A Coruña y el reto de acabar con el paternalismo
Marea Atlántica apuesta por dar autonomía a las asociaciones para programar actividades, un cambio alabado como idea pero cuestionado en su ejecución
Fue en la cuna de la cultura donde se meció el cambio político de A Coruña, ese insólito fenómeno que en mayo de 2015 puso el gobierno local de esta ciudad gallega en manos de un conglomerado de asociaciones, pequeños partidos y activistas denominado Marea Atlántica. Ocho meses antes de aquella victoria electoral se había fundado la Marea da Cultura, génesis de todas las olas que vendrían después. Tras dos años en los despachos del Ayuntamiento, uno de sus fundadores, José Manuel Sande, hoy concejal del ramo, defiende la transformación impulsada por su departamento para relanzar la creación en esta ciudad de 245.000 habitantes: “Apostamos por la coprogramación frente a la gestión dirigista de antes, frente al capricho y el paternalismo tradicional, por eso hemos abierto las convocatorias para contar con la ciudadanía y con los artistas”.
Casi nadie desmiente la afirmación del edil en el heterogéneo universo cultural coruñés, una ciudad en la que conviven grandes instituciones creadas durante los 23 años de mandato del socialista Francisco Vázquez (Orquesta Sinfónica de Galicia y Museos Científicos), con hitos como la coral más antigua de España (El Eco), asociaciones vecinales de intensa actividad cultural y una miríada de colectivos de cuño más reciente acostumbrados a moverse al margen del poder político. La Concejalía de Culturas ha abierto las puertas a grupos ignorados por el anterior ejecutivo del PP, escucha propuestas y reparte ayudas para que las asociaciones monten su propia programación. “Se ha empezado a descentralizar la programación cultural y dar más protagonismo a los colectivos vecinales”, afirma la gestora cultural Marta Horjales, gerente de la productora La Yogurtera y directiva de la Asociación de Actores y Actrices de Galicia.
Tras estas “buenas intenciones”, como las califican incluso los más críticos, llega una ejecución mucho más cuestionada. Este modelo participativo requiere más trabajo y más trámites, unos rigores para los que no todos los colectivos implicados en la vida cultural de la ciudad tienen medios. Antonio Gómez Bellón, presidente desde hace 20 años de la asociación Faro de Monte Alto, la declara al borde del cierre por falta de ayudas. Esta modesta agrupación de 35 socios, —que ha venido recibiendo unos 6.000 euros anuales para financiar cursos para mayores y otras actividades como una alfombra floral dedicada a la Virgen del Rosario—, protesta porque este año se ha quedado sin subvención. “Antes las entidades estaban acostumbradas a que les entrase el dinero por convenio y sin tener que justificar nada”, explica Tomás Legido, gestor cultural y miembro fundador de la radio comunitaria Cuac FM.
Desde el gobierno local llaman a superar las “inercias” del pasado y la “pereza intelectual”. Legido coincide con que el modelo impulsado por la Concejalía de Culturas es “el más lógico”, pero admite que en A Coruña hay asociaciones que “no están preparadas ni lo estarán a corto plazo por falta de formación, tiempo y capacidad” y que necesitarían “intermediarios que les solucionen el papeleo”: “El Ayuntamiento tiene que comprender las grandes diferencias que hay en el mundo asociativo y cultural de la ciudad. El objetivo es bueno pero debe frenar un poco para no dejar fuera a gente que lleva muchos años en esto”.
Como parte de un gobierno en minoría que en sus primeros meses necesitó cinco plenos para aprobar un simple modificativo de crédito, en la Concejalía la gestión también se lleva con dificultades. Los colectivos consultados se quejan de que el departamento se ha convertido en un “cuello de botella”, con poco personal para ejecutar los proyectos. “Sus ideas son el futuro pero no se pueden aplicar ideas tan utópicas en una situación económica tan difícil como la actual”, se queja un agente cultural que prefiere el anonimato.
María Xosé Bravo, presidenta de la asociación cultural Alexandre Bóveda, recuerda que un Ayuntamiento debe “facilitar, sumar y acompañar” a las agrupaciones en sus actividades. “Ellos son muy lentos y se vuelven ineficaces”, señala sobre el gobierno local quien también fue concejala de Cultura por el BNG entre 2007 y 2011. Horjales cree que se deberían incrementar los equipos de gestión en la Concejalía y mejorar la “comunicación” con los profesionales y las empresas a través de “mesas de trabajo”.
El responsable de Cultura, un sector al que el Ayuntamiento destina anualmente 18 millones de euros, se confiesa “comido por las urgencias”, por un día a día endiablado en el que incluso queda poco tiempo para echar la vista fuera de las fronteras de la ciudad. “No hemos conseguido articular actividades con otros gobiernos del cambio y eso deberíamos remediarlo”, lamenta Sande. Pese a las dificultades, el edil de Marea Atlántica defiende que se están poniendo las bases para que los coruñeses “no sean simples consumidores de cultura sino sujetos activos” y para que “en unos años” surjan “agentes [culturales] autoorganizados y autofinanciados”. “Queremos expandir la cultura”, incide Sande. “Preferimos proyectos más austeros porque la fanfarria de los grandes eventos es hambre para mañana”.
“Punkis salvajes”
En una ciudad en la que casi diez años después de aprobarse la Ley de Memoria Histórica se seguía dedicando una céntrica avenida a Primo de Rivera, el gobierno de Marea Atlántica se ha afanado en borrar la dictadura del callejero. La Concejalía de Culturas ha cortado el grifo a las corridas de toros, un espectáculo que se sostenía con dinero público pese al nulo tirón entre los coruñeses, y los miembros del gobierno local han dejado de asistir a actos religiosos. “Hemos hecho todo eso con una postura conciliadora, desterrando la idea de que llegaban [al gobierno] unos punkis salvajes”, afirma el concejal José Manuel Sande. No todo el mundo lo ha entendido así. Un juez ha aceptado una denuncia de la Asociación de Viudas de Lugo contra el edil y le ha imputado un supuesto atentado contra los sentimientos religiosos. ¿El delito? Utilizar el dibujo de un hombre disfrazado de Papa, del artista Alberto Guitián, para publicitar el Carnaval.
A favor y en contra
SON APLAUDIDOS POR...Promover la coprogramación y los procesos participativos de ciudadanos y artistas frente a "tutelaje tradicional"; apostar por sectores culturales preponderantes en la ciudad como el gráfico, creando una sala especializada de exposiciones y utilizando carteles de autor para promocionar todas las fiestas; iniciar la remunicipalización de las bibliotecas locales (5 de las 8 están en manos de empresas concesionarias); descentralizar la cultura llevándola a los barrios (programa Cultura de Barrio).
SON CRITICADOS POR... Impulsar el modelo participativo sin tener en cuenta que hay asociaciones culturales que no tienen recursos para adaptarse a él y pueden quedarse sin ayudas. También se les ha criticado por una gestión ineficaz y por contar con medios insuficientes en la concejalía, por lo que los proyectos y propuestas se atascan.
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