Al calor del amor en un bar
Salir del cubo blanco, economizar recursos y sumar sinergias en Barcelona. Es el porqué y el objetivo de BAR Project
Pocos proyectos como BAR Project se han lanzado a la difícil tarea de inventarse un formato propio. Si miramos a sus preocupaciones y puntos de vista afloran conexiones con otros proyectos, pero en cuanto a modelo, es único: una organización independiente y móvil, dedicada a promover el intercambio artístico a través de residencias, colaboraciones locales, nacionales e internacionales y el desarrollo de un programa público que surge de proyectos expositivos y de investigación. Gracias a esta singularidad, los comisarios que lanzaron el proyecto, Veronica Valentini, Juan Canela y Andrea Rodríguez Novoa, han conseguido dar un vuelco a un más que mermado contexto artístico en Barcelona. Lo han hecho, además, adoptando el carácter de uno de los lugares más distendidos y amables que hay, el bar, y haciendo un guiño al espacio de trabajo de cualquier productor cultural hoy. De ahí su nombre y su leitmotiv: Drinking while walking while hosting while thinking while making together. “BAR Project toma su nombre del lugar popular y de encuentro social de la cultura del sur de Europa con el fin de recontextualizarlo, y de trabajar y practicar (reflexionar-haciendo) de forma flexible, informal y crítica. Esta condición de trabajo y estatus va más allá del bar extendiendo la práctica curatorial a trabajar en el ámbito público, y toma la ciudad de Barcelona como un espacio público de proyecto”, explican.
Todo arrancó en un momento y un contexto muy concretos, dicen, la Barcelona de 2012. Con experiencias diferentes, los tres comisarios decidieron aunar competencias y esfuerzos para desarrollar un proyecto en Barcelona y para dicha ciudad, desde todavía hoy operan desde una perspectiva independiente y con la idea de crear y hacer perdurar un proyecto sostenible. Tras varios meses de reuniones, de comidas y de reflexión para encontrar la manera de arrancar la aventura, el rompecabezas acaba encajando y desemboca a principios de 2013 en un programa de residencias internacionales mucho más amplio de lo que soñaban. Consiguieron fondos institucionales y privados, un amigo patrocinador les ofreció un apartamento y el Ayuntamiento de Barcelona puso a su disposición los locales de Fabra i Coats para usarlos como talleres de los artistas.
En estos cinco años, su mayor inversión ha sido en ideas más que en espacios. Desde junio de 2016 es uno de los proyectos residentes de la Fundación Antoni Tàpies, y ocupan parte de las oficinas del museo. Un gesto con el que el director, Carles Guerra, salva de la precariedad económica a este tipo de propuestas y potencia la colaboración que ya existía. Allí se celebró, de hecho, el pasado mes de marzo, el simposio internacional Haciendo Programa Público para celebrar el Programa Público 2013-2017 de BAR project, y para reflexionar sobre el pasado, el presente y el futuro de lo que significa la programación pública. Para ello, invitaron a una docena de agentes y proyectos de media escala con quienes comparten inquietudes (Bulegoa, Capacete, Appartment 22, Aleppo...). Durante toda una semana se organizaron grupos de trabajo, mesas redondas, acciones, My studio visits, Walking tours y performances. El Programa Público es de hecho el núcleo curatorial de BAR project, así que empezamos por ahí, tirando de ese hilo para pasar por la exposición que acaban de inaugurar en Fabra i Coats y acabar haciendo un diagnóstico concienzudo de Barcelona como escena internacional.
¿Qué es lo público y qué sentido tiene en BAR project?
BAR project es una organización curatorial hecha por personas, por lo tanto, cambiante. Se mueve por deseo y su forma de trabajar y de practicar es lo que más lo distingue. Apostamos por la sostenibilidad, flexibilidad, informalidad y colaboración. Pero también por la redistribución de saberes, conocimientos y bienes. Por decirlo de otra forma, trabajamos en torno al acceso a la ciudad. En vez de tener un lugar propio, nos gusta utilizar espacios existentes para desafiarlos y crear algún tipo de f(r)icción. Núcleo del esfuerzo curatorial de BAR Project es el Programa Público que opera como un espacio transversal y autónomo que responde a inquietudes relacionadas con su propia práctica: profundizar en el ámbito público hoy; crear espacios de encuentro, discusión y reflexión; promover un diálogo con el contexto inmediato y más allá de este. BAR project defiende un programa público que tiene lugar en los espacios de diversa índole, con el objetivo de provocar relaciones inesperadas y de fomentar nuevos públicos. Desde junio de 2016 somos unos de los proyectos residentes de la Fundación Tapies y la oportunidad de trabajar en un entorno especial como este la hemos compartido con los participantes del proyecto BAR TOOL, del que la fundación es una de las sedes. En este momento, además de nuestro programa de residencias y el programa de formación práctica BAR TOOL, estamos trabajando junto a dos fundaciones locales y el Ayuntamiento de Barcelona en un proyecto de implicación social y de envergadura importante y comprometida con problemáticas actuales y urgentes.
¿Por qué hacía falta un proyecto como éste?
