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De charleta con Oliver Atom y Homer Simpson

Carlos Ysbert y Jorge Saudinós narran su experiencia dando su voz a dos de los personajes más míticos de la televisión animada

Carlos Ysbert y Jorge Saudinós posan en Avilés.
Carlos Ysbert y Jorge Saudinós posan en Avilés. Álex Zapico

Para Carlos Spitzer Ysbert (Madrid, 1956) el comienzo fue Jess Franco. Pasar de montarse "pueblecitos indios en el medio de Benidorm" a decir sí cuando el cineasta le pidió doblar a un loro. Para Jorge Saudinós (Madrid, 1971) fue "dejar de hacer el gilipollas, cosa que me sale sin esfuerzo", en la escuela de doblaje. Ahora, décadas después de comprar un loro y dejarse de chorradas, ambos pueden presumir de ser dos voces que han marcado a generaciones de chavales y no tan chavales: las de Homer Simpson (Ysbert) y Oliver Atom (Saudinós). Prueba de ello, la abarrotada y entregada audiencia que los recibió en el festival Celsius 232 de literatura fantástica en Avilés.

¿Qué tiene de difícil Homer Simpson? "Todo, porque cambia muchísimo. Tan pronto es tierno, como mordaz, como sarcástico, como iracundo, como está zumbado. Sin solución de continuidad. Es muy complicado de hacer. Tienes que ensayar muchísimo", explica Ysbert. Oliver Atom es otra historia bien distinta, casi opuesta. "Es todo virtudes. Y solo tiene un defecto, que acaba en el Barça. Me encanta el personaje", confiesa entre risas Saudinós.

Hay una cosa que el dúo quiere que quede bien clara. "No somos dobladores. Doblador está bien para el que dobla sábanas o el que dobla esquinas. Nosotros somos actores de doblaje. Voice actors, como dicen en inglés", explica Ysbert. Para estos profesionales, la diferencia es enorme entre un término y otro, aunque asumen que doblador es ya vox pópuli sin remedio, porque se pierde el que consideran el matiz esencial de su trabajo. Más importante que la voz es, según ellos, la interpretación. "Especialmente hoy en día. Es verdad que hubo un tiempo en que se premiaba más a esa voz que llena la pantalla, incluso por encima de la interpretación. Hoy en día ya no es así. Hay que ir increíblemente rápido y lo más importante es saber interpretar bien", apunta Ysbert.

Entrar en una sala de doblaje es asumir el oficio de traductor de emociones. "Nos intentamos ceñir todo lo que podemos al original. Ese es nuestro trabajo. Captar los tonos y los matices de las emociones y llevarlos al doblaje. Por ejemplo, en el anime, suele ser muy polémico porque se grita mucho y las emociones son muy extremas. Tenemos detractores cuando los fans consideran que nos hemos alejado del original", explica Saudinós, que además de Oliver y Benji [dibujos que volverán en 2018 con el mundial de Rusia] se las ha visto con clásicos del estudio Ghibli, películas de Pokémon o la serie shonen (pensada para chicos varones) del momento: One Piece. Pero hay más piezas fundamentales en una sala de doblaje, como subraya Ysbert: "Otro papel esencial es el del director de doblaje. Desde que lo ejerzo [Ysbert por ejemplo se encarga de orquestar a todos los dobladores de los Simpson] me doy cuenta. Si como director percibes que hay un matiz muy especial en la inflexión que un autor le da a una palabra, se lo tienes que comentar al actor".

Pero a veces hay que olvidarse de las palabras y centrarse en otro aspecto bien distinto: la mirada. "Lo llamamos pegarse a ella. Nos da pistas esenciales", apunta Saudinós. Sorprendentemente, para los actores de doblaje es más importante lo que dicen los ojos que lo que expresan las palabras. Y a veces no basta solo con encontrar los ojos, sino que toda la expresividad corporal debe captarse para que la voz la acompañe. "Por ejemplo, al doblar a Samwell Tarly [el amigo del alma de Jon Nieve] de Juego de tronos pasa mucho. Es un actor que está continuamente hiperventilando. Así que tienes que hiperventilar como él y gesticular para acompañar sus movimientos, porque si no te despegas de su interpretación y no te lo crees".

Cuando la cosa sale bien, la ajetreada y estresante profesión de interpretar con la voz se convierte en deleite. "Por ejemplo, cuando doblaba a Tony Soprano. La mirada de Gandolfini es brutal. Recuerdo una escena en la que está cenando en el restaurante de su amigo. Aparece un muchacho con gorra y el amigo de Tony le dice que se la quite. El chaval pasa de él. Entonces Tony se levanta y le dice: 'Quítate la gorra' [Ysbert asume la voz del mafioso por excelencia]. Viéndome a mí no lo entiendes, pero ves la mirada de Gandolfini a la vez y dices: 'Me tengo que quitar la gorra porque me mata".

¿Y la fama cansa? ¿Ser para tanta gente la voz de Homer o la voz de Atom genera un hartazgo? "Yo le tengo mucho cariño a Homer. Han sido 16 años. Te abducen en cierta manera. La gente te pide que hables como Homer. En los cumpleaños de la familia te piden que lo imites. 'Cántame esta canción para mi sobrino'. '¿Y cuántos años tiene tu sobrino?' '35'. [risas] Yo estoy feliz con él", concluye Ysbert. "En mi caso es amor completo por Oliver Atom. Hace 27 años desde que empecé con él. Y la gente me lo sigue recordando con mucho cariño", reconoce Saudinós.

Si algún lector se plantea que esto de donar su voz a la ficción. le interesa, que sepa cuáles son los cinco ingredientes que definen a un gran actor de doblaje: "Retentiva, reflejos, oído, capacidad retentiva y empatía", ataja Ysbert.

OLIVER Y HOMER PARA EL PAÍS

OLIVER ATOM

HOMER SIMPSON

Ysbert y Saudinós se animaron a dedicar un saludo muy especial a los lectores de EL PAÍS con las voces de sus personajes.

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"Hola, Soy Oliver Atom, y el día en que mis compañeros y yo ganemos el mundial de fútbol con la selección de Japón, esperamos que salga en EL PAÍS".

"Mosquis, soy Homer Simpson, estoy en Avilés, acabo de comerme un cachopo... EL PAÍS es una cosa estupenda y maravillosa, pero Avilés mola, mola mogollón. ¡Yuju!".

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