¿Alló, Mariló?
Molestaba Mariló Montero como molesta cualquier recordatorio que pone delante de nosotros el espejo, así es que mi antorcha no va a sumarse a la pira

Los detractores de Mariló Montero han consumido toda la artillería en las redes sociales. Le han organizado un funeral tuitero. La han quemado como a una bruja catódica. Han desempolvado sus deslices y han elaborado un escarnio de memes. Se ha oficiado un akelarre de trolls, de forma que la periodista será trending topic hasta que aparezca una nueva víctima de la comunidad en el abrevadero. Y Mariló Montero podrá replegarse.
Quizá entonces se le concederá el derecho de la resurrección. O se convendrá que esta orgía de bilis no retrata la incompetencia de Mariló, que nunca ha sido incompetente, sino la crueldad de los moralistas del plasma. No digamos cuando invocan la pureza de la "televisión pública" como un lugar sagrado que Mariló habría pervertido con la ligereza y el entretenimiento. O haciendo televisión de marujas.
Ya decía Monedero en la Griso que al PP lo votan los viejos egoístas. Pudiendo regenerarse en el taller de La Tuerka, hay espectadores de guata y de bastón que prefieren ir al médico en el consultorio de La1, saber las diferencias entre macerar y marinar, descubrir si la revista Hola concebirá acaso una portada en la que no aparezcan Isabel y Mario.
A Mariló se le reprocha la espontaneidad en una sociedad de trileros. Y no se le perdonan las dudas que pueda oponer ella misma a la transmigración de las almas. Y se la espera en cualquier contratiempo para delatar su ingenuidad, cuando la ingenuidad y la capacidad de sorpresa le han permitido sobrepasar nueve temporadas en las mañanas de TVE, como si tuviera la piel de amianto. Llegó con los socialistas (2009) y se marcha con los populares, razón suficiente para excluirla de cualquier vasallaje político. Molestaba Mariló como molesta cualquier recordatorio que pone delante de nosotros el espejo, así es que mi antorcha no va a sumarse a la pira. Se me ocurren otras emergencias.
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