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Zaragoza, persiguiendo unicornios

El Ayuntamiento de ZeC ha democratizado la gestión e impulsado proyectos de cultura comunitaria en un bienio lastrado por la deuda y el bloqueo la oposición

Patricia Gosálvez
Taller creativo del colectivo Andar de Nones en Harinera ZGZ.
Taller creativo del colectivo Andar de Nones en Harinera ZGZ.david asensio

Lo último que ha ido a ver el alcalde fue la actuación indie-rock de “la hija de Paul Auster” en el Teatro del Mercado. “Una sala pequeñita que hemos revitalizado”, dice Pedro Santiesteve, un hombre menudo que habla bajito y despacio. Profesor universitario y activista por los derechos de los presos, el ahora alcalde se declara “optimista y satisfecho con la transformación cultural” que se ha producido en su ciudad en los dos años que lleva con el bastón: “Aquí había una visión muy plomiza de la cultura; nosotros pretendemos dar un poco de alegría… La elección del rapero Kase. O como pregonero de las Fiestas del Pilar va por ahí”.

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<b>CLAVES</b>
<b>Alcalde:</b> Pedro Santisteve, Zaragoza en Común.
<b>Alcalde anterior:</b> Juan Alberto Belloch, PSOE, durante 12 años.
<b>Habitantes:</b> 661.108
<b>Presupuesto:</b> 724 millones, de los cuales 12.2 (el 1,7%) van a Cultura, lo que representa un 19% más que 2016.
<b>Concejales:</b> PP, 10; ZeC, 9; PSOE, 6; C’s, 4; CHA, 2. ZeC gobierna gracias al apoyo inicial de PSOE y CHA.

El líder de esa transformación es su consejero de Economía y Cultura, Fernando Rivarés, un hombre alto y expresivo que habla con entusiasmo y a toda prisa. Periodista y editor, viene del mundillo cultural. Se nota en su discurso lleno de “periferias”, “ecosistemas”, “transversalidad” o “paradigmas”. Lo que no impide que hable claro: “Se acabaron los dedazos”, repite, “y los eventos grandilocuentes”.

Para Rivarés, Zaragoza en Común (ZeC) tiene un “proyecto cultural” del que carece la oposición. Los pilares de esa “cultura del bien común” son la participación ciudadana, la transparencia, la democratización de la gestión, el fomento del talento local y el rechazo de la mercantilización de la cultura. “Mejor 100 conciertos para 100, 500 o 1.000 personas en los barrios que diez para 10.000 en estadios o descampados periféricos”, dice el concejal.

Los mismos postulados que definen otras "ciudades del cambio", pero ¿qué caracteriza a Zaragoza? “Esto no es Madrid”, repiten políticos, periodistas locales y agentes culturales. Una menor presión mediática ha evitado enconadas polémicas (aunque las ha habido). Además en Zaragoza una gigantesca deuda (787 millones) limita los movimientos de un Ayuntamiento que gobierna en minoría (nueve concejales de 31) y tiene que negociar muchas decisiones y ve otras bloqueadas en el pleno. Sus números les han llevado a unir la cartera de Cultura con la de Economía; según la oposición esto coloca la Cultura en un segundo plano; el ZeC dice que es todo lo contrario: estar juntas equipara la importancia de ambas áreas.

Harinera ZGZ es el buque insignia de la cultura comunitaria. En la antigua fábrica de harinas un grupo de chavales con discapacidad intelectual trabaja con un artista plástico y una abuela hace ganchillo. Por este espacio cogestionado de creación (aquí se trabaja no se expone) han pasado 3.500 personas en un año. Todo —incluido cómo se gastan los 150.000 euros de presupuesto— se decide en una asamblea de unas 40 personas formada por vecinos, un colectivo artístico y el Ayuntamiento. “Queríamos reivindicar el pasado industrial del barrio y nos faltaba un centro cultural, pero no nos imaginábamos algo así, no somos gente experta… Ha sido un proceso genial”, dice Goyo Obón, bregado en la lucha vecinal desde los setenta. La Harinera arrancó de la asociación del barrio de San José en 2001 (gobernaba el PP), se gestó con los gobiernos socialistas y, tras años de tiras y aflojas, echó a andar con el impulso de ZeC. "Este Ayuntamiento entiende mejor lo que significa la cultura comunitaria”, opina Diego Garulo, coordinador del proyecto y técnico de Zaragoza Cultural, la sociedad que maneja la mayoría del presupuesto municipal.

