¡Viva George R.R. Martin!
Que los malos de 'Juego de tronos' sobrevivan también, porque es en el mal donde adquiere sentido el bien
Si nacer es un acontecimiento involuntario, un hecho en el que poco hemos tenido que ver aunque seamos protagonistas, la vida podemos tomárnosla como un pacto muy de agradecer entre la voluntad de seguir adelante y el milagro de poder hacerlo. Ocurre aquí, en nuestro mundo, pero ocurre sobre todo si has tenido la fortuna de nacer en Invernalia, Castillo Negro o Desembarco del Rey, donde las espadas dejan cabezas empaquetadas y rastros de sangre hasta en el salón de nuestras casas.
Ya vimos caer a los padres Stark y lloramos por ello; al rey Joffrey, y aunque en su caso respiramos por su merecida aniquilación, nunca nos llegó el sosiego; al rey Lannister; a la atractiva novia salvaje de Snow y al mismísimo Snow, snif, cuánta lágrima derramamos sobre sus rizos recios.
Pero seguimos adelante y, como en la vida misma, nos llegaron alegrías cada vez que vimos a personajes como Arya Stark, la Khaleesi, Tyrion o Brienne de Tarth sobrevivir a una serie que va esquilmando a sus protagonistas como la malaria sin vacuna. Si ellos viven, hay esperanza.
Si están o no al día en Juego de tronos, no importa, aquí no hay spoilers. Queremos que ganen los buenos, que los huérfanos Stark encuentren reparo, que el niño de Sam llegue a buen puerto y que los dragones nos ayuden sin comerse a nadie en el camino. Pero también queremos que sobrevivan todos, incluso el sádico Bolton aunque mande a sus perros merendarse a sus enemigos. Vivan los malos también.
Porque es en el mal donde adquiere sentido el bien, es en la lucha donde lo adquiere la calma y es en la muerte donde lo adquiere la vida. Y la resurrección.
Que todo esto ocurra en los mundos inventados de la literatura y no en el nuestro es lo mejor de todo.
Viva George R.R. Martin y bendita sea la ficción.
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