Corruptos
Desde que comenzó la democracia se han descubierto 175 tramas, de las que 126 se originaron entre el PP y el PSOE. El programa 'Malas compañías' puede tener cuerda para rato
Malas compañías, producido por Jordi Évole y presentado por Cristina Pardo, se estrenó el pasado domingo en La Sexta con una audiencia notable: 1.735.000 espectadores, el 10,3% del pastel y, según los datos, el mejor estreno de la temporada de la cadena. El tema de los dos primeros programas era un caballo ganador: la corrupción del PP en Valencia. Lo distintivo del programa es que quienes intervienen en él no son los cabeza de serie de la política, aquellos que salen en los telediarios, sino técnicos y políticos de segunda fila con un denominador común: arrepentidos dispuestos a explicar los mecanismos de la corrupción desde dentro.
Unos datos generales para situar el problema: a finales del pasado año, la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia cifraba en 90.000 millones de euros perdidos por los delitos de corrupción en España, de los que más de la mitad, 47.500 millones de euros, el 4,5% del PIB, corresponde a sobrecostes administrativos por las deficiencias en el control de las contrataciones públicas. Desde que comenzó la democracia se han descubierto 175 tramas, de las que 126 se originaron entre el PP y el PSOE. Dicho de otra manera: el nuevo programa puede tener cuerda para rato por más que lo pactado fuera el comprobar el grado de aceptación de los dos primeros para confirmar su continuidad.
Fue un buen programa en el que destacaron dos entrevistas: la de Esteban Cuesta, un enfermero de urgencias que llegó a ser gerente de Emarsa para saquear con los capos la empresa municipal de depuración de aguas valenciana, con un expresidente de la misma, Enrique Crespo, que ejemplifica, con Carlos Fabra, la suerte que tienen los presuntos corruptos con la Lotería, y Vicente Torres, uno de los tres fiscales anticorrupción de la comunidad, que a la pregunta de cuántos políticos conoce que se preocuparon por la falta de medios de la Fiscalía, respondió lacónicamente: ninguno. Así es la vida: ¡un asco!
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