La galería que vende algo más que arte
Iwan y Manuela Wirth afianzan su influencia con un nuevo y monumental espacio en Los Ángeles
En el arte existen nombres más ilustres, pero no necesariamente más poderosos que Iwan y Manuela Wirth, el matrimonio que se encuentra detrás de la galería suiza Hauser & Wirth. Por lo menos, así lo decidió hace unos meses la lista Power 100, que confecciona anualmente la revista británica Art Review para determinar quién concentra más prestigio e influencia en el sector. Para sorpresa de muchos, la pareja logró dejar atrás a figuras tan omnipresentes e hiperactivas como Ai Weiwei (quedó segundo), Larry Gagosian (acabó sexto) o Marina Abramovic (terminó octava).
Al descubrirlos ante sendas tazas de café en un rincón de su nueva galería en Los Ángeles, los integrantes de esta pareja risueña y afable resultan casi exóticos en un mundo como el del arte, plagado de egos desbordantes y tiburones de la compraventa. Ellos mismos reconocen que su manera de actuar es infrecuente. “La primera vez que entré en una galería me acogieron dos muchachas a las que debían de pagar para que me ignoraran. Nosotros tratamos de hacer lo contrario: queremos que todo el mundo se sienta bienvenido. Estoy convencido de que uno puede ser galerista sin convertirse en un capullo”, ironiza Iwan, de 45 años, personaje hiperactivo y parlanchín que fundó su primer espacio de exposiciones a los 16. “Tratamos a los demás como nos gustaría que nos trataran”, le secunda Manuela, algo más silenciosa.
Se conocieron a finales de los ochenta, cuando él acudió a casa de la madre de ella, Ursula Hauser, primera socia de la galería, para que le prestara varios millones para comprar un picasso. Él terminó “borracho de coñac”. Ella llevaba “un vestido horroroso”. Él se enamoró “de inmediato”. Ella tardó “unos meses”. ¿Se sienten tan poderosos como se dice? Los dos se carcajean con modestia y candor. Cuando los llamaron para advertirles que encabezaban la lista, se quedaron “en estado de shock”, pero no le dieron mayor importancia. “Cuando uno es suizo, tiende a desconfiar de estas cosas. En nuestro país está mal visto ser el número uno”, explica Iwan. Su esposa le consuela: “De todas maneras, solo durará un año”.
Hauser & Wirth fue fundada en 1992 como un modesto espacio comercial asentado en Zúrich. Veinte años después, contaban con algunos de los artistas más cotizados del planeta. En su cartera figuran nombres como Dan Graham, Roni Horn, Pierre Huyghe, Ron Mueck, Anri Sala, Subodh Gupta y Rashid Johnson, además de gestionar el legado de Henry Moore, Philip Guston, Maria Lassnig o Louise Bourgeois. La también suiza Pipilotti Rist fue la primera artista que decidió firmar con ellos. “Me pareció que estaban locos por el arte y que eran buenas personas. Tratan igual a todo el mundo, de la mujer de la limpieza al director de un museo. Además, son lo opuesto a la neurosis. No les preocupa cometer errores y les da igual lo que dirán los demás”, afirma Rist. El artista Paul McCarthy incide en lo mismo: “Tienen fe en el arte y no funcionan con estratagemas. En los momentos de duda, te apoyan siempre. Siempre que he dudado sobre si tomar una dirección o no, los dos han estado ahí para decirme: ‘Adelante, Paul”.
Hoy, Hauser & Wirth cuenta con galerías en Londres, Nueva York, el condado inglés de Somerset y, desde el pasado marzo, Los Ángeles, donde han abierto un impresionante complejo de 10.000 metros cuadrados situado en una antigua fábrica de harina de finales del siglo XIX del revalorizado Downtown de la ciudad, escogida por unanimidad como capital ascendente del arte global. Aunque lo suyo no responde al mero oportunismo: llevan acudiendo a Los Ángeles desde los noventa, cuando nadie se interesaba mucho por ella, y representaron a artistas locales como los fallecidos Mike Kelley y Jason Rhoades. “Esta ciudad siempre nos hizo soñar. El hecho de levantarte mientras el viejo mundo se acuesta te permite pensar de una manera distinta”, defiende Iwan.
Creada con el concurso de Paul Schimmel, conservador jefe del Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles (MOCA) durante casi tres décadas, esta macrogalería parece sintetizar el secreto de su éxito. No es un espacio expositivo corriente, sino algo parecido a un museo. Su exposición inaugural, Revolution in the Making, condensa 100 obras de 34 mujeres que han transformado el lenguaje de la escultura los últimos 70 años, de Ruth Asawa, Eva Hesse, Sheila Hicks o la misma Louise Bourgeois hasta Yayoi Kusama, Isa Genzken, Mira Schendel o Cristina Iglesias. Cuenta también con biblioteca, una librería y un gigantesco patio abierto al público, donde se exhibirán murales y esculturas de gran formato.
“Han entendido que vender obras de arte no lo es todo. Los pudientes también quieren que les vendan un estilo de vida”, sostuvo Art Review para justificar su coronación. Sus contornos parecen desafiar el modelo tradicional del white cube, la galería aseptizada de paredes blancas. “Nunca hemos entendido por qué tenemos que escoger entre gestionar una galería y un restaurante. ¿Por qué no podemos hacer las dos cosas a la vez?”, responde Iwan. “Nuestra mejor inversión es descubrir cómo la gente responde ante el arte. Eso es lo que nos incita a seguir”, añade Manuela. De hecho, se les ha recriminado de disimular su ánimo de lucro como pura filantropía. “No quiero hacerme pasar por lo que no soy: esto es un negocio. Me encanta lograr que el arte sea cada vez más caro. Entre otras cosas, porque es la única forma de protegerlo”, concluyen a dos voces, antes de despedirse. Su próxima cita está al caer: deben escoger el color de la vajilla del restaurante.
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