Masahisa Fukase: el hombre que se fotografiaba a sí mismo
Reconocido como uno de los fotógrafos más innovadores de su tiempo, la fatalidad impidió la adecuada difusión de su obra. Arlés muestra su primera retrospectiva en Europa
Durante 13 años, Masahisa Fukase (1934- 2012) fotografió sin cesar a su mujer, Yoko Wanibe. Años más tarde, ya divorciados, Yoko escribiría un artículo, El egoísta incurable, en la revista japonesa Camera Mainichi. Señalaba: “Las fotografías que me hizo sin duda alguna le representaban a él”. Es este mismo artículo el que da nombre a la primera exposición retrospectiva que se celebra en Europa del fotógrafo y que acoge el festival los Encuentros de Arlés. Vida y arte se convierten en una sola unidad en este artista cuya compleja vida dedicó a la búsqueda de sí mismo. La cámara se convirtió en su propia prolongación, y los protagonistas de sus imágenes en símbolo de su existencia. “Fotografío para detenerlo todo”, diría en una ocasión.”En ese sentido, mi obra podría ser un tipo de venganza contra el drama de vivir”.
Autor de uno de los fotolibros más importantes de la historia del medio, The Solitude of Ravens, actualmente publicado como Ravens (Cuervos), Fukase fue reconocido internacionalmente como uno de los fotógrafos más radicales e innovadores de su generación, pero ha sido una pequeña parte de su obra la que se ha podido ver fuera de Japón. Así, los Encuentros de Arlés 2017 nos ofrecen la oportunidad de recorrer su trayectoria con esta retrospectiva que considera todos los aspectos de su obra, en los que trata temas como la familia, el amor, la soledad, la amistad y la muerte.
“La biografía de Fukase es muy particular”, señala Simon Baker, comisario de la obra. Gozó de mucho reconocimiento y fue muy conocido en los 70 y en los 80, pero en 1992 se cayó por las escaleras de un bar. Sufrió una conmoción cerebral que le mantuvo en coma durante veinte años. “Su obra se vio muy perjudicada por esto. Y aunque son muchas las colecciones europeas que albergan fotografías de la serie Ravens, desde su accidente hasta su muerte su obra no tuvo visibilidad”, añade el comisario. Fue después de su muerte cuando su sobrino, Tomo Kosuga, se hizo cargo de su archivo y subsanó el limbo legal en el que había permanecido la obra durante el largo estado de coma del artista impidiendo su exhibición. “Para mí uno de los mayores reclamos de la exposición es la inclusión de la obra de los años 90, pintada a mano. Es la primera vez que se muestra en Europa y nunca ha sido publicada con anterioridad”, añade Baker.
Nació en Bifuka, un pueblo de la isla de Hokkaido. Fue el descendiente de una familia de fotógrafos. Su abuelo había fundado un estudio fotográfico y su padre seguía la tradición. Tras terminar sus estudios de fotografía en la universidad, trabajó en el negocio familiar pero pronto se quedó corto para las amplias miras del inquieto y complejo artista,quien se trasladó a Tokio. Trabajó como fotógrafo para el mundo editorial y para la publicidad, al tiempo que iba creando una obra muy personal. En los años 70 fundó una escuela fotográfica, The Workshop, junto a Daido Moriyama y Shomei Tomatsu.
Fue durante un viaje a su tierra natal, en 1976, en busca de consuelo tras el divorcio de su primera mujer, Yoko, cuando los cuervos se cruzaron en su camino. Aquellos oscuros animales, símbolo de mal agüero en la cultura japonesa, se convertirían en metáfora de su duelo por un amor perdido.”Me he convertido en un cuervo”, escribiría el artista en su diario. Los fotografió hasta 1982, cuando volvió a casarse, y dieron lugar a un oscuro poema impresionista en forma de fotolibro, Ravens, publicado por primera vez en 1986. “Se trata de un trabajo muy personal sobre la soledad”, señala Baker. “Es un libro oscuro, denso muy poético y expresivo. Consigue incorporar el lenguaje formal de la fotografía a un estilo muy personal. Trata de la emoción, de lo subjetivo y poético. Aun hoy estas imágenes consiguen establecer una comunicación muy directa con el espectador debido a su gran carga emocional”.
Cuando en 1974, John Szarkowski organizó en el MoMA la exposición The New Japanese Photography, en la que se incluía a Fukase, el conservador resaltaba la introspección como una de las características más distintivas de la fotografía japonesa del momento, haciendo hincapié en el deseo de estos fotógrafos por tratar con la experiencia inmediata en vez de con los temas formalistas propios de la estructura de la imagen. Un planteamiento fotográfico que ejercería su influencia por todo el mundo. “Estas imágenes nos impresionan no como un comentario sobre la experiencia, o su reconstrucción en algo más estable y duradero, sino como un sustituto de la experiencia en sí misma, registrada con una falta intencionada de reflexión”, escribía el conservador.
“Fukase consideraba a los artistas seres esencialmente egocéntricos. De ahí la importancia que cobra el autorretrato en su obra”, destaca Baker. Su actitud frente al retrato y autorretrato estuvo obviamente influida por la tradición familiar como fotógrafo de estudio, pero su carácter innovador e inventivo le hizo jugar con todas las convenciones propias de este. Su obra navega entre dualidades: la melancolía y el humor, en ocasiones cínico; la fotografía y la performance. Así, en sus retratos de familia de estudio, realizados en la etapa final de su trayectoria artística, colocó a sus sujetos de espaldas o encapuchados, rompiendo el concepto de foto de familia típico de estudio; o en la serie bukububu (cuyo nombre hace alusión al ruido de las burbujas), se encerró a trabajar en su cuarto de baño durante un mes, sumergido en la bañera como símbolo de la soledad y el aislamiento que experimentaba en ese momento.
“Fue radical en muchos aspectos”, destaca Baker “Introdujo técnicas del arte conceptual en su obra, tales como el uso de series, la performance y el autorretrato incorporado a su obra de forma tan resuelta y lúdica. Algo muy original en esa época que podría considerarse una versión temprana del selfie. Sus retratos disruptivos de familia parecen un proyecto conceptual de un tiempo más tardío. También manipuló sus imágenes con tinta y pintura, tendiendo puentes entre los distintos medios. Colaboró en gran medida a expandir el concepto de la fotografía”.
“No puedo dejar de hacerlo, Masahisa forma parte de mí”, dijo durante una entrevista . “Sin su cámara nunca fue capaz de ver”, añadió.
Masahisa Fukase. L´Incurable Égoïste. Festival Les Rencontres d´Arles, Palais de l´Archevèché. Hasta el 24 de septiembre.
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