El amor, según…

La brillantez poliédrica de The Affair no deja de asombrarnos. Lo mismo que la audacia y la complejidad con la que los grandes creadores de series de televisión no paran de sorprendernos, como ha ocurrido en este caso con quienes la firman: Sarah Treem y Hagai Levi.

Cuando a Camilo José Cela —de quien se celebra mañana su centenario—, algún autor probeta y algo bobo le dejaba caer que le recomendara el argumento de una buena novela, el Nobel respondía: “Un hombre y una mujer se aman. Punto final. Con talento le sale a usted La cartuja de Parma”.

Algo así podría servir para abordar un comentario sobre la serie que protagonizan el siempre solvente Dominic West y la inquietante pero ya de sobra consagrada gracias a este papel Ruth Wilson. Un hombre y una mujer viven una apasionada aventura… Todo depende de cómo lo abordes. Con dicha premisa puedes caer en una versión retro kitsch de la peor Corín Tellado o parir una obra maestra. The Affair se acerca más a lo segundo, aunque habrá que dejar que el tiempo lo decida, con su cruel vara de medir.

La complejidad de puntos de vista y diferentes versiones de lo que va aconteciendo —no sólo por parte de los amantes, si no de los esposos traicionados—, ofrecen a lo largo de dos temporadas una escalada de sentimientos, conflictos y dualidades que son a tumba abierta la vida misma, desguazada en verdades tan desnudas como íntimamente válidas para cada cual.

La clave de su éxito queda en que es el espectador quien decide con quién le vale la pena aliarse. Pero no dentro de una competición salpicada de maniqueísmo, sino entre las fronteras de un mapa plagado de paisajes humanos tan auténticos que te convierten en una especie de amigo íntimo de todos ellos a cuatro bandas.