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Pasado pantanoso

Manuel Rico urde una intriga que remite a un destacamento penal de presos republicanos obligados a construir una presa

Desde La mujer muerta (2000) —a la que siguieron Trenes en la niebla (2005) y Verano (2008)—, Manuel Rico ha elegido como escenario de sus novelas una pequeña localidad situada en la sierra de Madrid —Brezo—, que opera como topónimo narrativo. Allí, cerca del actual embalse de Riosequillo, transcurre Un extraño viajero, narración de urdimbre detectivesca. Algunas se refieren a un pasado que retorna con la fugaz aparición de un personaje misterioso y que se remonta hasta 1958, cuando en las inmediaciones del lugar hubo un destacamento penal de presos republicanos obligados a construir la presa. Manuel Rico denuncia ese agujero de nuestra historia, en el que ya había hurgado en Trenes en la niebla y que, aunque poco representado en nuestra narrativa, tuvo en Los hijos muertos (1958), de Ana María Matute, una espléndida aproximación.

Otros hilos de la intriga atañen al presente: el hallazgo de un coche en el pantano y de un cadáver en una cueva impulsan a Lucía —la propietaria del hotel a donde llega el viajero— a tirar de esos hilos en busca de noticias sobre su fantasmal amante de una noche. Rico maneja con destreza estas microhistorias y sus ramificaciones a través de algunos personajes que se relacionan con el pasado, y de otros que se implican para dar a conocer por el mundo esa parte de nuestra historia. Lo cual ensancha el escenario real y humano, en cuyo centro se sitúa el viaje interior de Lucía, emprendido a partir de su perturbadora experiencia y de las historias que va descubriendo: “Historias extrañas, con un punto de poesía y de veracidad dentro del misterio”.

Un extraño viajero. Manuel Rico. Algaida. Madrid, 2016. 431 páginas. 18 euros

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