Frases
En el implacable mercado televisivo lo cuantitativo es sinónimo de la calidad: cuantos más espectadores, mejor es el producto
"La televisión es el espejo donde se refleja la derrota de todo nuestro sistema cultural", es una de las frases más repetida de Federico Fellini. Groucho Marx, por su parte, afirmó que "encuentro la televisión muy educativa. Cada vez que alguien la enciende, me retiro a otra habitación y leo un libro". Bette Davis, desde su pragmatismo, sentenció que "la televisión es maravillosa. No sólo nos produce dolor de cabeza, sino que además en su publicidad encontramos las pastillas que nos aliviarán". Para el sociólogo Alain Touraine "la televisión será la base de la opinión pública. Ha creado un mundo esquizofrénico en el que entre el individuo y lo global no hay nada". Y una última cita, en este caso del cineasta Jean Renoir: "El problema es que la televisión amalgame y convierta en papilla informe la realidad, la ficción, lo fundamental, lo secundario, el divertimento y la reflexión". Si se trasladan las opiniones al ámbito español se comprobará cuánta razón tienen, o no.
En el implacable mercado televisivo lo cuantitativo es sinónimo de la calidad: cuantos más espectadores, mejor es el producto, de tal modo que el mejor programa del pasado lunes fue la nueva serie de Antena 3, La embajada, un culebrón con pretensiones y medios en el que ya desde el primer capítulo la intensidad emocional superaba lo clínicamente recomendable. Algo más de cuatro millones de espectadores la convierten en uno de los mejores arranques de una nueva ficción. Le sigue con 3.024.000 espectadores el incombustible Pablo Motos y su El hormiguero, al que le pisa los talones el informativo de Telecinco de las 21.00 horas con 3.011.000 espectadores. Bertín Osborne y la casa de los Ramírez-Ruiz de la Prada tuvieron en Telecinco 2.814.000, cifra notable aunque menor de lo esperado. Saquen ustedes las oportunas conclusiones sobre las derrotas, lo educativo, los dolores de cabeza, la esquizofrenia y las papillas que ofrecen las televisiones sin olvidar la frase de Rupert Murdoch: "No quiero que ningún programa sea más inteligente que los anuncios".
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