Joan La Barbara: “El reconocimiento costaba más si eras mujer”
En el “mundo de hombres” de la música vanguardista de los setenta, la cantante era esa mujer capaz de enfrentarse sola a audiencias hostiles
En el “mundo de hombres” de la música vanguardista de los setenta, Joan La Barbara (1947) era esa mujer capaz de enfrentarse sola a audiencias hostiles para defender con técnicas vocales extendidas (aullidos, gruñidos, trémolos, ejercicios de respiración circular y entonaciones imposibles) la originalidad de su voz como instrumento experimental. “Entonces, contabas con los dedos de una mano a aquellas que hacían lo que yo”, recordaba La Barbara la semana pasada en Montreal (Canadá) al término de una conferencia ante un grupo de alumnos de Red Bull Music Academy, chicos y chicas que aspiran a ser estrellas de la electrónica y que la recibieron como a una pionera. “El reconocimiento nos costaba más. Estábamos siempre sometidas a prueba y necesitadas de actos afirmativos de nuestra condición de intérpretes y compositoras, como organizar conciertos colectivos de mujeres. Los programadores entonces sí veían cómo hacernos un hueco”.
Tal vez alentados por la actual revisión del canon masculino de la música del siglo XX, el sello Arc Light acaba de reeditar sus dos primeros discos en solitario. Si Voice is the Original Instrument es una colección de composiciones originales autofinanciada en 1976, en la portada de Tapesongs, del año siguiente, aparecía cubierta por un vestido de cinta magnética para reivindicar su derecho a alterar con la ayuda de la tecnología el sonido de su garganta, por más que esto molestase a su inmediata predecesora, la soprano Cathy Berberian, esposa de Luciano Berio, cuyas ofensivas opiniones sobre las prácticas de La Barbara abren el disco en una grabación distorsionada.
Entonces, Joan ya era conocida en ciertos círculos por su trabajo junto a John Cage, con quien colaboró hasta su muerte en 1992, Steve Reich o Philip Glass. Nacida en Filadelfia, comenzó su carrera “de un modo bastante convencional”, “cantando canciones de campamento y en el coro de la iglesia”. Fue en la universidad cuando “la música de Berio o Ligeti” la convenció de que había “algo más allá”.
Aterrizó en la escena del downtown neoyorquino a finales de los sesenta. “Vivía en el Soho entre talleres textiles, almacenes e industria ligera. Tenías que tener cuidado por donde ibas. Todas las artes se congregaban en aquellos desvencijados lofts. Fue un momento bastante único”, recuerda. “Luego se hizo demasiado caro vivir en Nueva York y mi marido [el compositor Morton Subotnick, con quien mantiene una relación desde 1977] y yo tuvimos que dejar la ciudad”.
De aquellos años proviene un desengaño que recondujo su carrera. Cuando el arreglista de jazz Don Sebesky no dio con la soprano peruana Yma Sumac para participar en su nuevo disco de fusión, tan propio de la época, alguien le habló de La Barbara. “Me pidió que improvisara sobre una pieza titulada Spanish Blood. Al volver de una gira por Europa, vi el disco en las tiendas. Le habían cambiado el título de la canción y del disco por The Rape of El Morro (la violación de El Morro) y en el libreto se decía que mi aportación era claramente de índole sexual. Me sentí engañada y decidí que mi carrera en el jazz había terminado. Con la clásica lo había dejado mucho antes, me temo”.
"Nueva York en los años setenta fue una época única en la que todas las artes se juntaron sin prejuicios"
Su hábitat natural siempre ha sido más cercano al mundo del arte, como prueba el hecho de que el jueves que viene actúe en Madrid en el Reina Sofía. Conocida por sus trabajos en torno a la obra de Rothko, Klee o Agnes Martin, también ha tenido tiempo de coquetear con el cine (interpretó a Alien en la cuarta entrega de la serie) y la cultura popular: uno de los momentos estelares en la historia de la colisión de vanguardia y cultura de masas fue su intervención en 1977 en Barrio Sésamo, cuando recitó el alfabeto con su particular técnica en un vídeo educativo.
Joan La Barbara actúa el jueves 10 de noviembre en el Reina Sofía.
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