Estos señores no son infames
Estos caballeros de Tipos Infames que leen libros y beben vino en el centro de Madrid no tienen nada de malvados
Estos caballeros que leen libros y beben vino en el centro de Madrid no tienen nada de malvados. Es todo una impostura. Esa condición –la ruindad o ignominia- se asocia frecuentemente a la infamia, pero estos tres tipos – Curro Llorca, Alfonso Tordesillas y Gonzalo Queipo- que se hacen llamar infames, en verdad, llevan media docena de años explicando que el vino no es alcohol. Que el vino es literatura. Y lo hacen en su librería de nombre evocador: Tipos Infames. He ahí toda su maldad: “Lo más normal cuando estás hablando de un libro con un amigo es con una copa de vino, ¿no?”, se pregunta Gonzalo. La respuesta sólo puede ser afirmativa. Ese maridaje que hasta hace poco era inusual, lo inauguraron ellos: “A veces, cuanto mejor sea el vino, más rico te sabrá el libro que estés leyendo”.
Maridan por geografía, por aquellos libros que tienen el vino como tema, libros con cerveza, etc… “Pensamos en cómo maridan autores como Bohumir Hrabal que siempre tiene referencias a la cerveza e incluso hubo un día que maridamos un vodka con un libro de Chaves Nogales en el que se iba a Rusia”, explica el copropietario de Tipos Infames.
La génesis de esta librería tuvo una resonancia mundial gracias un artículo que publicó The Economist. Allí se escogía a esta librería como ejemplo para subrayar la necesidad de realizar reformas estructurales en España. Unas reformas que propicien que la fatigosa burocracia no impida la apertura de nuevos negocios. Y así, con boato y luces en mitad de la peor crisis que ha vivido nuestro país, nació Tipos Infames. “El nombre tiene algo que ver con ese grupete de Verlaine y Rimbaud, que se hacían llamar así: ‘Tipos infames’”, cuenta Gonzalo. La traslación al trío de dueños era inevitable y, probablemente, perseguida.
“Es una pelea contra el espacio la del librero”, advierte Gonzalo. En este local –que tiene varios espacios, incluido un sótano que ha acogido conciertos, exposiciones y confidencias-, o principal es el libro. Sus satélites, es decir, el café, el vino, la cerveza o el vodka únicamente adornan. “Ser más que una librería pero menos que una cafetería”, tal es el equilibrio que propone Gonzalo.
A Tipos Infames se les conoce por ser la librería hípster a la que acuden más escritores. El barrio, desde luego, invita a que así sea. “Malasaña nos gustaba y pensamos que nuestra idea podía encajar bien aquí. Ninguno vivíamos en el barrio pero lo bueno o malo que teníamos estaba en Malasaña”, revela el tipo infame. Presentaciones, exposiciones, catas de vinos…toda una colección de actividades son propuestas cada semana. “Quizás nuestra favorita es la de ‘Librero por un día’, cuando le proponemos a un escritor que haga la parte más bonita del oficio que no es desembalar cajas ni hacer facturas, sino recomendar libros”.
Cualquier parroquiano puede saber quién está ese día en la librería escuchando los temas que suenan en su hilo musical. El que coloca los libros es el que pincha la música. La única misión: crear un clima agradable. “El que nos gustaría encontrarnos a cuando entramos en una librería, supongo. Si estoy solo, yo por ejemplo, pongo jazz. Algo suavecito”, afirma Gonzalo que es incapaz de despedirse sin recomendarnos una rareza que le tiene cautivado: Diario de una vida breve, de Juan Manuel Silvela Sangro (Editorial Pre-Textos).
“La lectura, como la barra del bar, nos hace más humanos. Como si al leer, se acelerarán ciertos procesos de tu vida. Los libros te ayudan a ir por delante”, concluye Gonzalo Queipo. Y es cierto que los libros pueden convertirnos en profetas. Estos libreros ofrecen bolsas de tela corporativos con un lema claro: “Perdimos nuestra juventud en Malasaña”. Aunque también podrían haber escrito eso de: “Ganamos nuestra juventud en Tipos Infames”.
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