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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

PP, partido en diferido

'Salvados', el programa de Jordi Évole, ha cobrado involuntariamente rabiosa actualidad por quedarse anticuado. Aparecía Esperanza Aguirre el día que ha dimitido, pero hablando desde el pasado

Íñigo Domínguez

Salvados, el programa de Jordi Évole emitido esta noche, ha cobrado involuntariamente rabiosa actualidad por quedarse anticuado. Aparecía Esperanza Aguirre el día que ha dimitido, pero hablando desde el pasado, como un holograma de La guerra de las galaxias. Es lo más propio para su partido, el PP, un partido en diferido, que va descompasado con la realidad. Se enteran de las cosas cuando todo el mundo las sabe. Aguirre misma ha dimitido más de un año después de que enchironaran a Granados, aun así lo ha hecho en buen momento, pero sale en la tele cuando aún no pensaba dimitir.

El programa era un consejo de exministros, con dos socialistas y tres populares, algunos muy sensatos y sagaces, pero como bromeó Évole, parecía un consejo de administración de una empresa del Ibex. Costará que se quiten de encima el prejuicio de la casta. Sentados en torno a una mesa muchos pensarían que se pondrían a jugar a los hipopótamos tragabolas. Pero no, ensayaron un diálogo de personas normales, de jubilados de la política, para hablar desde la distancia. Era una buena idea, pero no hubo grandes momentos.

El salón de los pasos perdidos del Senado, que acogió la reunión, supo a tiempo a perdido en algunos pasajes, porque se oyeron cosas parecidas a las de todos los días, la misma matraca de cálculos de pactos, pero poca sabiduría iluminadora de las viejas glorias. Incluso en algún momento discutieron de forma tan anodina como los titulares. Sí hubo declaraciones fuera del coro, a favor de una abstención del PP en una investidura de Sánchez, e incluso de que se vaya Rajoy, pero no da la sensación de que les vayan a hacer mucho caso.

Por eso el mayor morbo era ver lo que decía Aguirre, que en ese momento no sabía lo ex que iba a ser en esa reunión de ex cuando se emitiera. O quizá sí, pero ya sería muy rebuscado. Robó el protagonismo, pues era inevitable ver la escena sabiendo lo que pasó después. Pidió que la justicia sea más rápida y que sea un escarmiento, porque los jefes de los corruptos, como ella, al final son los más dañados, y que ella siempre los ha cesado en cuanto se ha enterado. Era para preguntarse qué ha pasado en solo unos días para que cambiara de idea y de discurso, porque un registro más de la sede del PP no es para tanto, en portería ya es como cuando traen las cestas de navidad. Crecía la impresión de que sobre todo la intención era mandarle un mensaje a Rajoy.

En un día tan señalado, fue entrañable ver a Esperanza Aguirre al principio del programa en unas imágenes de archivo tan jovencita, jurando de ministra de Cultura, en 1996, hace veinte años. No sé si recuerdan entonces cómo le tomaban el pelo en Caiga quien caiga, y Santiago Segura de enviado especial vacilándola sin piedad. Era la ministra tontita de Aznar. Pero lo cierto es que de aquel Gobierno –Rato, Álvarez Cascos, Mayor Oreja, Tocino y compañía, equipazo— solo siguen en pie dos personas, ella y Rajoy. Y es curioso, pero hasta después de dimitir parece más viva que él. Espe primero fue ingenua, luego una fantástica falsa ingenua, la mejor. Hasta hoy, que se ha dado por enterada. Y quizá ahora los demás se van a enterar.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

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