La Harinera es un "unicornio". El término —acuñado por Jaron Rowan, autor de Cultura libre de Estado, y ponente en las jornadas Cómo tramitar un unicornio, soluciones para una gestión cultural desde lo público, celebradas en abril en Zaragoza— viene a definir las prácticas culturales que "se mueven en el marco de los deseable y lo extraordinario"."La ventaja de Zaragoza es que tiene menos visibilidad y ello les ha permitido no solo soñar con la Cultura que querían, sino avanzar en sus programas”, opina Rowan.

Un sueño no al gusto de todos. Desde el PP, María Navarro: “Lo de los unicornios es una forma de justificar su incapacidad para aterrizar un proyecto echándole la culpa a la burocracia... Han sido dos años decepcionantes, marcados por el revisionismo y la inercia". Sara Fernández de C's, más templada, ofrece "una de cal y otra de arena": "Han avanzado en participación ciudadana y en la reelaboración de las bases para obtener subvenciones, pero tienen una idea un poco sectaria de la cultura, bloquean todo lo que no les gusta; van de transparentes pero toman decisiones de tapadillo, a espaldas a la oposición”. Especialmente dolido por ello está el PSOE: “Aquí gobernábamos nosotros y contratábamos a personas como Fernando Rivarés… pero ahora parece que nada de lo de antes vale”, sostiene Lola Ranera, del grupo municipal socialista. “Además, no se pueden poner todos los huevos en la cesta de la cultura comunitaria despreciando eventos que ponen a la ciudad en el mapa internacional”. Los socialistas fueron especialmente críticos cuando el nuevo Ayuntamiento llevó a concurso la residencia del Centro de Danza, utilizado en exclusiva durante una década por la prestigiosa compañía de Miguel Ángel Berna. “Prometimos democratizar”, asegura el concejal Rivarés, que abrió el equipamiento a residencias temporales para compañías menores.

Fernando Rivarés y Pedro Santisteve, consejero de Cultura y alcalde de Zaragoza, en el balcón del Ayuntamiento, con la Seo al fondo.
Fernando Rivarés y Pedro Santisteve, consejero de Cultura y alcalde de Zaragoza, en el balcón del Ayuntamiento, con la Seo al fondo.david asensio

El año pasado también se convocó un concurso público (considerado un “paripé y una filfa” por el PP) para renovar la gestión del Patronato de Artes Escénicas que estuvo 11 años en manos de su predecesor. "El Principal se había convertido en una sala de provincias muy comercial", dice entre bambalinas el nuevo director Víctor López Carbajales. "La semana que llegué al cargo actuaban Jorge Javier Vázquez y Arturo Fernández", explica para "ilustrar el nivel de caspa".  “Ahora programamos cosas que igual tienen 400 en vez de 800 espectadores, pero que se abren a nuevos públicos”. En junio: Rufus Wainwright o Claudio Tolcachir. Las cifras avalan su decisión: la ocupación ha pasado del 60% al 65% (y del 32% al 65% en el Teatro del Mercado, con una línea más alternativa).

En el pleno hay más consenso sobre la conveniencia del nuevo reglamento del Consejo de Cultura, en el que 13 mesas sectoriales (del Libro, el Teatro, la Jota…) planifican, dan seguimiento y evalúan las políticas municipales. “Antes era meramente consultivo, ahora los profesionales de la cultura podemos opinar y pedir explicaciones”, dice Angelina Chambon, portavoz de Procura (Asociación de Profesionales de la Cultura en Aragón).

Desde el polifacético centro cultural privado Las Armas  —en el barrio del Gancho (que los maños traducen para el visitante como "el Lavapiés" o "el Raval" de Zaragoza)—, Sergio Vinade, miembro del grupo Tachenko, cree que el nuevo Consistorio les ha facilitado la vida: “Siempre hemos sido trabajadores de la cultura de calle, y ellos son más de la política del día a día, aunque se les nota la falta de experiencia”. “El cambio está un tanto descafeinado por la situación económica”, opina el escritor Sergio del Molino. “No ha habido rupturismo; pero sí se ha acabado con cierto anquilosamiento; el balance es positivo, aunque algunos esperábamos más”, dice el autor de La España vacía.

