

Se hablaba de casetas como si fuera la Feria de Abril, quizá por la influencia sevillana que marcó el arranque de Arco aquel 10 de febrero de 1982. Había 90 galerías, 28 de ellas extranjeras, con obras de 364 artistas, y un entusiasmo descomunal por sacar el proyecto adelante, aunque hubiera crisis, aunque la inflación fuera de un 14% y el desempleo rozara el 15% en un país, convulso y con hambre de modernidad, que había sufrido un golpe de Estado apenas un año antes.
Paloma Primo de Rivera reconstruye en el libro Arco’82. Génesis de una feria (Fundación Banco Santander / TF) la singular historia de aquella primera edición que se propuso ensanchar los horizontes del arte contemporáneo en España y, sobre todo, su mercado. Los resultados comerciales no fueron un éxito evidente —los galeristas extranjeros a quienes Juana Mordó logró traer no vendieron una sola obra—, pero se logró proyectar a artistas españoles fuera y establecer nexos.
En 1981 había pocas galerías de arte contemporáneo que se repartían un mercado escaso y modesto
Los mejores resultados económicos no llegarían hasta fines de los ochenta, fruto del coleccionismo público e institucional, que trataba de llenar los nuevos centros de arte y museos que proliferaban por todo el país. En 1981 había pocas galerías de arte contemporáneo (Theo, Mordó, Erhardt, Fernando Vijande) que se repartían un mercado escaso y modesto, y que impulsaron con entusiasmo la iniciativa (Chiqui Abril de Buades, por ejemplo, buscó a los diseñadores Diego Lara y Mauricio D’Ors, que inyectaron modernidad al proyecto con soluciones tan creativas como envolver el gris edificio de la sede). Había también un coleccionismo burgués desde fines del siglo XIX en Barcelona y en Bilbao, y un puñado de museos (MEAC, Cuenca, Lanzarote, Palma de Mallorca) y fundaciones (La Caixa, Miró, Juan March) trataban de abrir brecha. Pero un 85% del público reconocía en una encuesta del Ministerio de Cultura de 1981 que nunca visitaba ni exposiciones, ni colecciones. En aquel primer Arco cambiaron las cosas: tuvo 25.000 visitantes. Lo que aún quedó pendiente fue fomentar el coleccionismo mediano y modesto, ese que florecía por Europa y que es síntoma de buena salud y sostenibilidad del arte, más allá de millonarias compras institucionales y de los pelotazos.
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