Qué abrazo, che
Carbone lleva 20 años sembrando tango, este es su homenaje a dos décadas de bandoneón
Si se pregunta a un músico o a un bailarín sobre el tango no hay respuestas técnicas. Es emoción, fusión, energía o abrazo. Fabián Carbone (Buenos Aires, 1963), que ha trabajado junto a músicos como El Cigala o Enrique Morente, se rebeló contra la tendencia que lo arrastraba en su juventud: ser rockero y ver el tango como algo rancio. Después de escuchar a Piazzola, nunca volvió a ser el mismo
Abuelo siciliano, padre bonaerense y una casa chorizo, así llaman en Buenos Aires a las que se reparten en varias viviendas a partir de un patio. El bandoneón sonaba todo el tiempo, ambos predecesores lo tocaban. Aunque Fabián Carbone (Buenos Aires, 1963) intentó rebelarse con el impulso adolescente propio de ir contra lo que se tiene en casa —había que ser rockero—, acabó cediendo después de escuchar, en algún momento que no sabe determinar, una canción de Astor Piazzolla (Mar del Plata, 1921 - Buenos Aires, 1992). El compositor argentino le inyectó vida, adrenalina e identidad a Carbone. "Sentí raíces y no paré nunca más. Me pasé cinco años encerrado, estudiando. Ahí empezó una transformación".
Esa metamorfosis terminó por empujarlo hasta España, donde lleva 20 años levantándose cada mañana para sembrar al menos la curiosidad por el tango. Ahora ha puesto en marcha Che Bandoneón, un espectáculo que es homenaje a ese instrumento no tan conocido, a los grandes intérpretes y compositores de la historia del tango y a su propia historia. Ha recorrido decenas de teatros y salas españolas en estas últimas dos décadas y una de las cosas que lo siguen empujando a permanecer en España es la posibilidad que le han dado estos escenarios de poder compartir música con Enrique Morente, Diego El Cigala, Estrella Morente, Joaquín Sabina o Plácido Domingo.
Che bandoneón
Fabián Carbone Tango Ensemble
Rocio Terán: piano.
Ernesto Lapeña: contrabajo.
Fabian Carbone: bandoneón , voz y dirección artistica.
Bailarines: Juan Manuel Nieto y Natalia Vicente.
Los domingos, hasta el 14 de febrero, en el Pequeño Teatro Gran Vía (Madrid),
"Siempre junto al bandoneón", cuenta Carbone en el patio de butacas del madrileño Pequeño Teatro Gran Vía, donde suena Che Bandoneón cada domingo. "El nombre lo es todo. Es un tributo a este instrumento que muchas veces nadie conoce". Carbone recuerda que el bandoneón nació en Alemania y viajó de las iglesias europeas a los suburbios y los burdeles rioplantenses, durante todo un siglo se desarrolló ahí y después saltó a las salas de conciertos de todo el mundo. Astor Piazzolla, Aníbal Troilo o Rubén Juárez son parte de la solidez del tango. "Juárez es, para que todo el mundo lo entienda, lo que Camarón es al flamenco. Un duende que se mete, te envuelve y explosiona, algo de mucha entrega". Juárez, que es algo más que un referente para Carbone. Su padre, a fuerza de ir a verlo actuar en ese templo del tango que fue (y es) Caño 14, cuando estaba en la calle Talcahuano de Buenos Aires, se convirtió en amigo: "Tanto que cuando mi padre murió, su bandoneón se lo quedó él".
Por la historia, los detalles, el peso de la tradición y de la familia y porque es lo que le hace feliz, ha creado Carbone el espectáculo en el que el abrazo de Natalia Vicente (Buenos Aires, 1977) y Juan Manuel Nieto (Alcalá de Guadaira, 1965) ponen forma y cuerpo a las heridas y las alegrías del bandoneón. "Danza, poesía, voz cantada y música... eso es Che Bandoneón. Y amor, amor por el tango".
Babelia
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