Flecha en la diana

Tras una nutrida bibliografía que incluye novelas, colecciones de cuentos y poesía, Flavia Company (Buenos Aires, 1963) parece haber escrito ese libro que congrega lo más esencial de la vida, inspirado por un estilo tan transparente que se diría anónimo, al modo de las fábulas que no se reclaman de ninguna época y pertenecen a todas. Así lo sugiere la elección de una historia adscrita a la tradición oriental de un sinuoso aprendizaje que deberá concluir en el acceso a una sabiduría reservada.

Haru es una niña de 15 años a la que su padre, al morir su madre, envía a una escuela de tiro con arco, para que sea “capaz de comenzar una vida”. No es éste el deseo de Haru, pero esa escuela será el fundamento de una enseñanza de apego y desapego que la llevará, al salir de la escuela, a la confusión y la miseria, a la prosperidad y la soberbia, a tener la convicción de no saber nada. La novela deparará algunas sorpresas, en especial en los capítulos finales, pero en general sigue un rumbo propiciado por la necesidad del propio reconocimiento. Un itinerario, por lo demás, que se va haciendo apasionante, complejo y reflexivo cuanto más se concreta en la progresión de Haru.

La narración alcanza momentos de inquietud psicológica en el periodo en el que Haru trabaja para un maestro zapatero, una etapa que es una fábula valiosa en sí misma, una historia que podría despegarse de la novela y que tiene un tono, pese a su aire oriental, muy próximo a las preocupaciones del lector. Pero la novela es, sobre todo, una demarcación poblada de destellos, de fervorosas frases, muy depuradas, que persiguen ese descubrimiento o iluminación que permite apartar ideas preconcebidas y alcanzar, en lo posible, la reconciliación entre dos sentimientos opuestos, “reales al mismo tiempo y con la misma intensidad”. Hacia ese resplandor interior, que supone distinguir el bien y el mal, la amistad y la conveniencia, la riqueza del corazón y la propiedad, se dirige la novela, sirviéndose de la experiencia de Haru, trazada como un espejo cuyo poder es “recordarnos que se nos ve desde fuera”.

Sin apremio ni jactancia, la escritora ha repetido en entrevistas que Haru somos todos, y en esta ocasión el enunciado no es una fórmula retórica. Ha conseguido que el lector no se identifique con el personaje, sino integrar la identidad de Haru en el corazón de la lectura, de la que se deriva una inaudita sugestión que excluye la mediación de las creencias y los miedos. Una novela, por tanto, que se presenta como un proceso de formación, llamada a ser una guía de averiguación interior, aunque no excluyente de la responsabilidad. Como los maestros, intenta mostrar, no explicar, y a la vez que Haru finalmente se convierte en arquera, el texto sigue también el camino del tiro con arco, haciendo coincidir “la flecha de los pensamientos con la diana de los actos, pasando por la cuerda de las palabras”.

Haru. Flavia Company. Catedral Barcelona, 2016. 384 páginas. 21,95 euros.