el espacio, y la proximidad a veces turbadora de los bailarines obligaba también al espectador a cambiar constantemente de posición. Una exposición coreografiada, dice el título, con la que el CA2M sigue indagando en la experimentación del formato de exposición y en su vocación performativa, su actual sello de identidad, donde lo escénico tiene un lugar central. Los ejemplos se disparan, desde este revival de Une exposition choreographiée de Copeland, celebrada ya hace 10 años en Suiza y Francia, hasta la recreación del Espacio P, fundamental en el arte de acción en el Madrid de los noventa, pasando por los días de intensidad de Per/Form y la mirada a Los Torreznos y su diatriba entre arte y teatro. Una programación que se retroalimenta y donde los pasos de baile no se agotan. Se han colado en La Escuelita y el próximo 16 de noviembre aparecerán en Elements of Vogue, a ritmo de voguing.

Más información
Artes vivas: el teatro sin límites

Seguramente el CA2M sea la referencia en España de esa fructífera relación entre prácticas escénicas y performativas desde el arte contemporáneo, al mostrar desde tan diferentes polos cómo la historia no sólo se compone de objetos, sino también de gestos. También La Casa Encendida apuesta por ese lado más promiscuo y heterogéneo, como vimos hace unos meses en Una performance expositiva, con Eddie Peake entre los artistas, y Matadero al acoger Under de si, de Diego Bianchi y en residencia a Jacopo Miliani. El Macba se suma a lo subversivo de las artes en vivo con su recién estrenado Cabaret, y el Palais de Tokyo, con La Manutention, el programa de residencia para performance que acaba de ­inaugurar con Paul Maheke.

En 2012, el Museo Reina Sofía llevó el tema a debate al tiempo que la Fundación Antoni Tàpies dedicaba una retrospectiva a Xavier Le Roy, una exposición también concebida como una coreografía de acciones que fue el gran punto de inflexión en España y que entonó cierto eco internacional. Justo fue el año en que Tino Sehgal habitaba la Sala de Turbinas de la Tate y empezó a coger vuelo la lecture-performance, aquí traducida como conferencia performativa. A ella dedicó el Musac una amplia exposición en 2013 en la que Cristina Blanco tenía un papel destacado. También Aimar Pérez Galí, uno de los nombres propios de esa rica relación arte-danza, que el 1 de diciembre llevará al Reina Sofía su último proyecto, The Touching Community.

Los extremos se tocan en este diálogo entre coreógrafos y artistas, que viene de lejos: desde la vanguardia, los Ballets de la Bauhaus de Oskar Schlemmer, la Merce Cunningham Dance Company, Yvonne Rainer, la Judson Dance Theatre, Fluxus y las colaboraciones de Robert Rauschenberg con ­Trisha Brown, pasando por proyectos más contemporáneos como If I Can’t Dance I Don’t Want to be Part Of Your Revolution, la non danse de Jérôme Bel, el cuerpo en crisis de Falke Pisano, la Modern Dance de la recientemente fallecida Chiara Fumai, las coreografías de Alexandra Pirici o el chaos dancing de Rosana Antolí. Un flirteo que va a más, y a mejor.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_