_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Padresdates

No es difícil imaginar el estado de ánimo de los papás de los jóvenes participantes de 'First Dates'

Juan Jesús Aznárez
Antonio y Sara hablando de bondage y sadomasoquismo.
Antonio y Sara hablando de bondage y sadomasoquismo.

Convendría que el gobierno completara su ayuda a los veinteañeros sin trabajo ni formación con una partida que sufrague el gasto de los padres en terapeutas. ¿Cómo identificar a los más torturados? Muy fácil: en los estudios de Mediaset, anotando las coordenadas de los chavales que parecen apuntarse al programa First Dates con una pegatina en la frente: “mis padres se medican porque les angustia mi futuro”.

No es difícil imaginar el estado de ánimo de los papás de una chica de 21 años, maquilladora de muertos, al escucharle decir que es ella una hater por naturaleza, que asquea a todo el mundo y le da asco su propia vida. No soporta a nadie, ni le gusta ligar. Más que pareja parecía buscar el cordero pascual.

Como tampoco le va el manoseo, la víctima propiciatoria elegida por los linces del casting fue un antisistema sobón al que le molan “las jacas, la típica mujer española”, no las gordas. “A todas las pavas, les gusta que toquen, no me jodas. Es de lógica”. A los dos les cautiva una banda de sugerente matrícula, $uicideboy$. No hubo manera. Ella, volvió al tanatorio y él, a los videoclips caseros “p’a la peña, porque me mola un puñao”.

Fracasada la cita, cabe suponer que los padres de la arisca necesitaron terapia: ¿cómo conseguir que se estabilice y sea feliz?. Congeniaron una prosélita del sexo de 21 años, que llegó a coleccionar más de 30 tarántulas, más de 30 escorpiones, seis serpientes y un número indeterminado de cucarachas, y un chaval de su misma edad seducido por el gore y el humor negro. Se manifestó dispuesto a aventurarse en el bondage y el sadomasoquismo para complacer a la otra. Se fueron de la mano y de la correa.

¿Y los padres? ¿Un First Dates de progenitores ‘ninis’ sin fuerzas, ni esperanzas? No son pocos. En lugar de reír, lloraríamos, pero no importa. ¡Que siga el espectáculo!.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_