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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El poder de la música

El contratenor Philippe Jaroussky celebra en Zaragoza el mito operístico de Orfeo.

Amanda Forsythe  y Philippe Jaroussky.
Amanda Forsythe y Philippe Jaroussky. IRENE MAS

PHILIPPE JAROUSSKY

Obras de Monteverdi, Rossi, Sartorio y Gluck. Amanda Forsythe, soprano. Philippe Jaroussky, contratenor. I Barrochisti. Diego Fasolis, director. XXXIII Temporada de Grandes Conciertos de Primavera 2017. Auditorio de Zaragoza, 22 de marzo.

Lejos de lo que suele pensarse, la voz solista de contratenor es una invención moderna. Simon Ravens lo explica en su libro The Supernatural Voice (The Boydell Press, 2014) donde incluso aporta lugar y año: Canterbury, 1943; allí, en plena Segunda Guerra Mundial, el compositor Michael Tippett descubrió al mítico Alfred Deller. Hoy, este registro vocal se ha generalizado para abordar el repertorio para castrado de los siglos XVII y XVIII, aunque no tiene ningún sentido restringirlo a la música barroca. Bien lo sabe Philippe Jaroussky (Maisons-Laffitte, 1978). Las últimas apariciones en España de este famoso contratenor francés han combinado el habitual recorrido por el barroco italiano con su grupo, L’Ensemble Artaserse, una incursión en las cantatas de Bach y Telemann con la Orquesta Barroca de Friburgo, el experimento de abordar Les nuits d’été, de Berlioz, con la ONE o el colorismo vocal y textual de la mélodie francesa de los siglo XIX y XX junto al pianista Jérôme Ducros. Incluso tiene previsto actuar dentro de dos temporadas en el Teatro Real con la ópera de Katja Saariaho, Only the sound remains, que estrenó en 2015 con dirección escénica de Peter Sellars.

Jaroussky vuelve a España en relación con el lanzamiento de su nuevo disco titulado La storia di Orfeo (Erato). Un proyecto donde celebra el mito fundacional del género operístico, tan vinculado al humanismo y al poder de la música. Combina fragmentos de tres Orfeos, de Monteverdi (1607), Rossi (1647) y Sartorio (1672), pero manteniendo el hilo argumental de la historia amorosa entre Orfeo y Eurídice. Para la gira europea, que tuvo una única parada española en el Auditorio de Zaragoza, se suprimió el coro, actuó la excelente soprano Amanda Forsythe y se mantuvo el incisivo e interesante acompañamiento de Diego Fasolis al frente de I Barocchisti. Jaroussky demostró que puede con todo. No sólo con los personajes para castrado de Rossi y Sartorio, sino incluso con el Orfeo de Monteverdi que es para tenor. Pero las mezclas en ópera barroca pueden resultar tan interesantes como indigestas. Y aquí salieron mejor parados Rossi y Sartorio que Monteverdi. Se notó especialmente en el paso de la maravillosa escena del sueño del tercer acto, de Sartorio, al inframundo monteverdiano del famosísimo Possente spirto. Lo primero fue casi lo mejor de la velada. Con la muerte de Eurídice se inflamó el drama y fluyó la música de Sartorio con Jaroussky y Forsythe metidos en sus respectivos personajes. Pero la intensidad creada se detuvo en Monteverdi por la sideral distancia conceptual entre ambas óperas. En Monteverdi, el personaje de Orfeo es un héroe en una trama mitológica típica de la ópera cortesana. En Sartorio, por el contrario, es casi el antihéroe en una historia de intriga y celos habitual del modelo empresarial veneciano. Fue como mezclar agua con aceite.

En la segunda parte se cambió de tercio. Y se planteó una selección de otro Orfeo ajeno al referido disco: la versión italiana de Orfeo y Eurídice (1762), de Gluck. Y fue lo mejor de la noche. Porque la selección de la obertura y de fragmentos del segundo y tercer acto funcionó bien. Porque Fasolis aprovechó las ventajas orquestales de la ópera reformada dieciochesca; alzó ahora el vuelo la parte instrumental y los integrantes de I Barocchisti llegaron incluso a suplir al coro de las Furias en la primera escena del segundo acto. Y porque Jaroussky supo adaptar su vocalidad a la línea sobria y concisa de Gluck con la fluidez y continuidad necesarias. Culminó con una bella versión de la famosa aria en forma de rondó Che farò senza Euridice? Y, para terminar, Jaroussky anunció como propina lo que parecía ser una reparación a Monteverdi: Pur ti miro, pur ti godo de L'incoronazione di Poppea, un título que sí comparte con Sartorio el mismo contexto veneciano. La versión fue deliciosa, aunque hoy sabemos que ese bello dúo de Nerón y Popea no es de Monteverdi, si bien no está claro si es de Ferrari, Laurenzi o Sacrati. Santa musicología.

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