El paisaje artístico independiente de Barcelona se ha enriquecido desde entonces, pero hace cinco años el diálogo con la escena internacional en niveles de desarrollo de carrera intermedia sufría de carencias estructurales. Partiendo de esta constatación, una residencia para que artistas y comisarios internacionales disfrutaran de tiempo en la ciudad era el formato más conveniente para fomentar el intercambio con el exterior. Con el tiempo desde BAR Project se han comisariado proyectos de otras naturalezas hasta el más reciente programa de formación práctica anual BAR TOOL. Quizás lo más singular del proyecto concierne a su espacialidad. Sin espacio propio de exposición, trabajamos de forma móvil y los proyectos tienen lugar en espacios de lo más variado a lo largo y ancho de la ciudad de Barcelona. Esta decisión, además de dedicar la totalidad de los presupuestos a los productores y no a la infraestructura, nos permite fomentar una red de colaboración y diálogo constante con otros agentes artísticos de Barcelona, tanto institucionales como independientes, así como de otras índoles, lo que implica a su vez la apertura a otros públicos.
¿Qué peso tiene la educación?
La formación y el aprendizaje son algunos de los intereses de BAR Project y que han confluido en el BAR TOOL, un programa de formación práctica articulado alrededor de la investigación, la producción y los procesos de presentación. Profundizando en el pensamiento y actuación interdisciplinar, el programa se dirige a participantes de varios campos del conocimiento (relacionados o no con las prácticas artísticas). Durante nueve meses se fomenta un ambiente de hospitalidad, donde el flujo de conocimiento viene de la mano de la conversación y de la acción, en la convergencia generacional y epistemológica. El programa se centra en aportar contexto para un intenso intercambio mediante debates prácticos y talleres teóricos con cinco tutores anuales, mentores locales e internacionales y con invitados, visitas y encuentros programados a medida según los intereses de los participantes. Este año pasado hemos tenido, entre otros, a gente como Summer Guthery (US), Alfredo Aracil (ES), Emma Haugh & Suza Husse (DE), Erick Beltran (MX-ES), Inés Katzenstein (AR), Dorothée Dupuis (FR), Gelen Jeleton (PE), Antoni Hervas (SP), Emily Pethick (Showroom, Londres), Santiago Villanueva (Mamba, Buenos Aires), Leire Vergara (Bulegoa, Bilbao), Helmut Batista (Capacete, Rio de Janeiro), Daniel Blanga-Gubbay (Aleppo, Bruselas), Karima Boudou (Appartement22, Rabat), Equipo Palomar (artistas, Barcelona), Kroot Juurak & Alex Bailey (performers, Viena), Valerio Del Baglivo (curador, Roma), Daisuke Kosugi & Ina Hagen (artistas & fundadores de Louise Dany artist run space, Oslo), Cecile B Evans (artista, US/B). Su edición #0, que comenzó el pasado noviembre, ve el final ahora con una exposición que ha inaugurado esta semana, Boustrophēdón, que tiene lugar en el Centro de Arte Fabra i Coats hasta el 23 de julio, y que junto a la Fundació Antoni Tàpies, donde somos desde verano 2016 unos de los proyectos residentes, son los dos centros de arte con quienes hemos colaborado para desarrollarlo. Al mismo tiempo acabamos de lanzar la convocatoria (fecha límite 2 de julio) de BAR TOOL#1, la nueva edición del programa donde, a cambio de comprometerse durante nueve meses con el proyecto, a los cinco nuevos participantes – locales o internacionales - se les ofrece toda una serie de actividades, encuentros de estudios e intercambios, tres semanas de trabajo intensivo (BAR module), así como un lugar de trabajo tanto en la Fundació Tàpies o en Fabra i Coats. El fee de participación son 500 euros, un precio muy accesible si pensamos todo lo que ofrece el programa, y el precio que suele tener una formación de este tipo, pero intentamos financiarnos por otros lados para hacerlo accesible.
¿Cómo encaja realmente BAR project en Barcelona? ¿Hay sinergias?
No nos cansamos de insistir en que BAR project es un proyecto totalmente contextual, que pensamos y articulamos desde Barcelona, siendo conscientes de sus características. Arranca como muchos de estos proyectos, a partir de algo que los tres echábamos de menos, y que eran, precisamente, esos intercambios con otros contextos, artistas y curadores de otras latitudes que pasaran por la ciudad y que realmente se creara un intercambio con el contexto. A partir de ahí, trabajamos y pusimos en marcha el proyecto de residencias. Al no tener un espacio propio, buscamos uno donde presentar el trabajo de cada residente dependiendo de la naturaleza de cada proyecto. Hemos presentado proyectos en galerías, centros de arte o espacios independientes, como Àngels Barcelona, NoguerasBlanchard, MACBA, Fundació Tàpies o Half House, entre otros, pero también en otro tipo de espacios no artísticos, como un garaje de coches, una escuela de inglés, un apartamento, una fuente en Montjüic, un cine o el espacio público. Es interesante en estos casos la relación que se genera con otros públicos que no son los específicos del arte, así como la idoneidad de presentar los proyectos en espacios que dialoguen conceptualmente con éstos.
