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Columna
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El Empecinado

Viendo 'Caleidoscopio Montalbán' queda claro que perdimos a uno de los mejores analistas de la vida política

Ángel S. Harguindey
Una imagen de 'Caleidoscopio Montalbán'.
Una imagen de 'Caleidoscopio Montalbán'.

Tras la reemisión de Caleidoscopio Montalbán el pasado lunes (Imprescindibles, La 2), una cosa quedaba clara: perdimos hace trece años a uno de los mejores analistas de la vida política española. Trece años en los que añoramos su lucidez para diseccionar el caos de la izquierda, la aparición de nuevos partidos, la eclosión pública de la corrupción —caso Nóos incluido—, la saña conservadora hacia la cultura, la irresistible ascensión de la cocina de vanguardia española, el cruel aumento de la desigualdad, el rescate de la banca, el torticero uso de los sinónimos del Gobierno de la derecha para encubrir sus torpezas e, incluso, la actual crisis del Barça.

Hablamos de un personaje enciclopédico que se definió, sin la menor pedantería, como "periodista, novelista, poeta, ensayista, prologuista, humorista, crítico, gastrónomo, culé y prolífico en general", a lo que habría que añadir militante comunista, amigo de sus amigos y gran conocedor de la Nova Cançó catalana y de la copla española, con la advertencia de que todas las facetas de su personalidad están suficientemente acreditadas.

El programa, como todos los de la excelente serie, consiste en un retrato del personaje elaborado con distintas voces, todas ellas basadas en la admiración y la amistad, en relatos de anécdotas o en apuntes de expertos, un método que permite entremezclar las opiniones sobre su obra con los rasgos de su personalidad. Ramoneda, por ejemplo, cuenta una conversación en la que le señalaba la sinrazón de mantener una militancia comunista años después de su derrumbe funcional. "Déjame, por lo menos, el derecho a ser el que apague la luz", le respondió. Lúcido hasta como electricista.

Tuvo que defender en numerosas ocasiones su condición de gourmet frente a las simplistas críticas de quienes lo consideraban incompatible con una militancia de izquierdas. Al parecer disfrutar de los pequeños placeres de la vida está reñido con quienes denuncian la injusticia. Compromiso y placer podría ser el lema de Manolo V El Empecinado.

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