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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

‘Halt and Catch Fire’, a la grandeza a través del fracaso

Hay oro en esta serie, una de las mejores de los últimos tiempos y de la que mucha gente ni se habrá enterado de que existe

Natalia Marcos

Fracasa rápido y fracasa con frecuencia. Los protagonistas de Halt and Catch Fire se han aplicado a fondo a este mantra de Silicon Valley. Es normal en una serie ambientada en el mundo de la informática, con visionarios, programadores, empresarios y gente, toda ella, adelantada a su tiempo. Genios a los que les cuesta demasiado darse cuenta de que los ordenadores no son lo importante, sino que son lo que nos permite llegar hasta lo importante. Lo que sí saben seguro es que solo fracasarás si antes lo has intentado.

La serie acaba de despedirse en Estados Unidos (en España, a AMC le quedan pocos capítulos) con una genial y emocionante cuarta temporada que demuestra que, más allá de los términos informáticos y las luchas empresariales, lo importante aquí siempre han sido los personajes y sus conexiones. Joe, Gordon y, sobre todo, por encima de todo, ellas, Cameron y Donna.

Porque una de las cosas que mejor ha hecho esta serie es reinventarse a sí misma del mismo modo que han hecho sus personajes a lo largo de sus cuatro temporadas. Halt and Catch Fire comenzó a rebufo de Mad Men. Ya saben, una historia de época, gente ambiciosa, mujeres en un mundo de hombres, la misma cadena de televisión (AMC)... Pero en la segunda temporada dio un giro de timón y decidió ser ella misma. Puso el foco en sus protagonistas femeninas y así la historia ganó altura y profundidad y sus seguidores ganamos uno de los grandes personajes femeninos televisivos de los últimos tiempos, Donna Clark, interpretada por la expresiva y adorable Kerry Bishé. "Una cosa que he aprendido es que no importa lo que hagas, alguien estará a la vuelta de la esquina haciendo una versión mejor. Y si esa persona es un hombre, puede que no sea mejor, sino que logre más atención". Ahí le has dado, Donna.

Curiosamente, en una serie cuyos protagonistas siempre están mirando hacia delante, persiguiendo el futuro y compitiendo por ser los primeros y los mejores, la última tanda de capítulos vuelve a menudo hacia el pasado, a lo que eran antes, lo que podían haber sido, lo que son y lo que nunca serán. Hemos visto a Joe, Gordon, Cameron y Donna tomando buenas y, demasiado a menudo, malas decisiones, conectando y desconectando entre sí, buscándose a sí mismos, luchando contra su orgullo. Cuatro personajes con los que, precisamente por esas debilidades, es tan fácil sentirse identificados. Conviven con el fracaso y, aun así, se levantan y vuelven a intentarlo. Una y otra vez. Da igual si el telón de fondo es la búsqueda del PC definitivo, el nacimiento de los juegos y comunidades online, o los buscadores de Internet. Al final todo va sobre conectar.

El viaje que nos ha dado Halt and Catch Fire ha sido glorioso por esa conexión. Incluso a pesar de que en la última temporada se les haya ido la mano con el filtro verdoso en la imagen, incluso aunque la primera no fuera tan brillante como las demás entregas. La selección musical, la recreación de la época, el toque nostálgico sin abusar de él... Y, perdón por insistir: sus personajes. Hay oro en esta serie, una de las mejores de los últimos tiempos de la que, lamentablemente, mucha gente ni se habrá enterado de que existe.

Yo la he disfrutado a lo grande: he gritado a la pantalla con cada mala decisión que han tomado, he llorado cuando lo han pasado mal, me he alegrado por sus éxitos. Me he emocionado. Eso es lo que hace que una serie entre en mi lista particular, en la lista de MIS SERIES. Gracias.

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Sobre la firma

Natalia Marcos
Redactora de la sección de Televisión. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS, donde trabajó en Participación y Redes Sociales. Desde su fundación, escribe en el blog de series Quinta Temporada. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y en Filología Hispánica por la UNED.

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