_
_
_
_

La madurez distinguida de Nick Lowe

El músico, uno de los autores más exquisitos del pop-rock británico, de gira por España

FOTO: El músico Nick Lowe, en un concierto en Badalona (Barcelona), en abril de 2013. / VÍDEO: Nick Lowe, en Sevilla, este sábado.Foto: atlas | Vídeo: JORDI VIDAL (GETTY) / ATLAS
Fernando Navarro
Más información
"En el negocio del pop, todos tenemos fecha de caducidad"
El dandi de la canción eterna
Nick Lowe, del fulgor 'new wave' a la canción adulta
Nick Lowe: "El 'pop' actual no resiste una comparación con el de los años sesenta"

Al otro lado de la línea de teléfono, una voz cordial responde en un correcto español: “Buenos días”. Es media mañana en Londres y Nick Lowe (Surrey, 1949) muestra desde el primer segundo de conversación sus buenos modales y excelente humor. Transmite serenidad y una perfecta sintonía consigo mismo, en esa madurez distinguida de la que hace gala en la última década con discos de una elegancia abrumadora como At My Age (2007), The Old Magic (2011) e incluso el navideño Quality Street. A Seasonal Selection For All Family (2013) y el directo The Quality Holiday Revue (2015), acompañado de Los Straitjackets, la banda californiana que aporta un toque de rock’n’roll de primera escuela a su cancionero con regusto tradicional.

“Adoro la música con un toque clásico. Intento que cuando escribo mis propias canciones tengan esa raíz antigua”, explica. Lowe está de gira por España. Tras su actuación en Sevilla el pasado sábado, hoy, lunes 12, toca en Barcelona, mañana, martes, en Madrid, el jueves en San Sebastián y el viernes en Gijón. Junto a Los Straitjackets, el músico británico se sumerge en el amplio cancionero norteamericano, “esa gran influencia” de la que no se cansa, para repasar composiciones navideñas, nada típicas, mezcladas con su propia y sobresaliente obra. Todo con su sello de calidad que, como los grandes reservas, mejora con el tiempo. “No entiendo el pop actual. Imagino que, si fuera un chaval de 11 años, lo entendería. No es una crítica. Es una realidad. Me gusta la música que me hace sentirme un ser humano”, señala con una risita. “Y no lo encuentro en el pop actual”.

Amigo de los viejos estudios de grabación hasta el punto de irse a grabar a Nashville en los últimos tiempos, este ser humano fino y alto como un estilete, caracterizado actualmente por sus gafas de pasta y su tupe cano plateado, desprende una destreza exquisita en sus canciones, desde que arrancó su carrera en solitario a finales de los setenta con obras maestras del pop-rock como Jesus of Cool, pasando por admirables estampas confesionales de aire folk como The Impossible Bird (1994) o The Convincer (2001). “No me gustan las máquinas tecnológicas que tanto se usan hoy. Me gustan los errores humanos en la música, los accidentes que salen sin avisar.... Hacen la música humana. Olvídate de ellos con las máquinas. Todo es tan perfecto… No, gracias. Me gustan los seres humanos haciendo música. Será porque soy uno de ellos”, explica con una risotada final. Folk, country, soul blanco o rock’n’roll primigenio forman parte de su vocabulario, cantado con una profundidad emocional bella y cercana. Géneros clásicos, apunta, como el flamenco, con el que se ha quedado prendado tras pasar unos días de vacaciones en Madrid y ver una actuación en un pequeño bar. “Es una música llena de alma. Es muy poderosa”.

Sin embargo, cuando se le recuerdan sus influencias en sus comienzos, se emociona: “¿Jim Ford? ¿Pero cómo has oído hablar de este tipo? Hizo un solo álbum fantástico —se refiere a Harlan County—. Me volvió loco de joven”. Como Ford, Lowe tiene el don de combinar estilos raíces y darles una pátina brillante y contemporánea, con la diferencia de que el estadounidense no obtuvo éxito y quedó relegado al olvido mientras que el británico podría vivir sin inconveniente de los réditos de sus clásicos como (What's So Funny 'Bout) Peace, Love, and Understanding o Cruel To Be Kind, ambos compuestos a principios de los sesenta, cuando siendo un chaval pertenecía a la banda Brinsley Schwarz. “Queríamos ser los Beatles, pero nunca con la sensación de hacerlo por la fama. Más bien era una cuestión artística, de parecernos a ellos. Empecé como bajista. Escribir canciones fue un proceso largo. De hecho, nunca dejas de aprender”.

Brinsley Schwarz fueron los abanderados de ese circuito repleto de noches interminables de cerveza y música, que se conoció como pub-rock, en el Londres posterior a la fiebre beat de los Beatles, Rolling Stones o Kinks y previo al estallido del punk. “Tocábamos en lugares pequeños, de forma muy rápida e intentábamos hacer mucho ruido entre las voces de la gente. Lo hicimos antes que el punk”, recuerda con risas, citando a “grandes compañeros” de bares y escenarios como Ian Dury, Graham Parker o Elvis Costello, al que produjo sus primeros álbumes. “Lo nuestro se basaba en el rock’n’roll. La mayoría de grupos estaban formados por forajidos, personajes que no estaban a la moda y tenían su propio criterio artístico. Era una escena muy divertida”.

De aquel talentoso joven, que luego pasó por otra banda irrepetible de la nueva ola británica como Rockpile, sigue intacta, según sus palabras, la inquietud. “Creo que todavía se pueden aprender muchas cosas. Me miro en el espejo con los jóvenes”. Sin embargo, ahora, a sus 67 años, es a él a quien piden consejo: “No tengo ninguna filosofía, pero si tuviera que dar un consejo, si tuviera que decir algo después de tantos años dedicados a la música, diría lo que me dijo una vez Johnny Cash: ‘Sé tú mismo’. Sé tú mismo sin importarte a quién decepcionas. Sé tú mismo. Cuando eres joven siempre te fijas en alguien y buscas parecerte a él, pero, respetando lo que te ha marcado, lo verdaderamente bueno saldrá cuando seas tú mismo”. De hecho, Johnny Cash, que fue su suegro tras casarse con Carlene Carter (la pareja se rompió en 1990) le dio un consejo que todavía recuerda. “Fue un consejo lingüístico, cuando una gira por Estados Unidos. Yo no paraba de decir 'en mi último disco’ tal, 'en mi último disco’ lo otro. Johnny me cortó y me dijo: ‘Nick, no lo llames tu último disco. Llámalo: el más reciente”, cuenta entre risas. “Lo recuerdo como un buen consejo. Siempre hay que pensar en que habrá otro”.

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Fernando Navarro
Redactor cultural, especializado en música. Pertenece a El País Semanal y es autor de La Ruta Norteamericana. Ejerce de crítico musical en Cadena Ser. Pasó por Efe, Abc, Ruta 66, Efe Eme y Rolling Stone. Ha escrito los libros Acordes Rotos, Martha, Maneras de vivir y Todo lo que importa sucede en las canciones. Es de Madrid.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_