Bernard Sumner y los pliegues de la memoria
El 'frontman' de New Order traza una descarnada autobiografía en la que no rehúye ningún episodio conflictivo, incluyendo la amarga marcha del bajista Peter Hook en 2007
El frontman de New Order, testigo de excepción de la evolución del pop británico de las últimas tres décadas y de su propia epopeya comercial, traza en New Order, Joy Division y yo una descarnada autobiografía en la que no rehúye ningún episodio conflictivo, incluyendo la agria marcha de Peter Hook.
Siempre se definió como un músico introvertido. De hecho, no fue hasta hace bien poco que la opinión pública supo de su atribulada infancia en la gris e industrial Mánchester de los años sesenta: fue hijo único, su madre sufría una grave minusvalía y nunca conoció a su padre. “Una de las razones por las que escribí este libro es porque me cansé de que la gente me pidiera que les firmase copias de aquel otro libro de 2007: además, lo leí y había un gran número de incorrecciones”, nos cuenta un afable y tremendamente reflexivo Bernard Sumner (Salford, Mánchester, 1956) por teléfono desde su casa, en medio del campo y lejos del núcleo urbano de la ciudad del norte inglés. Aquel libro al que se refiere es una biografía no autorizada publicada por David Nolan en 2007 cuyo cúmulo de carencias viene a suplir New Order, Joy Division y yo, publicado en 2014 en Reino Unido y recientemente traducido al castellano y editado por Sexto Piso, ya firmado de su puño y letra.
Impacta la sinceridad con la que abre sus entrañas en canal, recién cumplidos los 60 años, para exhibir una desnudez emocional que supera con creces el relato de cualquier proceso creativo. Que el fan no espere mucho detalle acerca de la grabación de ningún álbum, porque aquí prima la crónica vital: “Los Ángeles puede servir para explicar la música de los Beach Boys, Düsseldorf puede explicar cómo eran Kraftwerk, y Mánchester fue particularmente palpable en Joy Division, más que en New Order, que fue cuando empezamos a viajar a otros países. Así que mi vida, mi entorno y mi colección de discos son las tres cosas que le dieron forma, y por eso hablo de ellas”, razona. Un relato que tiene mucho de expiación de pecados de juventud: la independencia creativa y la implicación de New Order en la gestión del club The Haçienda cinceló un perfil empresarial ciertamente gravoso (“la película 24 Hour Party People, de Michael Winterbottom, se queda corta: era todo aún más caótico”, asume) en el que, además, confluían algunos excesos con toda clase de sustancias: “¿Cómo habríamos sonado sin las drogas? No tengo ni idea. Te daban energía para estar horas y horas trabajando en un disco, eso sí, pero también hacían que nos perdiéramos muchas cosas: creo que cuando eres joven te crees invulnerable, y doy gracias a que tengo una constitución que me ha permitido llegar hasta aquí sin ser un desecho emocional o estar ya muerto”.
"Hook dejó la banda. Nosotros no le echamos. (...) Y fue tan arrogante que no supo ver que continuaríamos sin él"
La transición de Joy Division a New Order tras el suicidio de Ian Curtis fue dura: “Fue un shock confirmar que yo iba a encargarme de ese trabajo, pero me gustan los desafíos: cuando era un crío me calificaron como una persona no inteligente en la escuela, y eso me desencantó hasta darme cuenta de que me gustaba ser autodidacta”, confiesa un músico que descubrió su vocación musical (lo suyo era el arte y el diseño) cuando, con 15 o 16 años, y tras pasar veranos “escuchando a los Beatles, Stones, Kinks o Animals por la radio”, se enganchó a “los spaghetti westerns de Sergio Leone, con sus bandas sonoras a cargo de Ennio Morricone. Algo hizo clic en mi cabeza y empecé a ver un nuevo mundo que hasta entonces no era capaz de atisbar”.
El episodio más amargo del libro llega con la agria marcha del bajista Peter Hook en 2007, compañero y amigo desde la infancia: “Existen dos Peter Hook en realidad: aquel que él quiere que el público vea y aquel que él no quiere hacer público. Yo solo quería explicar, básicamente, que él dejó la banda. Nosotros no le echamos. Se ha estado quejando desde entonces. Y fue tan arrogante que no supo ver que nosotros continuaríamos sin él. Al final se resume en una palabra: codicia”. Y sobre las buenas críticas cosechadas por Music Complete (2015), el trabajo de New Order mejor acogido por la prensa en muchos años, alega que no las suele leer, porque “si lo hiciera, New Order se hubieran separado en los dos primeros años de su existencia y no estaríamos ahora hablando tú y yo, porque entonces todo el mundo decía que éramos una mierda, así que la única crítica válida es cuando me levanto de la cama, me acerco al espejo del baño, me afeito y me miro a los ojos”. •
New Order, Joy Division y yo. Bernard Sumner. Traducción de María Tabuyo y Agustín López Tobajas. Sexto Piso, 2015. 376 páginas. 25 euros.
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