En el Centro Social Comunitario Luis Buñuel conocen bien al alcalde, figura clave del 15M zaragozano, pero hace tiempo que no se pasa por este antiguo colegio, en el que una asamblea autogestionada y sin subveneciones organiza cursos, talleres, conciertos... “Llevamos pidiendo la cesión del edificio desde 2012, queremos dejar de ser alegales", explica Elsa Navarra, miembro de la asamblea, "cuando ganó el ZeC pensamos, 'ya está', pero no es tan fácil; la interlocución es mejor, pero las trabas burocráticas son las mismas".

Flores y recreaciones históricas

Las llamadas “guerras culturales” han sido más light que en otros lugares, por la ausencia de un foco mediático, pero también por una cierta idiosincrasia. “Aquí se puede ser muy de izquierdas y muy del Pilar”, dice Sergio Vinade, “la dicotomía rancio / moderno no es tan ideológica como en Madrid o Barcelona”.

Algo de ruido hizo la decisión de aplicar una ordenanza de 2014 para cobrar 500 euros a las empresas que coloquen su logo en la ofrenda floral a la Virgen del Pilar. Ante las quejas de oposición, empresarios y floristas, el consejero de Cultura, dijo defender la tradición desde su "ateismo militante" para que el manto de la Virgen no se convierta en una "valla de fútbol" gratuita. “Son polémicas banales de titular fácil", dice Rivarés, "al final el acto fue un record de asistencia y agilidad".

“Los choques se generan porque arremeten contra la cultura más tradicional y popular”, opina Sara Fernández de Ciudadanos, "cuando cancelaron la recreación histórica de los Sitios el consejero dijo que eso era ocio, no cultura”. El Ayuntamiento también ha sido criticado por llevar ante la Justicia las inmatriculaciones irregulares de la Seo y otros templos por parte de Arzobispado. La oposición considera que la legitimidad para hacerlo es del Gobierno de Aragón o de España. “Fue un postureo simbólico claro”, dicen en C’s. “Si sabes que no es cosa tuya”, dice la portavoz del PSOE, "¿para que te metes en el chandrío?”. “Porque es una vergüenza que se haya tardado 30 años en poner este tema en el candelero”, zanja el alcalde en un despacho que no es su despacho. Santiesteve trabaja en una discreta oficina detrás de la grandiosa sala que ocuparon sus predecesores. Y aunque no la usa mucho, ha cambiado el retrato del Rey Felipe que la presidía por otro de Agustina de Aragón.

A favor y en contra

SON APLAUDIDOS POR... Constituir y regular el Consejo de Cultura con 13 mesas sectoriales que opinan, evalúan y piden cuentas. Convertir el espacio de co-gestión Harinera ZGZ en una experiencia pionera de cultura comunitaria. Han sacado a concurso nombramientos históricamente de libre disposición, como el de gestor del Patronato de las Artes Escénicas y democratizado el reparto de espacios y subvenciones, como las residencias del Centro de Danza, así como de otras decisiones, como la elección del cartel de las Fiestas del Pilar, que ha contado con un jurado de profesionales del diseño.

SON CRITICADOS POR... La oposición les acusa de haber tomado decisiones de forma unilateral como la cancelación del concurso de lírica Montserrat Caballe (cuando saltó a los medios la imputación por fraude de la soprano) o la recreación de los Sitios. También fue polémica la aplicación de una tasa a aquellas ofrendas florales para el manto del Pilar que formasen un logo comercial de cierto tamaño. La oposición ha criticado que el Ayuntamiento llevase a los tribunales el tema de las inmatriculaciones eclesiales alegando que no tenían potestad para ello.  En los tribunales —denunciado por el PP— está aún el cambio de nombre del Pabellón Príncipe Felipe por el de José Luis Abós, en recuerdo del ex entrenador del CAI Zaragoza fallecido en 2014.

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Sobre la firma

Patricia Gosálvez
Escribe en EL PAÍS desde 2003, donde también ha ejercido como subjefa del Lab de nuevas narrativas y la sección de Sociedad. Actualmente forma parte del equipo de Fin de semana. Es máster de EL PAÍS, estudió Periodismo en la Complutense y cine en la universidad de Glasgow. Ha pasado por medios como Efe o la Cadena Ser.

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