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La Zaranda reincide en sus abismos

La mítica compañía teatral estrena ‘Ahora todo es noche’ y hurga en sí misma para celebrar su 40º aniversario

Campuzano (izquierda), Bustos y Sánchez, en la obra.
Campuzano (izquierda), Bustos y Sánchez, en la obra.VíCTOR IGLESIAS

“Aquí está el universo de una compañía, sus heridas y cicatrices, su desamparada imaginería, su desgarrada voz, sus personajes desahuciados”. Así define su nuevo espectáculo La Zaranda, una de las pocas compañías de culto que quedan en España, con seguidores por medio mundo, y premios (el Nacional de Teatro en 2010) acumulados en distintos países. Cumple 40 años y ajusta cuentas consigo misma. La autoexploración ha producido Ahora todo es noche (Liquidación de existencias), que estrenó el pasado viernes en el Teatro Principal de Zaragoza, y ha vuelto a dejar al público con el estómago encogido.

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Una coproducción con el Teatro Romea, de Focus, en la que, en palabras del autor de cabecera de la compañía, Eusebio Calonge, hay “eco de liturgia, tintes esperpénticos y regusto de tragedia, un humor perturbador y un compromiso poético insobornable”. Esta vez la poesía y el ritual se han puesto, por parte de Paco de la Zaranda, el director del grupo, al servicio de los perdedores, de los desplazados, de los sin techo y para ello han transitado por su propia historia durante cuatro décadas, por la actualidad más brutal, por las calles que acogen a los que lo han perdido todo y hasta por los clásicos del teatro, a través de personajes a los que les arrebataron sus reinos: Segismundo, Prometeo y el rey Lear, aquí convertidos en tres desahuciados, tres mendigos. “De alguna manera en nuestra profesión siempre bordeamos esas situaciones”, dice Paco de La Zaranda, “hay una precariedad brutal en el oficio, y si desde fuera lo que se ve son muchos premios y mundo del famoseo, lo que se oculta detrás es una precariedad absoluta”.

“Hemos tratado de poner la mirada en el horizonte de nuevas formas de hablarle al alma de cada hombre”, dicen Calonge y Francisco Sánchez (como firma el director cuando figura como actor), quienes por primera vez transforman su sobrenombre de Teatro Inestable de Andalucía la Baja en Teatro Inestable de Ninguna Parte. Junto a Sánchez en el escenario están Gaspar Campuzano y Enrique Bustos, formando ese trío de actores que ha logrado, como nadie, convencer a los espectadores de que no tiene necesidad de recrear personajes, sino simplemente salir a escena y ser ellos mismos transitando por los propios desgarros, las propias miserias, de manera tan perturbadora que pueden al mismo tiempo arrancar carcajadas o provocar un nudo en la garganta.

“Hemos intentado que el montaje sea una metáfora de nuestra trayectoria. Hay un poco de todo nuestro lenguaje y una injerencia en la construcción del trabajo; aunque la intencionalidad es que fuera algo más desnudo, porque con la edad obsesiona ir a lo esencial”, señala el autor. Querían hacer algo sobrio. Pero no terminó de salir, seguramente por la dificultad de deshacerse de ese universo por el que se han movido durante 40 años, repleto de imágenes, objetos, cachivaches desahuciados al igual que personajes, tantas veces transformados en clowns pasados por el tamiz desgarrador de La Zaranda. Lo que sí les ha salido, una vez más, es un trabajo marcado por el riesgo: “Si no nos pusiéramos en el alambre y no nos la jugáramos, no seríamos La Zaranda”.

El espectáculo inicia una gira que, de momento, visitará Valladolid, Sevilla, Granada, Málaga, Barcelona (desde septiembre en el Teatre Romea), Cádiz y otras poblaciones. Gira que, como es costumbre en ellos, terminará ampliándose por diferentes países.

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