“Walter Benjamin es nuestra bandera”
Hace trece años, Fernando Guerrero y Guadalupe Gisbert fundaron Abada, un proyecto editorial que tenía como objetivo esencial publicar libros que hagan pensar
En ocasiones, una editorial podría resumirse en un único autor. Lejos de suponer este hecho una debilidad del proyecto editorial, se revela más bien como un atributo que le hace inigualable. La madrileña Abada Editores puede resumirse en dos únicas palabras: Walter Benjamin. Pero… ¡menudas palabras! Hace trece años, Fernando Guerrero, Guadalupe Gisbert –jefa de producción-, Saba –“una bulldog francesa que nos acompaña desde que nació hace ocho años y que, al igual que su homónima legendaria, reina con ronquido firme en la editorial”-, y otros tantos colaboradores fundaron Abada, un proyecto editorial que, tomando como símbolo al rinoceronte, tenía como objetivo esencial publicar libros que hagan pensar. Una tarea que, aunque parezca redundante, raramente lo es. Abada proviene del portugués y designa a la hembra del rinoceronte. Para su andadura no eligieron a un rinoceronte cualquiera, sino al de Alberto Durero. El famoso artista del Renacimiento Alemán creó este famoso grabado en 1515. Pese a que Durero jamás pudo vislumbrar un rinoceronte real, este dibujo ya mítico se ha asociado históricamente con el rinoceronte indio. Éste y no otro es el logotipo de la editorial.
“Somos una editorial especializada en el ensayo, es decir, un pequeño afluente de esta corriente tan grande que es la narrativa. Además nos centramos en las humanidades en su sentido más amplio: filosofía, historia, arquitectura, mitología”, explica Guerrero. Es curioso, en este sentido, que uno de los mayores éxitos en ventas de la editorial sea un libro llamado 101 cosas que aprendí en la Escuela de Arquitectura de Matthew Frederick. Seis son las colecciones entre las cuales se distribuyen sus libros: Lecturas (dedicada a ensayos sobre las diferentes ramas de las humanidades); Voces (reservada a textos de creación donde destacan El viaje de invierno de Perec o Sobre la estupidez de Musil); Obras (con la edición de obras completas o escogidas de los tres autores clave de la editorial: Walter Benjamin, Fernando Pessoa y Rosalía de Castro); Clásicos (con obras como Paraíso perdido de Milton, Fausto de Goethe o la Ilíada de Homero), Referencias (dedicada a diccionarios, glosarios y guías como Diccionario de dichos y expresiones del español de Jesús Cantera) y, finalmente, Monografías (manuales y grandes tratados como Los jardines de Michel Baridon). Un denso catálogo larvado durante más de una docena de años que impresiona por los nombres mayúsculos que en él figuras. Entre todas ellas destaca Walter Benjamin: “Él fue nuestra bandera inicial y lo sigue siendo porque hemos sacado ocho títulos hasta ahora y todavía quedan un par de ellos”, revela Guerrero. Sin duda, la suya fue a largo plazo, ya que el primer contrato que firmaron –cuantioso y arriesgado- tuvo a Benjamin como protagonista: “Decidimos hacer de Benjamin la imagen de la editorial. También como pensador porque reúne pensamiento filosófico, ensayo literario, estudio de la cultura… Es un autor vivo, complejo y variopinto, un poco lo que quiere ser Abada”.
A Fernando Guerrero no le hubiera importado publicar a Werner Herzog o a Pierre Michon por los que siente gran afecto literario. Sin embargo, en los últimos tiempos, hay un libro breve y maravilloso que le ha cautivado. “Se trata de un poemario en pocos actos titulado Danza de la muerte en la lavandería de Pedro Molina Temboury, publicado en Antigua Imprenta Sur de Málaga. Toda una joya”.
En estos años son tres los obstáculos fundamentales a los que se han enfrentado: en primer lugar, un exceso de colecciones que cuesta alimentar (“nosotros preferimos colecciones metodológicas antes que temáticas”). En segundo lugar, el problema de la distribución: “El papel de los distribuidores es fundamental. Siempre hay un tira y afloja entre ellos y nosotros. En mi caso, además, sufrí la quiebra de una distribuidora y ello acarreó enormes problemas”, afirma Fernando. Y, por último, un mal que se expande y afecta a todo el mundo editorial: “Cada vez se lee menos y las tiradas son menores. Es lógico porque cada vez hay más cosas y el tiempo es el mismo”. A pesar de ello, cree que el libro es la herramienta de transmisión cultural más importante que existe y, por tanto, es perfecta en su esencia: “Páginas en secuencia, con lomo, letras impresas y portada…un invento estupendo. Hay que vivir con él”. Algunos, incluso, viven por él.
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