La literatura como trampolín social
Graham Swift firma una obra redonda, protagonizada por una sirvienta que supera el férreo clasismo británico
Graham Swift es el más arriesgado de entre los escritores que forman lo que en España podemos denominar el Herralde’s British Team (McEwan, Martin Amis, Ishiguro…) y, por serlo, es el más interesante de todos ellos. Entre sus varias novelas, siempre importantes, siempre en busca del corazón de lo literario, hay dos títulos sustanciales: El país del agua yÚltimos tragos, anteriores a esta extraordinaria El domingo de las madres.
La temida crítica del NYT Michiko Kakutani ha definido a la protagonista de la novela como una “Cenicienta feminista”. ¡Hay que ver de lo que son capaces de decir los críticos! Jane Fairchild, la protagonista, es una sirvienta en casa de unos señores venidos a menos que aún conservan un estilo de vida y las debidas manners. Ni la maltratan ni se ceban con ella; al contrario, el señor Niven, en cuya casa sirve, la autoriza a tomar libros de la biblioteca. Jane es inteligente y práctica y entiende que, en su condición de criada, es normal que la mañana del día 30 de marzo de 1924, el día de las madres, sea el último encuentro con su amante, Paul Sheringham, heredero de la mansión vecina que, en unos días, se dispone a contraer matrimonio con una mujer de su clase.
La maestría combinatoria de Swift crea un narrador que es, a la vez, uno y múltiple, y el efecto es extraordinario
Las primeras 100 páginas de la novela cuentan como al ralentí esa última mañana en la casa de los Sheringham. Es el día al año que las criadas tienen libre para visitar a sus madres, pero Jane es huérfana y acude a la casa vacía a encontrarse con Paul; en la habitación de Paul hacen el amor por última vez, luego él se va y la deja sola en la casa señorial. Swift utiliza una voz narradora muy peculiar, pues en ocasiones parece una relatora de actos, en otras se mete en la cabeza de Jane, en otras fabula sus vivencias y en otras se asoma a la edad adulta de la chica, convertida en una afamada escritora. La maestría combinatoria de Swift crea un narrador que es, a la vez, uno y múltiple, y el efecto es extraordinario.
La sirvienta ha entrado por la puerta principal, hecho simbólico, y ella se queda allí sola, como dueña y señora. Tras la escena del dormitorio entre los dos, larga, sensual, ralentizada por los sentidos y las sensaciones de la chica, ella, aún desnuda, recorre la casa en un detenido itinerario emocional al límite de la sensibilidad y coronado por su imaginación. Es el acceso a la mansión de la sirvienta recorriendo la intimidad familiar y social de los señores desde su desnudez. La idea es soberbia y Swift la apura con todo su talento.
El destino final de la protagonista va asomando en la segunda parte con admirable discreción. La primera parte muestra, con puros recursos literarios, por qué Jane acabará siendo novelista; la segunda contiene los elementos que harán de Jane una escritora (con escenas inolvidables como el relato de Mr. Niven del accidente, una paradoja perfecta). Toda la novela se convierte en una fascinante eclosión de la larga escena inicial, que es el nacimiento inadvertido de una vocación. Pocas veces se habrá escrito sobre el sentido de la escritura como lo hace Swift en esta absorbente novela. Una obra redonda, magistral.
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Autor: Graham Swift. Traducción de Jesús Zulaika.
Editorial: Anagrama (2017).
Formato: versión e-book y tapa blanda (168 páginas).
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