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Columna
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Era muy joven

Viendo el excelente reportaje 'Atocha 1977' me acordé de la reunión con uno de los asesinos

Juan Jesús Aznárez

La Sexta Columna recordó la matanza del despacho de abogados laboralistas de Atocha, ejecutada el 24 de enero de 1977, y viendo el excelente reportaje me acordé de la reunión con uno de los asesinos, Carlos García Juliá, en una prisión boliviana. Corría el bienio 1996-97. La televisión del país andino emitía la serie Cuentos y Leyendas del Oriente boliviano y una abundante y truculenta información sobre homicidios y narcotraficantes extranjeros. Nada se decía acerca de uno de ellos porque desconocían sus antecedentes: se trataba del pistolero condenado en España a 193 años de cárcel.

Había viajado a Santa Cruz de la Sierra para seguir el desarrollo de varias cumbres americanas y me enteré de que García Julia se encontraba detenido en el recinto penitenciario de Palmasola. ¿Cómo conseguir que hablara conmigo? Lo comenté con un preso condenado a 30 años por asesinato, que me dijo: “dalo por hecho”. Desconozco cómo logró convencerle, ni quise averiguarlo, pero recibí el mensaje de que el ultraderechista estaba dispuesto a hablar. “Va a misa todos los días”, me indicaron.

Allí estaba el hombre, esperándome cerca de la capilla, manso como un cordero, entrado en carnes, muy lejos de juvenil garbo con el que sujetaba el mástil de una bandera al lado de Blas Piñar, en una foto icónica. Durante el desarrollo del reportaje, escuchando los testimonios de los supervivientes y rebobinando aquel lejano encuentro con el hombre que remató a Sauquillo y Holgado se me revolvieron las tripas. “Era muy joven”, se disculpó. “ Me calentaron la cabeza”.

El gobierno reclamaría su extradición en 2001, pero para entonces había aprovechado la libertad condicional otorgada en noviembre de 1999 por la justicia boliviana para desaparecer del mapa. Imagino que allí donde esté no habrá visto los homenajes a las víctimas de la matanza perpetrada hace 40 años. Apuesto también a que si ha visto alguno, ni se le revolvieron las tripas, ni faltó a misa.

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