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Un sostenido encuentro entre geometría y pintura

El Centro Andaluz de Arte Contemporáneo muestra la prolongada investigación artística de Gerardo Delgado

Elaboración infográfica de un trabajo del Centro de Cálculo, de Gerardo Delgado.
Elaboración infográfica de un trabajo del Centro de Cálculo, de Gerardo Delgado.

A veces en la ejecutoria de un autor aparece una línea de trabajo que de algún modo la unifica. No se pensó ni trazó de antemano. La fueron haciendo las sucesivas obras y sólo la advierte, como apunta Proust, la mirada ulterior. Por eso tal engarce no constriñe y puede iluminar los trabajos que le son exteriores. Así ocurre en Gerardo Delgado: su trayectoria puede verse como un prolongado y fértil encuentro entre geometría y pintura.

La exposición del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, al principio, las muestra contrastadas. De un lado, los trabajos del Centro de Cálculo de la Universidad de Madrid: estudios de diagonales y giros en cartulinas de color, piezas de un juego de arquitectura en apariencia infantil. El espectador, manipulándolas, comprobará la fecundidad de la geometría. Enfrente, en otra sala, telas industriales colgadas de techo a suelo. Su transparencia y la vibración que adquieren cuando se pasa entre ellas generan los espacios flotantes propios de la pintura de campos de color que hicieron a Greenberg separar a Rothko y Newman de Pollock y De Kooning.

La investigación geométrica continúa con los estudios de los alicatados hispanomusulmanes del Alcázar de Sevilla. Los cuidados dibujos (hechos a mano, la informática era menor de edad), desplegados en las paredes de la sala, van del análisis a la capacidad generativa de unas estructuras cuya sencillez oculta su complicación. En esos mismos años, Delgado aborda en grandes lienzos un problema típico del pintor indagador de formas, la relación fondo-figura: una forma imprecisa parece extraviada en una pintura consistente que quizá la erosiona o tal vez la sostenga.

Estas oposiciones se unifican (hasta con brusquedad) en Veinte Miradas. La obra de Messiaen proporciona a Delgado la ocasión de oponer en el mismo lienzo redes de ordenadas cuadrículas y capas de potente pintura gestual. La mirada cercana desmiente la monocromía al descubrir tras los campos blancos el ritmo de una pintura ordenada. La idea se reafirma, calmada, en La Ruta de San Mateo. La serie brota de un pasatiempo (expuesto en una vitrina) que Delgado transforma en una red de cuadrículas a la que superpone otras tres, modulares, creando las consiguientes tensiones. La Ruta de San Mateo (basada en la obra de Bach) la componen 15 grandes lienzos. La geometría es exacta, la pintura serena, los matices de color innumerables: a través de la gama de grises brotan rojos, azules o verdes al compás del recorrido de la sala.

Mucho más agitada es Nocturno. Cristales rotos, serie de 10 grandes óleos fechados en 2017. El título puede sonar a drama (el acoso nazi a los comercios judíos) o a contestación (la de Matta-Clark al Institute of Architecture and Urban Studies), pero sólo pretende subrayar las ásperas oblicuas que agitan los 16 módulos rectangulares (de proporciones musicales) que componen cada cuadro. El ritmo es potente, el contraste (rojo gestual frente a negro uniforme) acusado. Geometrías desquiciadas las llama el autor. Entre ambas series una proyección desarrolla un trabajo del Centro de Cálculo: la informática hoy puede mostrar las virtualidades que aquella obra contenía.

Gerardo Delgado. ‘Aprender de todas las cosas’. Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. Isla de la Cartuja. Sevilla. Hasta el 3 de septiembre.

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