Al servicio de la historia
'Apóstoles y asesinos', de Antonio Soler, construye una pasmosa crónica de la Barcelona de las primeras décadas del siglo XX a partir de la figura del anarquista Salvador Seguí
Nunca queda bien dilucidada, excepto para los partidarios de la afirmación, la confluencia en el género novelístico de la ficción y lo real, de la invención y la historia. Recientemente, Juan Marsé ha dicho en una entrevista que el escritor se esfuerza en transformar la realidad, “pero al final la realidad se acaba imponiendo”. En el último libro de Antonio Soler, Apóstoles y asesinos, esta cuestión se resuelve aceptando que la imposición de la realidad vale por sí misma como material novelesco. Claro que, para que esto suceda, dicho material debe adoptar formas narrativas irrecusables, de las que el escritor puede servirse sin empeñar su imaginación. Esto, al parecer, le ha sucedido a Soler en su inicial propósito de escribir una novela sobre el anarquista Salvador Seguí, el Noi del Sucre (1886-1923), una vida insertada en un periodo tan trepidante y convulso en la Barcelona de las primeras décadas del siglo xx, que el contexto (la violenta confrontación de los sindicatos y la patronal, con derivas en el pistolerismo, en atentados callejeros, en disputas intestinas, en odios y revanchas) es asimismo merecedor de registrarse y ocupar igual protagonismo que el notorio anarquista. De este modo, pese al subtítulo, Vida, fulgor y muerte del Noi del Sucre, la novela es un compendio, muy bien articulado, que oscila entre la inspección historiográfica y las tácticas novelísticas, haciendo prevalecer la documentación por encima de la fabulación. Soler no ha tenido empacho en calificar Apóstoles y asesinos de novela, pero el editor evita esa palabra en contraportada. Lo cierto es que resulta más que sugerente seguir en la lectura el esmerado procedimiento novelístico de Soler para ordenar un material tan intrincado que, en otras manos, tal vez seguiría siendo confuso, y que ha solucionado con escrupulosidad, pero también con exceso de acumulación.
Salvador Seguí ocupa la zona medular del libro, atravesado por figuras de tanta resonancia en la época como Francesc Layret, Ángel Pestaña y Lluís Companys, y por el lado criminal destacan el barón de Koëning, Bravo Portillo y los brutales Martínez Anido y Miguel Arlegui. A todos se les sigue la pista mezclando y superponiendo sus biografías hasta conformar un friso de heroicidad y fanatismo, una suerte de atestado fiscal sobre la conquista de la dignidad de los trabajadores, sobre la responsabilidad o inoperancia de un sueño de justicia, marcado por la violencia, que dejó muchos muertos antes de lograr unos derechos mínimos, injustamente negados. Y tal fue el caso de Seguí, que evolucionó de una confrontación radical a una estrategia de consolidación de pactos sociales que no lo salvó de ser acribillado a balazos y enterrado apresuradamente para evitar un mayor incremento de la violencia.
Apóstoles y asesinos se lee, a pesar de la monotonía de tantas intrigas y represalias, como una pasmosa crónica histórica, debido al servicial y ajustado estilo de Antonio Soler, que honradamente se hace notar como relator, de cuando en cuando, para traslucir la presunta inexactitud de algún dato o la sorpresa ante la falta de documentación a la que tiene que resignarse, apelando a la versión más extendida. El resultado es un libro de una cordial viveza, acaso más vívida al suscitar la inquietud de no saber con certeza si su lectura es apasionante por el resplandor de unas vidas ejemplares o por el extraordinario oficio de Soler al organizar un material con tan admirable empatía.
Apóstoles y asesinos. Antonio Soler. Galaxia Gutenberg Barcelona, 2016 440 páginas 21,90 euros
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