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Sara Mesa: conjurando peligros

Quienes hayan descubierto a la madrileña por los efectos mediáticos acreditarán su encuentro con una escritora muy sólida, capaz de logros aún mayores

Algunas de las historias de Mala letra, de Sara Mesa, parecen postularse como novelas, pero en la merma de la tentativa no se malogran en su adscripción al cuento. Señalo esta cualidad debido a que, aún con los ecos de la extraordinaria acogida de su novela Cicatriz, la publicación acaso apresurada de este volumen induce a pensar en un aprovechamiento del viento favorable, ahora que tan fácilmente se diluyen los acontecimientos. Después de una obra tan resonante, un libro de cuentos puede ser un agregado que sólo añade bibliografía. Pero no es el caso. Quienes hayan descubierto a Sara Mesa por los efectos mediáticos, acreditarán su encuentro con una escritora muy sólida, capaz de logros aún mayores.

Lo más destacable de Mala letra acaso sea la estrategia vital que se revela en el último cuento, ‘Mustélidos’, donde una muchacha, autora de un libro de cuentos, considera que la escritura es “como desagüe”, una manera de conjurar “el peligro escribiendo sobre el peligro”, pues “dándole forma al horror evitaba la realización del horror”. Y hay en efecto mucho peligro y horror conjurados en estos cuentos, desde el extravío en un bosque (‘El cárabo’) hasta el abandono infantil que convierte a los niños en criaturas feraces (‘Papá es de goma’), pasando por el suicidio de ancianos y jóvenes (‘Mármol’), la turbiedad moral que origina la integración escolar de un chico inválido en una clase sobre sexo (‘Apenas unos milímetros’) o el asesinato fortuito de una embarazada al comprometido adoptante de su hijo que, al cambiar ella de opinión y decidir quedarse con el bebé, se destruirá a sí misma, comprometiendo también a su hermana (‘Nosotros, los blancos’, el cuento más largo, casi una nouvelle).

Pero ante todo esta colección certifica la fecundidad de una imaginación muy porosa a los aspectos sórdidos, aunque velados, de una cotidianidad hostil, que exige esforzarse en una dirección poco satisfactoria, fatalmente cargada de remordimientos y aprensiones. Los personajes de estas historias se hallan como disueltos en la realidad, pero sin formar parte de ella, repudiados de sus favores, desprotegidos y, no obstante, en permanente tensión de una ayuda que nunca llega. Sara Mesa registra admirablemente esa zona de penumbra con una escritura serena y vibrante a un tiempo y, con frecuencia, con trazos en apariencia desganados que crean la atmósfera de un contorno amenazante. Ya que sólo reconociéndolo podremos saber si estamos incluidos en él o el mundo gira sin tenernos en cuenta. Lo dice muy bien la narradora de ‘Nosotros, los blancos’: “El mundo es impasible ante cualquier cosa que suceda, por inusual, horrible o cruel que ésta sea. Visto así, el mundo no tiene nada que ver, realmente, con nosotros”.

Mala letra. Sara Mesa. Anagrama. Barcelona, 2016. 200 páginas, 16,90 euros.

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