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El maestro que se ensuciaba las botas

Dicen quienes conocen a Miguel de la Quadra-Salcedo que él tenía que estar presente en las noticias: se incrustaba en ellas y las marcaba con su carácter

Juan Cruz
El periodista y aventurero Miguel de la Quadra-Salcedo, en 1995.
El periodista y aventurero Miguel de la Quadra-Salcedo, en 1995.SANTI BURGOS

Nunca escurrió el bulto Miguel de la Quadra-Salcedo. José Luis Márquez, cámara que empezó a trabajar con él en Televisión Española, lo recuerda con la admiración de un crío; para él era otro padre. Hay una foto en la que se juntan él, Juan Verdugo y Miguel. “Ahora estoy solo”. Él tenía 18 años cuando cargó la cámara con Miguel. Ahora tiene 65, “más años que la sal”. “De él se aprendía muchísimo. Nunca tuvo límites. Él no veía un fin si no tenía la historia”. La tecnología añadió prisa, y cuando él ya no se podía ensuciar las botas, “cuando había que mirar de lejos las batallas y la vida”, se fue para otro lado. Se fue al paisaje, a los grandes viajes, a las rutas de los exploradores, a la ruta Quetzal, ese Erasmus iberoamericano que él inauguró como si hiciera un reportaje infinito sobre una América redescubierta por muchachos.

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Miguel de la Quadra-Salcedo, en imágenes

Él no era de profesión periodista, dice Lalo Azcona, que trabajó con él en los momentos míticos de la Transición; “era un periodista que vivía como tal, no habitaba en un carné, sino en el periodismo”. Dice Márquez: “Se aprendía tanto de él; descubrió recursos del reporterismo que luego ya fueron habituales en quienes le siguieron”. Ese magisterio, dicen Azcona y Márquez, tenía una línea de conducta: él tenía que estar presente en las noticias, se incrustaba en ellas, las encontraba y las marcaba con su carácter. Dice Azcona: “No era un analista, era un reportero en directo, se dejaba la piel en el escenario, ese era su territorio. Estaba en medio de las bombas de gas, en los lugares por donde se escuchaban las balas. Si lo enroscaba una serpiente pitón seguía grabando, contando. Era un contador fabuloso”.

Y era un hombre encantador, sonriente, seductor. “Cuando entraba en la Redacción”, recuerda Azcona, “se paraban las máquinas, y las miradas se iban a él. Aquella chaqueta tan abotonada, esos bigotones de mexicano revolucionario que fueron cambiando de color… Siempre impecablemente vestido, siempre con el mismo aspecto. Era un dandy en el aliño indumentario”.

Miguel de la Quadra-Salcedo, saludando a Felipe VI.Vídeo: EFE

¿Qué se aprendía de él? Juancho Vidal, periodista de Crónicas, el programa de reportajes de TVE, fue el último periodista de “su Casa” en entrevistarlo, hace ya un año (anoche volvió a emitirse). “Era un explorador. Buscaba caminos, se adentraba en ellos, y haciendo eso abrió nuevos senderos en el reporterismo; empezó a contar las cosas de manera diferente, fue un avanzado del periodismo audiovisual visto desde todos los ángulos: incorporó el sonido, la luz, la inmediatez, el ambiente. Luego vinieron las nuevas tecnologías… y ya a él eso no le pareció tan apasionante”.

Creó una escuela, dice Juancho Vidal, “puso la cámara a pie de calle, donde se movía la historia”. Dio el pistoletazo de salida a una forma de hacer periodismo totalmente nueva, yendo al lugar donde estaban los hechos. “Y cuando no le dejaban entrar en los sitios él se olía que era allí donde debían estar”.

Uno de sus más famosos reportajes, sobre la ruta de los eritreos, lo hizo, como tantos, con Márquez. “Ïbamos para 15 días. Y estuvimos en el desierto tres meses”.

Así era Miguel de la Quadra para su tribu. “Ha cambiado el tiempo; en la entrevista que le hice”, explica Vidal, “me contó que nunca un ordenador podrá sustituir el olor de la tierra después de llover”.

Con esa nostalgia vio el tiempo nuevo que acaba de dejar.

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