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Columna
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Avaricia

La serie ‘Paranoia’ conjuga las investigaciones policíacas con los problemas personales de sus protagonistas

Ángel S. Harguindey

Paranoia (Netflix) es una entretenida serie británica de ocho capítulos, una medida infrecuente en España y que estimula una cierta síntesis que el espectador agradece. La trama arranca con el asesinato de una doctora en un parque infantil en pleno día. El equipo de detectives de Woodmere, una localidad ficticia de la Inglaterra rural, con Indira Varma (Ellaria Arena, en ‘Juego de tronos’) como protagonista, comienza las pesquisas para encontrar al asesino.

El grupo tiene un “garganta profunda” que resultará esencial para resolver el caso. Achaca a una multinacional farmacéutica el que su mujer esté postrada en una silla de ruedas con una parálisis total. Cada vez son más las series y largometrajes que critican duramente a dichas empresas. Sólo hay que recordar El jardinero fiel, la película de Meireilles, basado en la novela de Le Carré, sobre unos ensayos ilegales realizados en niños nigerianos. El mal tiene muchas caras, pero una de las más frecuentes es la avaricia.

La serie conjuga hábilmente las investigaciones policíacas con el desarrollo de los problemas personales de sus protagonistas: frustraciones sentimentales, madres egoístas o frecuentes ataques de ansiedad. Los detectives de Woodmere no son superhéroes, un estilo que ya habíamos comprobado en la estupenda Happy Valley, de la misma productora independiente que Paranoia.

La única pega que se le puede atribuir quizá sea la de unas escenas finales en un psiquiátrico abandonado, en el que uno de los detectives recorrerá linterna en mano las numerosas estancias. Siempre habían trabajado en equipo salvo en ese final que, sin duda, es un recurso fácil de un suspense facilón e impropio de una buena serie. Es como en esas películas de terror que optan por el susto al encontrarse la protagonista de sopetón con el asesino enmascarado. El terror debe ser algo más sutil, más inquietante, como el suspense no debe ser un caserón en tinieblas por el que deambula un policía.

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