Por otro lado, el programa de residencias es un proyecto curatorial, y en este sentido funciona por invitación. Invitamos gente que responde a las líneas de investigación que tenemos abiertas cada temporada, que sabemos lo que están haciendo, y que además pensamos que Barcelona, su contexto artístico, social, histórico o sociopolítico, puede ser valiosa para su investigación, y viceversa. Así, Barcelona entra en los proyectos de estos agentes, que luego viajan y entran en contacto con otros contextos. Cada invitado a BAR Project conoce el contexto de una forma inmersiva, según sus intereses, tejiendo relaciones con agentes y proyectos de la ciudad que han llevado a colaboraciones de distinto tipo. A día de hoy, hemos colaborado con muchísimas personas e instituciones locales e internacionales, y con algunas de ellas la relación se está intensificando, como podría ser la Fundación Tàpies o el Institut Kunst de Basel.
¿Cómo definiríais el contexto artístico de la ciudad?
Barcelona es una ciudad con un potencial enorme, con una situación privilegiada (a cualquiera que le preguntamos si quiere venir a Barcelona, su primera respuesta es un sí), un contexto histórico muy complejo y apasionante, con muchísimas líneas de investigación posibles con las que entrar en diálogo, y un prometedor presente socio-político. En lo artístico contamos con excelentes artistas, algunos curadores y proyectos muy interesantes que han surgido en los últimos años. Sin duda una de las mayores fallas es ese diálogo con el exterior, ese generar conversaciones con otros contextos, que son esenciales para que una ciudad crezca en lo artístico. Otra cosa que se echaba en falta son lugares con programas curatoriales. Existe mucha convocatoria pública, y pocos espacios con líneas programáticas claras. Es un contexto bastante estanco, al que le cuesta abrirse a lo nuevo, pero con una potencia infinita.
Hay una serie de estructuras muy estables ya, pero con las que los artistas pronto tocan techo. Pienso en Barcelona Producció, por ejemplo. ¿Hay vida más allá de ahí?
Ese es otro de los problemas: la escasez de lugares donde los artistas puedan desarrollar su carrera, ponerse en contacto con otros colegas y proyectos de otros contextos y seguir creciendo. Barcelona lleva demasiados años sin un centro de arte que juegue ese rol, o espacios donde los artistas que ya han pasado por los proyectos más o menos emergentes (como Bcn Producciò) puedan continuar creciendo. Entre estos espacios y el MACBA hay un desierto. Esto hace que a los artistas, llegados a ese punto, les sea muy complicado seguir trabajando desde Barcelona, porque el diálogo con el exterior es escaso, y aquí hay pocas oportunidades. Los que lo consiguen es porque trabajan e insisten y buscan la manera. Pero en general, o se van y no vuelven, o se dedican a otra cosa.
También da la sensación de que Barcelona es una escena muy local, donde artistas y comisarios sí son invitados en otras ciudades a hacer cosas, pero no ocurre a la inversa. ¿Por qué crees que ocurre eso?
Es una escena estanca, pero en todas las direcciones, tampoco es que inviten de otros lugares a mucha gente de aquí. Pero precisamente ahí es donde BAR Project ha querido jugar un papel desde una posición de independencia. Y de hecho en estos cinco años hemos invitado a la ciudad a un centenar de agentes entre artistas y comisarios a participar en los distintos programas, una veintena de artistas han sido invitados fuera por los comisarios que hemos invitado a la ciudad, y varios proyectos, galerías o instituciones han comenzado colaboraciones tras los encuentros que hemos organizado. De todos modos, es cierto que muchas veces cuesta persuadir al público y suscitar interés por lo que no es de aquí. Una cosa clara es que cuando hacemos algo en lo que participa algún “local”, nos aseguramos mucho más público que con alguien foráneo. Esto, que es algo habitual en cualquier contexto, aquí sucede de forma muy acentuada, y no nos cansamos de pensar nuevas formas de llegar al contexto y generar ese interés que pensamos que tiene la gente que traemos. Por esa misma regla de tres podría suceder eso que comentas, por la falta de interés en lo que sucede fuera del contexto más próximo.
Pensando no sólo en artistas, sino también comisarios, gestores, críticos, productores... ¿El arte español realmente no existe fuera?
Sí existe, pero poco. En todas partes hay contextos locales y otros más internacionales, pero lo cierto es que si miras a los grandes eventos artísticos, los españoles suelen poder contarse con los dedos de una mano. Sí hay gente muy buena trabajando fuera, y empieza a haber una generación de gente que desde aquí tiene un contacto distinto con otros contextos. Quizá el modo en que en los últimos años se intentó “internacionalizar” el arte español no ha sido el más adecuado. No se trata de gastar grandes sumas en eventos viajeros de artistas españoles, sino de potenciar esos diálogos de los que hablamos de forma continuada, hacer fuertes los contextos locales, y abrirlos a otros, crear redes de colaboración con gente de otros lugares. No por el simple hecho de ser internacional, sino porque compartiendo pensamiento, problemas, soluciones e ilusiones con gente de otros sitios se ensancha la forma de ver y comprender el mundo.
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