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PURO TEATRO

El diablo, probablemente

Lluís Homar, Borja Espinosa, Nora Navas y Nausicaa Bonnin protagonizan 'Les bruixes de Salem'

Marcos Ordóñez
Borja Espinosa y Anna Moliner en 'Les bruixes de Salem'.
Borja Espinosa y Anna Moliner en 'Les bruixes de Salem'.

Las crónicas registran dos montajes de peso de Las brujas de Salem (The Crucible) en España: el estreno de Tamayo, en 1956, y una reposición a cargo de González Vergel en el Español, en 2007. En televisión se emitió dos veces (1965 y 1973), ambas dirigidas por Pedro Amalio López. Arthur Miller la había presentado en Nueva York en 1953, con discreta acogida de público y crítica. Sin embargo, acabaría siendo su obra más vista en todo el mundo, por encima de Muerte de un viajante. Actualmente se está dando con éxito en Broadway, dirigida por Ivo Van Hove, con Ben Whisaw y Saoirse Ronan, en el Walter Kerr, y acaba de inaugurar el Grec barcelonés, en versión catalana de Eduardo Mendoza y puesta de Andrés Lima, en coproducción del festival, el CDN y el Romea.

Miller eligió un caso real (Massachu­setts, siglo XVII) para trazar un paralelismo con la purga anticomunista del senador McCarthy y sus compinches en la América de los cincuenta, que padeció, como tantos otros, y de la que se salvó casi de milagro. La idea era espléndida: cómo crece un rumor y sirve de base para la mecánica inquisitorial, cómo se trafica con el miedo y se instaura un estado de delación que saca lo peor de cada uno. En mi opinión, el texto tiene grandes momentos, pero en conjunto es prolijo, reiterativo y un tanto tedioso. Dan ganas de decirle: “Háganos usted llegar antes a la parte del juicio, si es tan amable”. Ese material lo he visto mejor contado, de modo más sucinto y fulminante, en otros formatos: por ejemplo, los 20 minutos de ‘Los monstruos llegan a Maple Street’, de Rod Serling, una de las piezas maestras de La dimensión desconocida, donde los habitantes de un pacífico pueblo americano se acusan y se acosan, con locura asesina, ante una presunta invasión extraterrestre.

El texto tiene grandes momentos pero en conjunto es prolijo, reiterativo y un tanto tedioso

Hay dos cosas que no me convencen del montaje de Lima. Primera: el estupendo vestuario de Beatriz San Juan acerca la acción a lo contemporáneo. De sobra sabemos que la criminalidad fanática es atemporal, pero cuesta creer que los juicios del vicegobernador Danforth puedan saldarse tranquilamente en América con una docena de ejecuciones más allá del tiempo de los primeros colonos o de un western. Segunda: Andrés Lima crea un narrador (interpretado por Lluís Homar), entre el ojo omnipresente de Nuestra ciudad y el abogado Alfieri de Panorama desde el puente, que comenta la acción a partir de las acotaciones de Miller y remacha la comparación con la caza de brujas de ­McCarthy. Me parece un didactismo innecesario y reduccionista: demasiados totalitarismos ha padecido y padece el planeta como para quedarse con uno solo. Lima ha dejado la obra en dos horas y media, pero creo que mejoraría si prescindiera de esos pasajes (y podara un poco más el texto).

La escenografía, también con la firma San Juan, es sencilla, clara y está muy bien resuelta: una estructura de madera que acaba alzando un granero con un patíbulo en su centro. Me gustaron mucho las luces de Valentín Álvarez, especialmente la sutilísima gradación, de noche a amanecer, de la última escena. El mal está muy repartido en Las brujas de Salem, pero su quintaesencia es el Danforth que borda Lluís Homar en la segunda mitad: un Prefecto perfecto, feroz, manipulador e inclemente, que huele a azufre y da auténtico miedo. Le secundan el reverendo Parris (Albert Prat), el prototipo del esbirro, el Nixon de McCarthy, y el reverendo Hale, sacudido por la duda y la culpa (Carles Martínez, a su altura habitual, pero con una gesticulación un poco excesiva). Del grupo de las muchachas acusadas de brujería destaca la sobriedad de Yolanda Sey (Tituba), el desconcierto pueril que Anna Moliner imprime a Mary Warren y, en lo alto del podio, el poderío de Nausicaa Bonnín como Abigail Williams, que clava sus dos careos con John Proctor, exhalando un erotismo a flor de piel y una maldad nacida del despecho y el anhelo de supervivencia. Marta Closas (Betty), Joana Vilapuig (Susana) y Núria Golla (Mercy) me parecieron entregadas, aunque todavía con escasos recursos que les llevan a una histeria impostada.

Es fenomenal el recorrido de Borja Espinosa como Proctor, un hombre justo, al que Miller, sabiamente, complementa con un lado oscuro, muy a la manera ibseniana, y que acaba alcanzando la estatura de un héroe trágico. También está impecable Nora Navas como Elizabeth, su esposa: el discurso final de John y la despedida de ambos tienen una fuerza rotunda y conmovedora, y son la cumbre de la función.

Es un placer ver de nuevo a Carme Sansa, que aquí recuerda a la Lillian Gish de La noche del cazador como Rebecca Nurse, encarnación de la bondad y la sensatez en pugna con la maldad rampante. Carles Canut, otro gran veterano, me hizo pensar en Edmund Gwenn por su trabajo como Giles Corey, un personaje de película de Ford: el granjero honesto e ingenuo que cree en la justicia e intenta enfrentarse a los inquisidores. En el bando contrario tenemos a Miquel Gelabert, muy aplomado como el terrateniente Thomas Putnam, eterno pescador en ríos revueltos, y su mujer, Ann. De acuerdo que la señora Putnam es algo desaforada, pero quizá ganaría si el trabajo de Miriam Alamany lo fuera un poco menos.

Hay problemas de ritmo, que arrancan con la estructura del texto, en los dos primeros actos, con su fatigosa sucesión de visitas, y eso que Lima ha eliminado a dos vecinos para que la casa de los Proctor, a ocho kilómetros del pueblo, no acabe pareciéndose a la sala del ayuntamiento. A partir de la llegada de Danforth, todo adquiere intensidad y las dimensiones de una pesadilla kafkiana, entre lo absurdo y lo terrorífico. Les bruixes de Salem se verá, en su versión castellana, en el Centro Dramático Nacional la próxima temporada.

Les bruixes de Salem, de Arthur Miller. Dirección: Andrés Lima. Teatre Grec. Barcelona. Del 1 al 5 de julio.

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